martes, 27 de diciembre de 2011

Breve diccionario senequista

Hoy vamos con las
Letras M, N, O


M

Mal
Un solo bien puede haber en el mal: la vergüenza de haberlo hecho.
El bien se conoce más tarde que el mal.
Causa es de obrar mal el haber obrado.
Los males dudosos atormentan más.
Hasta de males hay ambición.
Los últimos males en ninguna manera nos sosiegan.
Mejor sufre el mal quien siempre lo teme.
El que airado procura hacer mal, no se guarda del que
le puede suceder.
No es grave el mal que admite consejo.
Maldad
Ofensa hace a los buenos el que a los malos perdona.
Se considera virtud la maldad que sucede bien.
Maldad es no dejar el beneficio a merced del que lo hace.
Algunas veces una maldad se encubre con otra.
No hay maldad tan grande que carezca de ejemplos.
Maleficio
Todos están conformes contra los maleficios.
Mar
Sin razón se queja del mar el que otra vez navega.
Memoria
Procuramos olvidar lo que, traído a la memoria, nos entristece.
En los hombres grandes no es menos provechosa la memoria que la presencia.
Más dura la memoria de las injurias recibidas que de los beneficios.
La buena memoria es principio de sabiduría.
Miedo
El miedo se pinta en el rostro.
El miedo hace a los hombres valientes.
El miedo es guarda de reinos.
Misericordia
Especie de misericordia es matar súbitamente.
Mozo
Mozos fueron primero los que ahora son hombres.
La ira del mozo, súbito se enciende y fácilmente se apaga.
No se puede formar de los mozos un juicio exacto.
Muerte
Demasiado pronto muere el hombre para llegar a conocer las cosas inmortales.
Otra muerte es no poder llorar en la muerte.
Nunca hubo muerte de que no hubiese queja.
Dos veces muere el que a voluntad de otro muere.
Triste cosa es no saber morir.
Todo lo que de nuestra edad queda atrás, lo tiene la muerte.
Muy sentida es la muerte en que el padre queda vivo.
No murió temprano el que no había de vivir más de lo que vivió.
Es morir bien, morir voluntariamente.
Manchada deja su vida el que procura su muerte.
Para morir, el mejor de los tiempos es el próspero.
Debe esperarse la muerte que la naturaleza ordena.
Por demás se impide la muerte al que está determinado a morir.
Poco importa carecer de sepultura.
Hasta la muerte huye de los desgraciados.
De vivir y de morir nos pesa.
Bien se sufre sola una muerte.
Nadie muere sino a su tiempo.
A hombre muerto toda tierra es natural.
Poco tiene que esperar aquel a quien la vejez hizo vecino de la muerte.
En todas partes se muere.
El que llamas muerto no murió, sino que partió primero.
Uno y otro es cobardía: querer y no querer morir.
El que aconseja que se piense en la muerte, la libertad aconseja.
Mujer
Buena es la mujer cuando abiertamente es mala.
La virtuosa mujer manda a su marido obedeciéndole.
La mujer no admite medio: o ama mucho o aborrece mucho.
Natural es de mujeres deleitarse.
Amor de mujer casta, perpetuo es.




N

Naturaleza
Todo lo que por arte se hace, es más incierto y desigual que lo que naturaleza reparte.
Necesidad
Para nuestra avaricia lo mucho es poco, y para nuestra necesidad lo poco es mucho.




O

Obediencia
La obediencia del vasallo hace pacífico al señor.
Obligación
Cumple religiosamente tus obligaciones del modo mismo que las contrajeres.
Olvidar
Lo que de raíz se aprende, nunca del todo se olvida.
Opinión
De los males posibles ninguno peor que la opinión del vulgo.
No hagas juez de la vida a la opinión popular, sino a tu sola conciencia.
Orden
No puede haber orden cuando hay mucha prisa.
Osadía
La osadía es vencedora de leyes.
Aun los más cobardes hablan con osadía.

domingo, 25 de diciembre de 2011

LA NARRATIVA (1)

LA NARRATIVA (1)

TEXTOS DE INTRODUCCIÓN

"Un texto narrativo es una historia que se cuenta con lenguaje; esto es,
que se convierte en signos lingüísticos. Como se hizo evidente a partir de la
definición de un texto narrativo, estos signos los emite un agente que relata.
El agente no es el escritor. Por el contrario, el escritor se distancia y se
apoya en un portavoz ficticio, un agente al que se denomina técnicamente
narrador. Pero el narrador no relata continuamente. Cuando en el texto aparece
el estilo directo, es como si el narrador transfiriese provisionalmente su
función a uno de los actores. Cuando se describa el estado textual, será por lo
tanto importante determinar quién realiza la narración."

(Teoría de la narrativa, de Mieke Bal)


"Una cosa es lo que cuenta el novelista --la sustancia del contenido-- y otra muy distinta la manera de contarlo--el continente o la expresión--. Una misma historia o anécdota se
puede, por la tanto, contar de muy distintas maneras. Raymond Queneau en Ejercicios de estilo narra de 98 maneras diferentes una misma anécdota: lo que ocurre en un autobús abarrotado de gente y el encuentro de uno de los pasajeros con un amigo. habrá que distinguir,
pues, lo que se suele denominar historia, trama y discurso. la historia es una
narración de sucesos ordenados en su orden temporal. O dicho de otra manera, el
encadenamiento temporal de las acciones que protagonizan los personajes."
(Introducción a los géneros literarios, de Juan Luis Onieva)

"Si nos fijamos en nuestra literatura, es fácil comprobar cómo la mayor parte de la novelística clásica responde al esquema de la sucesión y yuxtaposición de episodios relativamente
aislables, y sólo unificados en función de un protagonista o de unos personajes
centrales. Ya hemos citado los casos del Lazarillo, El Quijote, Guzmán de Alfarache, El Persiles, El Criticón, etc., a los que cabría agregar la mayor parte de las novelas caballerescas, de las pastoriles, las bizantinas, etc.. El esquema del viaje se da en casi todas, así como la
frecuente intercalación de cuentos, novelas cortas, etc.."
(Estructuras de la novela actual, de M. Baquero Goyanes)




