viernes, 25 de marzo de 2016

MIS PINTURAS. IGLESIAS DE ZAMORA III

 
 LA CATEDRAL DESDE EL SOTO
Muchas veces en mi infancia y adolescencia me acerqué a este rincón mágico, solitario y silencioso del soto de San Frontis, de cuya vista yo era el único testigo. Sólo alguna dorada oropéndola, posada en la copa de algún álamo, sobre mi cabeza, me acompañaba con su canto misterioso. Preparaba los bártulos de dibujo y me ponía a copiar lo que tenía delante. Y era nada menos que la Catedral, el templo zamorano por antonomasia, con su torre cuadrada del Salvador y su cimborrio de escamas de piedra. El templo donde moraba el Cristo de las Injurias que todos los Miércoles Santos por la noche desfilaba por las viejas calles de la ciudad del alma tras jurar los cofrades de caperuza roja guardar silencio durante toda la procesión. El templo, en cuya explanada todos los Viernes Santos por la tarde hacían alto todos los pasos de la Cofradía del Santo Entierro (recuerdo con tierna nostalgia la vez que yo desfilé con ellos bajo el hábito de terciopelo negro que me prestó un amigo de la infancia), incluido el Longinos, uno de los pasos preferidos de mi padre, obra del escultor zamorano Ramón Álvarez. Por eso y mucho más repetí en mis dibujos y mis pinturas la vista inconfundible de la Catedral, y ésta tomada desde el soto es una de mis favoritas y también una de las primeras, cuando aún me atrevía a escribir en ella algunos versos.

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