1. LA NARRATIVA:
LA HISTORIA Y SUS NARRADORES.

Sin duda alguna el género literario más cultivado y leído es el de la Narrativa. En
este apartado trataremos de la historia que se cuenta en toda narración y los temas fundamentales de la misma. No es lo
mismo historia que argumento, pues mientras éste se basa en la causalidad que
ha originado los hechos, la historia es la mera narración de los mismos aunque
sujetos a un marco temporal. Por último, debemos aclarar que una historia no
existe si no se viste de lenguaje; por ello, una misma historia puede contarse
de muchos modos, según los recursos lingüísticos empleados para contarla.
Dicho esto, la historia puede ser real, irreal, mezcla de una y otra; incluso puede recoger la vida de una persona, conocida o desconocida. Veamos por separado los tipos de historia más corrientes:

.-Parte de la vida de un personaje, como es el caso de Lazarillo de Tormes, que abarca desde el nacimiento del pícaro en el molino del río hasta que se casa en Toledo y ejerce un oficio más o menos honrado.
.-Vidas enteras de un personaje famoso, generalmente reales, contadas en tercera persona, caso de las Biografías (Vidas de los Césares, por ejemplo) o en primera persona, como los libros de Memorias.
.-Historia de un momento decisivo en la vida de un personaje, como en Cinco horas con Mario, de Delibes, en que Carmen, plantea a su marido de cuerpo presente una serie de problemas vitales compartidos con él mientras espera a que vengan los empleados de la funeraria a llevarse el féretro.
.-Un acontecimiento, una experiencia, un proceso de la vida cotidiana, etc. que influirán en el resto de la vida de un personaje o de varios, suceso que puede englobar un tiempo más o menos extenso, como lo ocurrido en El Jarama, de Sánchez Ferlosio, donde un grupo de chicos y
chicas se divierten un domingo de verano a orillas de ese río hasta que el ahogamiento de Luci, una de las chicas, trastoca la alegría en desolación y cambia repentinamente la vida de sus amigos.

.-También hay historias cuyos actores principales son animales, como podemos ver en algunos apólogos del El Conde Lucanor, de don Juan Manuel (Lo que le sucedió a una zorra con un cuervo..., Lo que le pasó a la golondrina con los otros pájaros..., Lo que hacen las hormigas para defenserse...), y otros cuentos tradicionales, como el tan conocido de El gato con botas. Otras historias tratan de viajes (20000 leguas de viaje submarino, de Verne), de ciudades (La ciudad de los prodigios, de E. Mendoza), de objetos (La carta robada, de Poe), de fenómenos naturales (El
rayo de luna, de Bécquer), de batallas (Zaragoza, de Galdós), etc.

Por otra parte, ninguna historia puede existir si no hay detrás un narrador que la cuente desde un
punto de vista determinado. Existen varias clases da narrador:

.-Narrador externo que habla en tercera persona y lo sabe todo de la acción y de los personajes del relato. Por ejemplo, en Zalacaín el aventurero, de Pío Baroja, la persona que habla es omnisciente, conoce hasta el menor detalle de lo que ocurre y lo que piensa cada personaje de la
novela, incluido el protagonista.


"En esta época, los chicos no iban tanto a la escuela como ahora, y Martín pasó mucho tiempo sin sentarse en sus bancos. No sabía de ella más sino que era un sitio oscuro, con unos cartelones blancos en las paredes, lo cual no le animaba a entrar. Le alejaba también de aquel modesto centro de enseñanza el ver que lo chicos de la calle no le consideraban como uno de los suyos, a causa de vivir fuera del pueblo y de andar siempre hecho un andrajoso."
En este tipo de narrador omnisciente puede aparecer la voz del propio autor para dirigirse de vez en cuando al lector avisando, recriminando, valorando los hechos o los dichos de uno o más personajes. es lo que ocurre en muchas de nuestras novelas realistas (las de Galdós, Pereda, Valera...)

.-Narrador externo que habla en tercera persona, pero sólo sabe lo que ve y oye; actúa como una cámara, que registra la imagen y el sonido, sin participar en la acción ni opinar sobre ella. La citada novela de Sánchez Ferlosio, El Jarama, es uno de sus mejores exponentes.
.-Narrador externo que habla en tercera persona y se identifica con un personaje de la
novela; puede estar presente en las acciones principales de la novela, como ocurre con Lolo, el protagonista de tres años de El príncipe destronado, de Delibes.

.-Narrador interno que habla en primera persona y participa en la acción del relato como protagonista de la misma; presta a la narración un tono subjetivo e intimista y la caracteriza como autobiográfica. El citado caso del Lazarillo de Tormes o de cualquiera de los personajes principales de las novelas picarescas son claros ejemplos.
"Fue tal el golpecillo, que me desatinó y sacó de sentido, y el jarrazo tan grande, que los pedazos de él se me metieron por la cara, rompiéndomela por muchas partes, y me quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé. Desde aquella hora quise mal al mal ciego, y, aunque me quería y regalaba y me curaba, bien vi que se había holgado del cruel castigo."
.-Narrador interno que habla en primera persona y participa en la acción del relato como un personaje secundario; se llama también narrador testigo porque suele ser un personaje que ha
presenciado los acontecimientos de la historia. Así ocurre con Nelly, la criada de Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, sin cuya narración no conoceríamos los detalles del amor tempestuoso entre Catherine y Heathcliff.
También se emplea la primera persona del plural (Azorín, Cortázar).
.-Narrador que emplea la segunda persona (el tú o el usted) para dirigirse a un personaje de
la novela; puede ser omnisciente o cualquier otra clase de narrador. La citada novela de Delibes, Cinco horas con Mario, es un ejemplo palmario, en el cual la viuda se dirige durante toda la novela a su difunto marido, de cuerpo presente, para reprocharle sus defectos y las consecuencias que han causado en la vida de ella misma. O Señora de rojo sobre fondo gris, del mismo Delibes, donde la segunda persona alterna con otras.
"Hace una hora, cuando llegaste, miraba, como cada día, el camino de grava desde el escañil. Vi cruzar tu coche ante el tragaluz. Te estaba esperando. Alicia me lo comunicó ayer. me dijo: Ha terminado la pesadilla. los han soltado. Ana irá a verte mañana. A través de ese cristal
llega hasta mí la apagada vida del pueblo... Todo lo que conforma mi vida actual se recorta cada mañana en el tragaluz. Lo miro todo; lo veo todo. Soy como Dios."

Lecturas y actividades
1. Lee los siguientes textos y contesta las preguntas:


“Alfanhuí y su maestro hablaron mucho aquellas noches. El maestro contó cómo había comido una vez una cereza de la silla. Sabía a nueces, a brasero apagado y a velas de esperma, que es el sabor de los interiores y del hastío de las casas. El maestro había visto en sueños toda la historia de aquel cerezo la noche en que había comido su fruto. Lo había plantado en el jardín el
antiguo dueño de la casa, que era ebanista. Tiempo después se había casado este hombre con una mujer joven y muy guapa y había cortado el cerezo para hacerle una silla. La mujer se sentaba allí todas las tardes, y hacía labor sobre su regazo.”
(Industrias y andanzas de Alfanhuí, de R. S. Ferlosio)

“Desta manera me fue forzado sacar fuerzas de flaqueza, y poco a poco, con ayuda de las buenas gentes, di conmigo en esta insigne ciudad de Toledo, adonde, con la bondad de Dios, después de
quince días se me cerró la herida; y mientras estaba malo, siempre me daban alguna limosna: mas después que estuve sano, todos me decían: “Tú, bellaco y gallofero eres; busca, busca un amo a quien sirvas.” ¿Y adónde se hallará este—decía yo entre mí--, si Dios ahora de nuevo (como crió al mundo) no lo criase? Andando así, discurriendo de puerta en puerta con harto poco remedio (porque ya la caridad se subió al cielo), topóme Dios con un escudero que iba por la calle con razonable vestido, bien peinado, su paso y compás en orden; miróme y yo a él; y díjome: “Muchacho, ¿buscas amo?” Yo le dije: “Sí, señor”. “Pues vente tras mí—me respondió--, que Dios te ha hecho merced en topar conmigo. Alguna buena oración rezaste hoy. Y seguíle, dando gracias a Dios por lo que le oí, y también que me parecía, según su hábito y continente, ser el que yo había menester.”
(Lazarillo de Tormes, Anónimo)

“Por todos lados descubríamos navíos dispersos, la mayor parte ingleses, no sin grandes averías y procurando todos alcanzar la costa para refugiarse. También los mismos españoles y franceses, unos desarbolados, otros remolcados por algún barco enemigo. Marcial reconoció en uno de estos al “San Ildefonso”. Vimos flotando en el agua multitud de restos y despojos, como
masteleros, cofas, lanchas rotas, escotillas, trozos de balconaje, portas, y, por último, avistamos dos infelices marineros que, mal embarcados y en un gran palo, eran llevados por las olas, y habrían perecido si los ingleses no corrieran al instante a darles auxilio. Traídos a bordo del “Trinidad”, volvieron a la vida, que, recobrada después de sentirse en los brazos de la
muerte, equivale a nacer de nuevo.”
(Trafalgar, de Benito Pérez Galdós)



a) ¿Qué tipo de historia se cuenta en cada uno de los textos anteriores? Razona tu respuesta.
b) Explica qué clase de narrador es el que la narra cada una de ellas. Justifica tu elección.
c) Cuenta brevemente el contenido de cada una de las historias que se narran en los textos anteriores.

2. LA NARRATIVA: LOS PERSONAJES.

Lo mismo que no hay narración sin historia, tampoco sería posible hablar de narración en la que no salieran personajes. Pues son ellos los que realizan los hechos de la historia o nos cuentan lo que ocurre en ella. Veamos en esta unidad los tipos de personajes que pueden darse.

Los personajes de la narrativa suelen ser seres vivos, personas la mayoría de las veces, Don Quijote, Ana Ozores, el Lazarillo…; en ocasiones familias, como apreciamos en Nada, de Carmen Laforet, donde se nos pinta el modo de vivir de los tíos y la abuela de Andrea, la estudiante que va a vivir a la casa que poseen aquéllos en la calle de Aribau de Barcelona. Pero también los animales pueden ser personajes (ahí están los ejemplos de Moby Dick, Colmillo blanco, Juan Salvador Gaviota...). En Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, por ejemplo, el burrito del poeta se convierte en el verdadero protagonista de los numerosos acontecimientos que suceden en la
obra.

“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...”

Otras veces ocurre que el personaje de una narración por la noche se acuesta en la historia siendo persona y se despierta a la mañana siguiente convertido en animal. Es el caso conocido de Samsa, criatura inventada por Kafka en su Metamorfosis. Ejemplos parecidos al anterior ya se dieron en
la obra latina del mismo nombre de Ovidio, en la cual las personas no sólo se transforman, por bendición o maldición de los caprichosos dioses, en animales (pájaros, arañas, etc.), sino en vegetales, como los fieles esposos Cimón y Baucis o el caso más conocido de la ninfa Dafne que, perseguida por Apolo, acaba convirtiéndose en laurel. En El bosque animado, de W. Fernández. Flórez, el verdadero protagonista de la obra son los árboles que forman ese bosque y los animales que viven en él. Hasta un muñeco de madera puede erigirse en protagonista de una historia, como es el caso de Pinocho, de la obra homónima de Collodi. Y hay obras como en Alicia
en el país de las maravillas donde los animales adquieren igual protagonismo que las personas.

Existen otros modos de clasificar a los personajes de la narración. En primer lugar, pueden ser personajes planos, si son estereotipos o se comportan basados en una sola cualidad (son buenos o malos, por ejemplo) y cuyo comportamiento es siempre previsible; y personajes redondos,
cuando son más complejos y cuya caracterización va tejiéndose a medida que se desarrolla la trama de la narración a la que pertenecen.

También pueden dividirse en personajes principales, cuando la acción narrativa se mueve alrededor de ellos; son los casos de Don Quijote, Ana Ozores, Mario y tantos otros; y secundarios, si sólo ayudan a que los principales puedan ejercer su cometido o a dar otra visión del tema central de la historia, como Sancho Panza, Fermín de Pas o Carmen, por citar otros que
pertenecen a las mismas obras que los anteriores.
Finalmente, pueden recibir otros nombres, como personaje protagonista, frente al antagonista, personaje múltiple o colectivo (los más de trescientos personajes de La colmena, de Cela, podrían
considerarse de este tipo), personaje figurante o incidental, que ejerce un papel intrascendente en la obra y muchas veces sirve para ayudar a crear ciertos ambientes sociales...; incluso puede
darse el caso del personaje ausente, del que se habla en la obra pero no aparece en ella, como la madre de Elena en La soledad era esto, de Juan José Millás, por citar un ejemplo.

En cuanto a la caracterización de los personajes, el autor de la narración puede valerse de varias fórmulas:
.-El narrador omnisciente lo retrata directamente y lo hace de manera completa y objetiva, diciéndonos del personaje hasta el detalle más pequeño, la edad, sus rasgos físicos, aficiones y hasta las comidas que suele hacer o las ropas que lo visten. Eso hace Cervantes con su personaje
principal en su obra más famosa. O “Azorín” en este fragmento de Las confesiones de un pequeño filósofo:
“Mi tío Antonio era un hombre escéptico y afable; llevaba unalarga y fina cadena de oro que le pasaba y repasaba por el cuello; se ponía unas veces una gorra antigua con dos cintitas detrás, y otras un sombrero hongo, bajo de copa y espaciado de alas (…). Era un hombre dulce: cuando se
sentaba en la sala, se balanceaba en la mecedora suavemente, tarareando por lo bajo, al par que en el piano tocaban la sinfonía de una vieja ópera.”

.-El narrador protagonista o el narrador testigo lo retratan indirectamente, es decir, dicen de él lo que saben y de qué modo los impresiona o los efectos que en ellos producen los rasgos de carácter y el modo de actuar del personaje. Juan Ramón Jiménez retrata a Platero según
lo ve él y describe este o aquel rasgo del burrito atendiendo al sentimiento, cariño, lástima, sorpresa…, que causa en él.
"En las lentas madrugadas de invierno, cuando los gallos alertas ven las primeras rosal del alba y las saludan, Platero, harto de dormir, rebuzna largamente. ¡Cuán dulce su lejano despertar, en la luz celeste que entra por las rendijas de la alcoba! (...) Y pienso en lo que habría sido del pobre Platero si en vez de caer en mis manos de poeta hubiese caído en las de uno de esos carboneros que van, todavía de noche, por la dura escarcha de los caminos solitarios, a robar los pinos de los montes."

.-El propio personaje se retrata a sí mismo, diciendo cómo actúa, habla o escribe. Son casos muy conocidos en nuestra novelística contemporánea los siguientes: el de Pascual Duarte, personaje creado por Camilo José Cela en La familia de Pascual Duarte, novela tildada de tremendista
por muchas razones, como veremos en su momento; y el de Lorenzo, bedel y cazador, que Delibes hizo protagonista de sus dos novelas con forma de diario: Diario de un cazador y Diario de un emigrante.
"Había que herir con los ojos bien abiertos, con los cinco sentidos puestos en el golpe. Había que
conservar la serenidad que parecía ya como si estuviera empezando a perder ante la vista del cuerpo de mi madre... El tiempo pasaba y yo seguía allí, parado, inmóvil como una estatua, sin decidirme a acabar. No me atrevía; después de todo era mi madre, la mujer que me había parido. Con echarme al mundo no me hizo ningún favor, absolutamente ninguno."


Lecturas y actividades
Lee los textos siguientes y contesta a las preguntas:

1.
" Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel… Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco como de piedra. Cuando paso sobre él los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
--Tiene acero…Tiene acero. Tiene acero y plata de luna al mismo tiempo.”

Juan Ramón Jiménez

2.
“Yo quiero evocar mi vida; en esta soledad, entre estos volúmenes, que tantas cosas me han revelado en estas noches plácidas, solemnes, del verano, parece que resurja en mí, viva y angustiosa, toda mi vida de niño y adolescente. Y si dejo la mesa y salgo un momento al balcón, siento como un aguzamiento doloroso de la sensibilidad cuando oigo en la lejanía el aullido
plañidero y persistente de un perro cuando contemplo el titileo misterioso de una estrella en la inmensidad infinita. Y entonces, estremecido, enervado, torno a la mesa y dudo ante las
cuartillas de si un pobre hombre como yo, es decir, de si un pequeño filósofo, que vive en un grano de arena perdido en lo infinito, debe estampar en el papel los minúsculos acontecimientos de su vida prosaica.”

“Azorín”

3.
“ El gato es el más romántico de los animales; su alianza con el hombre está hecha sólo para poder ensoñar con comodidad, libre de los absorbentes cuidados de ganar la vida y defenderla.
El perro da, en cambio, su trabajo y se muestra siempre dispuesto a él, con celo impaciente. El gato, no. Si coge algún ratón es porque le distraen las peripecias de la caza, pero a veces, cuando está sumido en fantasías cautivadoras, los deja pasar a su lado sin molestarse en entreabrir los párpados. No admite dueños sino anfitriones, y por eso no sirve sino que se deja servir. Tan seguro está de sus propias perfecciones, de la belleza de su piel, de la elegancia de todas sus actividades, que entiende pagar la máxima merced con su presencia.”
W. Fernández Flórez

4.
“Tenía la Benina voz dulce, modos hasta cierto punto finos y de buena educación, y su rostro
moreno no carecía de cierta gracia interesante que, manoseada ya por la vejez, era una gracia borrosa y apenas perceptible. Más de la mitad de la dentadura conservaba. Sus ojos, grandes y oscuros, apenas tenían el ribete rojo que imponen la edad y los fríos matinales. Su nariz destilaba menos que las de sus compañeras de oficio, y sus dedos, rugosos y de abultadas coyunturas, no
terminaban en uñas de cernícalos. Eran sus manos como de lavandera, y aún conservaban hábitos de aseo. Usaba una venda negra bien ceñida en la frente; sobre ella, pañuelo negro, y negros el manto y vestido, algo mejor apañaditos que los de las otras ancianas."
Benito Pérez Galdós

a) Identifica el tipo de personaje de cada uno de los textos anteriores.
b) Explica cómo está caracterizado cada uno de ellos.
FELIZ NAVIDAD A TODOS LOS SEGUIDORES DE MIS BLOGS

viernes, 23 de diciembre de 2011

ABRE LA VENTANA

Abre la ventana,

y el sol dorará el membrillo de tu alma.

Cierra la ventana,

y la sombra apagará el brillo de tu mirada.

Abre la ventana,

y tu cuerpo olerá a savia y a esperanza.

Cierra la ventana,

y todo tu futuro se voloverá nostalgia.

Abre la ventana,

y entrará en tu corazón la confianza.

Cierra la ventana,

y crecerá en tu corazón la desesperanza.

Abre la ventana,

y el rescoldo de tu amor avivará sus llamas.

Cierra la ventana,

y el ansia de amar se batirá en retirada.

Abre la ventana,

y la libertad te dará más alas.

Cierra la ventana,

y tu vida devendrá soledad encarcelada.

Abre la ventana,

y la dicha cortejará tu casa.

Cierra la ventana,

y la amargura anegará tu almohada.

¡Abre la ventana!

martes, 20 de diciembre de 2011

La familia en la literatura española


La familia como protagonista colectivo

Volviendo a la familia como protagonista colectivo de la obra, nuestra Literatura muestra
variados ejemplos. Uno de ellos es el que Pío Baroja retrata en La casa de Aizgorri (1900), primera novela de las tres que forman la trilogía titulada Tierra vasca.

Escrita en forma dialogada, La casa de Aizgorri pinta una familia semifeudal, cuyo jefe, don Lucio, construye una destilería de aguardiente y le da tanto a la bebida que muere a causa de ella. Pero eso no es lo peor, sino que a sus hijos Luis y Águeda les deja como herencia una fortuna
hipotecada y la inminente quiebra. Luis, heredero de los vicios de su padre, prefiere huir de la casa el mismo día de la muerte de su progenitor, mientras que Águeda, de corazón noble y carácter valiente, intenta sacar adelante la herencia de su padre y, ayudada por el dueño de una pequeña fundición que hipoteca para ese fin, convierte la destilería en hospital. Sin embargo, la
nueva empresa fracasa incluso antes de llevarse a cabo.

Veamos un fragmento del diálogo que mantienen Águeda y don Julián, el médico del pueblo
antes de la muerte de don Lucio, padre de aquélla, sobre los efectos del alcohol.
“Don Julián.—Es que los efectos del alcohol son lentos. El daño que hace en el padre se
manifiesta en el hijo o en el nieto.
Águeda.-- ¿Y usted cree que en nuestro pueblo ha sucedido algo de eso?
Don Julián.-- ¡Ya lo creo! Arbea era uno de los pueblos más fuertes de las provincias
vascongadas, pueblo de agricultores, semibárbaros, que vivía en este valle hundido. Los Aizgorris, tus antepasados, eran los señores,, los jaunchos, como los llamaban aquí, gente aguerrida, con la hermosa crueldad del salvaje; hombres enérgicos, de músculos y de corazón duros como el acero. Vino tu abuelo y puso la fábrica, excitado por el lucro, y poco a poco el alcohol fue infiltrándose y la degeneración cundió por todas partes.
Águeda.—Y de los padres ha pasado a los hijos, ¿verdad?
Don Julián.—Ahí está, precisamente, el mayor mal. Ése es el aspecto más triste de los efectos
del alcohol: no mata, pero hace degenerar a la descendencia, seca las fuentes de la vida. Así los hijos nacidos, desequilibrados y enclenques, pagan las culpas de los padres, por esa fatalidad inexorable de la herencia. (Contemplando a Águeda, que está pensativa y ensimismada.) ¿En qué pìensas?
Águeda.—Pienso en la obra funesta de mi familia. (Sonriendo con tristeza.) Porque, para usted,
nosotros hemos sido los envenenadores del pueblo.”

Una familia especial es la que vive en casa de don Ramón de Villaamil, protagonista de la
novela de Galdós Miau (1888).
Villaamil es un anciano funcionario de Hacienda que próximamente va a quedar cesante en la
empresa donde ha trabajado toda su vida, y ahora su máxima aspiración es trabajar los dos meses que le faltan para conseguir una pensión que les permita a él y a su familia vivir dignamente. Para ello, debe encontrar buenas recomendaciones, y mientras pedir ayuda a los amigos y endeudarse. Su más fiel colaborador es Luis Cadalso, su nieto, que ejerce de cartero de su abuelo continuamente. El pequeño vive con su familia materna tras la trágica muerte de su madre. Convive con tres mujeres: doña Pura, Milagros y Abelarda; unas apasionadas de la buena
vida y asiduas asistentes a la ópera. Por su aspecto relamido, sus facciones menudas y aniñadas y sus pretensiones de aparentar son llamadas «las Miau». Fingen constantemente y amargan la vida de don Ramón con su inconsciencia, frivolidad y estupidez. No se conforman con llevar una vida media, sino que buscan la manera de continuar perteneciendo a la clase acomodada mediante préstamos y empeños constantes.
Con el continuo ir y venir de Luis con las cartas de su abuelo, las salidas a la ópera de las
mujeres y la penuria económica, comienza a dibujarse en la casa una trágica normalidad, que empieza a hundir a Villaamil. Pero entonces llega la sorpresa: aparece el padre de Luis, Víctor Cadalso, que también trabaja en la Administración. Pero a diferencia de Villaamil, no basa su trabajo en la honradez. Víctor se instala en la casa, y a lo largo de su estancia genera continuos conflictos. Seduce a Abelarda prometiéndole amor eterno, sólo para pasar el rato, y cuando ella le
confiesa que también está enamorada, la abandona.
Una deuda contraída con su hermana, lleva a Víctor a entregarle a su hijo. Esto, unido a
su ascenso en la empresa y a la impotencia que siente don Ramón por no poder colocarse, genera tal sentimiento de frustración en él que, cuando se formaliza la boda de su hija y observa que ya no será necesario para su familia, económicamente hablando, se quita la vida.


Leamos un pasaje de la novela en el que doña Pura recrimina a su marido don Ramón su falta de carácter comparándolo al de Víctor Cadalso, su yerno:
“Era el más bruto de la oficina. Ya se sabía; descubierta una barbaridad, todos decían:
“Cucúrbitas”. Después ni un día cesante, y siempre para arriba. ¿Qué quiere decir esto? Que será muy bruto, pero que entiende mejor que tú la aguja de marear. ¿Y crees que no se hace pagar a tocateja el despacho de los expedientes?
--Cállate, mujer.
--¡Inocente!... Ahí tienes por lo que estás como estás, olvidado y en la miseria; por no tener
ni pizca de trastienda y ser tan devoto de San Escrúpulo bendito. Créeme, eso ya no es honradez, es sosería y necedad. Mírate en el espejo de Cucúrbitas; él será todo lo melón que se quiera, pero
verás cómo llega a director, quizá a ministro. Tú no serás nunca nada, y si te colocan, te darán un pedazo de pan, y siempre estaremos lo mismo (acalorándose). Todo por tus gazmoñerías, porque no te haces valer, porque fray Modesto ya sabes que no llegó nunca a ser guardián. Yo que tú, me iría a un periódico y empezaría a vomitar todas las picardías que sé de la Administración, los enjuagues que han hecho muchos que hoy están en candelero. Eso, cantar claro, y caiga el que caiga…, desenmascarar a tanto pillo… Ahí duele. ¡Ah!, entonces verías cómo les faltaba tiempo para colocarte; verías cómo el director mismo entraba aquí, sombrero en mano, a suplicarte que
aceptaras la credencial.
--Mamá, que es tarde—dijo Abelarda desde la puerta, poniéndose la toquilla.
--Ya voy. Con tantos remilgos, con tantos miramientos como tú tienes, con eso de llamarles a
todos dignísimos y ser tan delicado y tan de ley que estás siempre montado al aire como los brillantes, lo que consigues es que te tengan por un cualquiera. Pues sí (alzando el grito), tú
debías ser ya director, como esa es luz, y no lo res por mandria, por apocado, porque no sirves para nada, vamos, y no sabes vivir. No; si con lamentos y con suspiros no te van a dar lo que pretendes. Las credenciales, señor mío, son para los que se las ganan enseñando los colmillos. Eres inofensivo, no muerdes, ni siquiera ladras, y todos se ríen de ti. Dicen: “¡Ah, Villaamil, qué
honradísimo es! ¡Oh!, el empleado probo…” Yo, cuando me enseñan un probo, le miro a ver si tiene los codos fuera. En fin, que te caes de honrado. Decir honrado, a veces es como decir ñoño. Y no es eso, no es eso. Se puede tener toda la integridad que Dios manda, y ser un hombre que mire por sí y por la familia…
--Déjame en paz—murmuró Villaamil desalentado, sentándose en una silla y derrengándola.
--Mamá—repetía la señorita, impaciente.
--Ya voy, ya voy.
--Yo no puedo ser sino como Dios me ha hecho—declaró el infeliz cesante--. Pero ahora no se
trata de que yo sea así o asado; trátase del pan de cada día, del pan de mañana. Estamos como queremos, si… tenemos cerrado el horizonte por todas partes. Mañana…
--Dios no nos abandonará—dijo Pura intentando robustecer su ánimo con esfuerzos de esperanza, que parecían pataleos de náufrago--. Estoy tan acostumbrada a la escasez, que
la abundancia me sorprendería y hasta me asustaría… Mañana…
No acabó la frase ni aun con el pensamiento. Su hija y su hermana le daban tanta prisa, que
se arregló apresuradamente.”

Otra familia igualmente singular, es la que Carmen Laforet retrata en Nada (1944), novela que
obtuvo el recién inaugurado premio Nadal. En ella Andrea, una joven canaria, que viene a Barcelona a estudiar en la Universidad, se instala en el piso su abuela, situado en la calle de Aribau. Allí se encontrará con una familia cuyos miembros son cada cual más raro y conflictivo. Junto a la anciana viven sus hijos Angustias, Román y Juan y Gloria, la mujer de este último. La primera es una beata hipócrita que acosa a la sobrina advirtiéndole de los peligros que encierra la sociedad, cuando ella no tiene reparo alguno en mantener relaciones sexuales con un casado y para evitar el qué dirán se marcha de casa para meterse monja. Román es el tío pintor y bohemio, que vive al margen de las convenciones sociales. Mientras que su otro tío Juan, es un maltratador que inflige a su mujer Gloria todo tipo de vejaciones incluido el maltrato físico; por otro lado, Gloria es el tipo de mujer débil y acomodaticia, que sufre en silencio y sigue queriendo, pese a todo, a su marido. El único personaje inocente, que parece vivir sólo y exclusivamente para lograr la paz en su familia es la abuela. Andrea, la universitaria adolescente, testigo y narradora
de los hechos, se ve envuelta en una atmósfera irrespirable; sólo el conocimiento de Ena, una compañera de la Universidad, puede salvarla.
Leamos lo que le dice la tía Angustias a Andrea al principio de vivir en el piso de la abuela
sobre el resto de la familia:
“Tengo que advertirte algunas cosas. Si no me doliera hablar mal de mis hermanos te diría
que después de la guerra han quedado un poco mal de los nervios… Sufrieron mucho los dos, hija mía, y con ellos sufrió mi corazón… Me lo pagan con ingratitudes, pero yo les perdono y rezo a Dios por ellos. Sin embargo, tengo que ponerme en guardia…
Bajó la voz hasta terminar en un susurro casi tierno:
--Tu tío Juan se ha casado con una mujer nada conveniente. Una mujer que está estropeando su
vida… Andrea; si yo algún día supiera que tú eras amiga de ella, cuenta con que me darías un gran disgusto, con que yo me quedaría muy apenada…
Yo estaba sentada frente a Angustias en una silla dura que se me iba clavando en los muslos bajo la falda. Estaba además desesperada porque me había dicho que no podría moverme sin su voluntad y la juzgaba sin ninguna compasión, corta de luces y autoritaria. He hecho tantos juicios equivocados en mi vida, que aún no sé si éste era verdadero. Lo cierto es que
cuando se puso blanda al hablarme mal de Gloria, mi tía me fue muy antipática.”

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Breve diccionario senequista

Seguimos con el Diccionario, hoy con las letras H, I, L

H

Hambre
Todo lo vence el hombre menos el hambre.
En poca costa nos mete el hambre y en mucha el hastío.
Hastío
En poca costa nos mete el hambre y en mucha el hastío.
Hombre
Mozos fueron primero los que ahora son hombres.
Todo lo vence el hombre menos el hambre.
Todo lo puede esperar el hombre mientras viva.
Lo más perfecto que hay en el hombre está libre del poder de los hombres.
Honestidad
No hay cosa honesta que no sea útil.
Todo honesto tiene por bajeza el que a su cuerpo ama demasiado.






I

Inconstancia
La inconstancia acorta los días de nuestra vida.
Inexperiencia
La inexperiencia destruye e inutiliza muchas buenas ocasiones.
Ingenio
Desde la infancia da señales el ingenio.
Curioso es naturalmente nuestro ingenio.
Ignorancia
La ignorancia en las gentes siempre está en su principio.
Ingrato
Ingrato es el que sólo en secreto es agradecido.
Ingrato es el que por miedo es agradecido.
Injuria
El que desea hacer una injuria ya la ha hecho.
El mayor castigo de la injuria es haberla hecho.
Injusto
Quien puede ser injusto quiere serlo.
Injusto es hacer mal al que menos veces te lo hizo.
Inocencia
Muchas veces por dolor la inocencia se hace culpable.
Parte de inocencia es la ceguedad.
Yerra el que por odio del malo pone su inocencia en peligro.
Ira
Arrojo nos da la ira.
No hay mal que n haga una mujer airada.
La ira del mozo, súbito se enciende y fácilmente se apaga.
En nadie es la ira más peligrosa que en el que a otro castiga.
El sabio nunca provoca la ira del poderoso, sino que procura evitarla.




L

Lealtad
La confianza produce muchas veces la lealtad.
Lectura
No interesa el que leas muchos libros; interesa más el que sean buenos libros los que leas.
Libertad
Carecemos de libertad para nacer a nuestro arbitrio.
El que aconseja que se piense en la muerte, la libertad aconseja.
Obedecer a Dios es libertad.
En los ancianos es ocasión de más constancia el estar cerca de su libertad.
Libro
La diversidad de libros distrae el entendimiento.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Mónologo del preso


MONÓLOGO DEL PRESO

Adaptación muy libre de un poema
del chileno Víctor Domingo Silva (1882-1960)

No saben ustedes lo guapa que era la americanita, la hija mayor de mi patrón mister Edward. Marylin de nombre pero que nosotros la llamábamos cariñosamente Lin.
Era rubia como el oro y más bonita que un día de sol.
(Pausa.)
Todavía recuerdo el alboroto que formaba cuando aparecía por la hacienda montada en su caballo Carbonero, negro y bello como una noche de verano, una mano en el lazo y otra en la rienda, chaqueta de cuero larga y pantalones tejanos. Iba ella mejor a caballo que todos nosotros juntos andando, y cuidado con que alguien hiciera el menor comentario negativo sobre la señorita y su manera de montar.
Una vez se le ocurrió a un lechuguino criticar la forma de montar de Lin, y poco le duró la crítica en la boca pues de un solo golpe de su lazo la señorita lo sacó de la silla de su caballo limpiamente.
(Pausa.)
Todos la queríamos a rabiar, se lo juro, y cuando se ausentaba de la hacienda para hacer algún recado en la capital, más la echábamos de menos a ella que al vino de las fiestas.
Lin tocaba a la perfección el acordeón y la guitarra, y en los rodeos, corriendo vacas con su corcel Carbonero, nos superaba a todos con una gracia y una elegancia dignas de premio.
(Pausa más larga.)
Pasó el tiempo. Se fue la señorita a vivir a la capital. Resultó para todos una verdadera desgracia verse privados de su belleza y alegría. Fue tan grande la pena que nos entró, que nos dio por beber sin freno y hasta olvidábamos a ratos la faena. Hasta que nos enteramos de que se había casado y que se iba a América. Incluso vimos en los papeles la noticia de su boda y a ella vestida de novia con un ramo de flores de azahar. Tan bonita como siempre. Y al novio más contento que unas castañuelas. ¡Cómo no iba a estarlo si se había llevado la flor de estos lugares, la luz que para nosotros relucía más que una estrella de Navidad.

(Pausa.)
Déjeme que haga memoria, como cada uno aprecia lo que tiene, ponga atención en lo que viene ahora, que es lo mejor de esta historia. Dicen que el marido era malo y muy celoso y un día nos dijeron que se había vuelto loco porque le había dicho ella en un momento de sinceridad que no estaba segura de si lo quería de verdad o no, y sin darle tiempo a explicarle sus dudas, desenfundó la pistola y la mató de un tiro.
(Pausa larga.)
¿Que por qué estoy aquí? Por muy poca cosa. Un día que acompañé al patrón a comprar ganado a la capital me perdí en la plaza y oí hablar del suceso del asesinato de la señorita, y un forastero
faltón y voceras por demás, con la boca caliente de tanto hablar de lo que desconocía, se permitió decir que la señorita Lin había llevado su merecido porque era una… ¡Señor! ¡Cómo iba
a ser eso mi patroncita! Y sin esperar un segundo, me llegué al forastero faltón, le llamé mal
nacido y saqué a relucir a todos sus parientes sin dejar a nadie, y como quiso pasarse de valiente y bravucón, lo desafié a pelear de hombre a hombre y en menos que canta un gallo lo cosí a cuchilladas por deslenguado.
(Pausa.)
Ni me arranqué corriendo ni me escondí de nadie. Fui hecho preso. ¿Por qué andar con
engaños? Me abrieron proceso y, demostrada mi culpabilidad, me condenaron a veinte años. Soy un reo, un penado. ¿Y que hay con eso?
FIN

domingo, 4 de diciembre de 2011

Lafamilia en la literatura española


La relación padre-hijo y viceversa

La relación padre-hijo o viceversa presenta variantes contrapuestas en nuestra literatura.
El aspecto positivo lo vemos en las Coplas por la muerte de su padre (1479),
de Jorge Manrique, o en El alcalde de Zalamea (1639), de
Calderón de la Barca. El negativo aunque con final feliz, en La vida es sueño (1635), del
dramaturgo anterior, y, de consecuencias terribles, en La tierra de Alvargonzález
(1912), de Antonio Machado. Si bien existen hechos en que la relación padre-hijo
adquieren tintes dramáticos porque interviene el elemento patriótico, como es
el caso de Guzmán el Bueno, que, siendo gobernador de Tarifa, prefiere la
defensa e integridad de la ciudad a la vida de su propio hijo, acompañando su
patriótica decisión con el ya mítico gesto de arrojar desde la muralla a los
sarracenos, que tienen de rehén a su hijo, su propio cuchillo para que le den
muerte; tema llevado a la literatura entre otros por Antonio Gil de Zárate, en
su drama histórico titulado precisamente Guzmán el Bueno (1842).

En las Coplas, además de hablar de la fugacidad de la vida y sus elementos materiales, del
paso inexorable del tiempo y del poder igualatorio de la muerte, entre otras
cosas, el hijo poeta presenta a su padre como un dechado de virtudes, entre las
que destacan la aceptación de la muerte con resignación cristiana. He aquí unas
cuantas estrofas donde se aprecia el homenaje final, la ternura y el amor que
un hijo siente por su padre fallecido:
“Aquel de buenos abrigo,
amado, por virtuoso,
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
y tan valiente;
sus hechos grandes y claros
no cumple que los alabe
pues los vieron;
ni pretendo hacerlos caros,
ya que el mundo todo sabe
cuáles fueron.

Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Qué benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos,
¡qué león!
Luego sigue una larga lista de virtudes en comparación con figuras ilustres de la historia
pasada: bondadoso como Trajano, generoso como Tito, clemente como Antonio Pío,
elocuente como Adriano, etcétera, etcétera.
Acaban las Coplas con la visita que le hace la Muerte en su villa de Ocaña invitándole a dejar este mundo engañoso y perecedero para entrar en otra vida mejor y perdurable. Obviamente, como buen cristiano, el maestre consiente de buen grado:
“No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
es locura.”
Y tras pedir perdón a Jesús, exhala su último aliento rodeado de su familia. De este modo
pinta el poeta, su hijo, ese momento:
“Así, con tal entender ,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
--el cual la ponga en el cielo,
en su gloria--,
que aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria.”

En El alcalde de Zalamea, se cuenta la historia del alcalde Pedro Crespo.
Éste, un rico labrador viudo entrado en años, es feliz porque tiene cuanto puede desear ya que la vida le ha concedido unos hijos buenos y disfruta de una bien ganada fama de hombre honesto. Hasta que un día Isabel, su querida hija es violada por el capitán Álvaro de Ataide, que se alojaba en casa del labrador.
La hija se lo cuenta al padre y éste, viendo afligido que, tras rogar al infractor que repare el daño que ha hecho casándose con la ofendida, recibe como respuesta la burla y la vejación, manda, como alcalde, primero apresarlo y luego ajusticiarlo con el garrote, amparándose en la convicción de que
“Al rey la hacienda
y la vida se ha de dar;
pero el honor
es patrimonio del alma,
y el alma sólo es de Dios.”
Y cuando el propio rey, Felipe II, le recrimina el hecho de haberlo ajusticiado con garrote
en vez de degollarlo como le correspondía por ser capitán y caballero, Pedro Crespo le contesta sabiamente:
“Señor, como los hidalgos
viven tan bien por acá,
el verdugo que tenemos
no ha aprendido a degollar.
Y esa es querella del muerto,
que toca a su autoridad
y hasta que él mesmo se queje
no les toca a los demás.”

En La vida es sueño, Basilio, rey de Polonia, advertido por los adivinos del reino que el hijo que tenga se levantará contra él, nada más nacer Segismundo, lo manda encerrar en un calabozo, donde será educado y cuidado de la mejor manera. Pasado el tiempo, arrepentido el rey de su fea acción, manda sacar del calabozo a su primogénito tras narcotizarlo para que crea que todo ha sido un sueño. Pero Segismundo se comporta en la corte de manera indebida y hasta arroja por el balcón del palacio a un cortesano que le replica. Basilio, juzgando que sería muy peligroso que un hombre así de cruel y despótico sería un mal rey, vuelve a narcotizar a Segismundo y a encerrarlo en la prisión nuevamente. El monólogo a que da lugar esta situación es ya antológico:
“Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones cargado
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida?, un frenesí;
¿qué es la vida?, una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.”
Pero a todo esto, el pueblo se ha sublevado a favor de Segismundo, a quien considera
legítimo heredero del trono. Éste, una vez liberado, lucha contra su padre y lo vence. Basilio, al verse arrodillado ante su hijo, se convence de la verdad de los vaticinios. Sin embargo, Segismundo, gracias a la experiencia pasada, que le ha cambiado el carácter, se comporta generosamente con su padre, quien le nombra su heredero.

Peor sin duda es lo que acontece en La tierra de Alvargonzález (el propio autor escribió un
cuento-leyenda con el mismo motivo), en que Alvargonzález sueña un día junto a la fuente que sus hijos mayores lo matan,
“Los dos mayores se alejan
por los rincones del sueño.
Entre los dos fugitivos
reluce un hacha de hierro.”
Al despertar ve que era verdad; luego los parricidas lo arrojan al fondo de la Laguna Negra con
una piedra atada a los pies. La suerte quiso que a un buhonero que pasaba por aquellas tierras le culparan del crimen. Con lo que los asesinos pudieron heredar las tierras de Alvargonzález impunemente.
“Pasados algunos meses,
la madre murió de pena.
Los que muerta la encontraron
dicen que las manos yertas
sobre su rostro tenía,
oculto el rostro con ellas.”
Pero si bien durante un tiempo las tierras siguieron dándoles fruto, pronto se tornaron
estériles, y la pobreza, junto con el remordimiento, hundió la vida y el ánimo de los parricidas.
“A los dos Alvargonzález
maldijo Dios en sus tierras,
y al año pobre siguieron
largos años de miseria.”
Hasta que un día el hermano menor, Miguel, que se hallaba en las Indias, volvió rico dispuesto a
afincarse en la aldea donde había nacido. Para ello empezó comprándoles a sus hermanos parte de la tierra, la cual, trabajada de sol, a sol, volvió a mostrarse fértil, mientras que las de los asesinos se tornaban más estériles que nunca.
Desesperados, se las vendieron a su hermano mientras la envidia les comía el corazón. Hasta que una noche se asomaron al huerto y vieron un hombre encorvado sobre la tierra.
“Mírale—dijo uno al otro--;
hasta de noche trabaja.”
Acto seguido le gritaron, pero aquel hombre no era Miguel, sino el viejo Alvargonzález. “Los mayores volvieron a sentir en sus venas la sangre de Caín, y el recuerdo del crimen les azuzaba al crimen.” Y mataron al hermano menor ahogándolo en la presa del molino. Y otra vez las tierras de Alvargonzález pasaron a ser suyas, y de nuevo volvieron a cosechar felizmente el primer año;
pero al segundo, la tierra se empobreció otra vez. Y un día, mientras uno de ellos abría un surco con el arado y al volver la cabeza veía que el surco se cerraba, el otro hermano comprobaba que al arrancar las malas hierbas de la huerta de la tierra brotaba sangre.
El remordimiento de los crímenes que habían cometido con su padre y su hermano pequeño se hizo tan insoportable que decidieron acabar con él de una vez. Tomaron el camino de la Laguna Negra y al llegar a las rocas que la circundan, gritaron “¡Padre!”. “Y cuando en los huecos de las rocas el eco repetía: ¡Padre! ¡Padre! ¡Padre!, ya se los había tragado el agua de la laguna sin fondo.”