miércoles, 6 de enero de 2016

CUATRO CENTENARIOS LITERARIOS DEL 2016. CELA, BUERO VALLEJO, BLAS DE OTERO Y CERVANTES

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Dado el panorama que nos muestra el presente, prefiero olvidarme momentáneamente de él para recordar 4 centenarios literarios españoles que se cumplen este año que acaba de comenzar: tres centenarios de nacimientos, los del novelista Premio Nobel Camilo José Cela, el dramaturgo Antonio Buero Vallejo y el poeta Blas de Otero, y el  centenario de la muerte de Miguel de Cervantes: tres pilares de nuestra literatura de posguerra y el principal representante literario en el mundo.

A Camilo José Cela (Iria Flavia,1916- Madrid, 2002) le debemos, entre otras cosas, la creación del tremendismo en la novela, escuela que se relaciona con otros movimientos narrativos anteriores de nuestra Literatura, como la picaresca de los siglos XVI y XVII (Lazarillo de Tormes, El Buscón o Guzmán de Alfarache) o la novela naturalista del XIX de Clarín, Blasco Ibáñez o Emilia Pardo Bazán, pues su Pascual Duarte (1942) reabrió el camino de una narrativa cuyo protagonista vive en un ambiente marginado, sumido en la incultura, el sufrimiento y la angustia. He aquí las primeras palabras que escribe supuestamente Pascual Duarte desde la cárcel:
 
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya. "

De la pluma acerada de Cela también salieron otras novelas de tanta o mayor fama que la anterior, como Pabellón de Reposo (1943), Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944) o  La colmena (1951).

 
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Respecto a Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 1916- Madrid, 2000) nadie pone en duda de que sea uno de nuestros mejores dramaturgos del siglo XX (premios Lope de Vega y Cervantes), junto con Lorca y Valle-Inclán. A él le debemos obras tan importantes como Historia de una escalera (1949), En la ardiente oscuridad (1950), Un soñador para un pueblo (1958) o El tragaluz (1967), al que pertenece el siguiente fragmento:

" VICENTE. No es locura, es vejez. [Una cosa muy corriente:] arteriosclerosis. Ahora estará más sujeto en casa: les regalé la televisión el mes pasado. (Ríe.) [Habrá que oír las cosas que dirá el viejo.] (Tira una postal sobre la mesa.) Esta postal no le gustará. No se ve gente.
(Se abstrae. Se oye el ruido de un tren remoto, que arranca, pita y gana rápidamente velocidad. Su fragor crece y suena con fuerza durante unos segundos. Cuando se amortigua, el padre habla en el cuarto de estar. Poco después se extingue el ruido en una ilusoria lejanía.)
EL PADRE. (Exhibe un monigote que acaba de recortar.) Éste también puede subir.
(Mario interrumpe su trabajo y lo mira.)
MARIO. ¿Adónde?
EL PADRE. Al tren.
MARIO. ¿A qué tren?
 EL PADRE. (Señala al frente.) A ése.
 MARIO. Eso es un tragaluz.
 EL PADRE. Tú que sabes...
 (Hojea la revista.)
ENCARNA. (Desconcertada por el silencio de Vicente.) ¿No nos vamos?
(Abstraído, Vicente no contesta. Ella lo mira con curiosidad.)
MARIO. (Que no ha dejado de mirar a su padre.) Hoy vendrá Vicente.
 EL PADRE. ¿Qué Vicente?
 MARIO. ¿No tiene usted un hijo que se llama Vicente?
 EL PADRE. Sí, el mayor. No sé si vive.
 MARIO. Viene todos los meses.
 EL PADRE. Y tú, ¿quién eres?
 MARIO. Mario.
 EL PADRE. Tú te llamas como mi hijo.
 MARIO. Soy su hijo.
 EL PADRE. Mario era más pequeño.
 MARIO. He crecido.
 EL PADRE. Entonces subirás mejor.
 MARIO. ¿Adónde?
 EL PADRE. Al tren. "

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Y en cuanto a Blas de Otero (Bilbao, 1916- Majadahonda, 1979), premiado con el  Boscán de poesía entre otros, fue un excelente y comprometido poeta que cultivó poesía religiosa, existencial y sobre todo social. A la primera pertenece su libro Cántico espiritual (1842) que escribió imitando a los místicos (recuérdese que así se llamó precisamente una de las composiciones poéticas más emblemáticas del mejor de nuestros místicos San Juan de la Cruz). De su poesía existencial, para muchos la mejor, destacamos poemarios como Ángel fieramente humano (1950) o Redoble de conciencia (1951), que algunos años más tarde (1958)  formaron un solo libro titulado Ancia , título resultante de unir a la primera sílaba del primer título la última del segundo. Finalmente, de su etapa de poesía social, sobresalen poemarios como Pido la paz y la palabra (1975), En castellano y Que trata de España (ambos de 1975). He aquí un par de  muestras de su quehacer poético:

PIDO LA PAZ Y LA PALABRA
“Escribo
en defensa del reino
del hombre y su justicia. Pido
la paz
y la palabra. He dicho
«silencio»,
«sombra»,
«vacío»
etcétera.
Digo
«del hombre y su justicia»,
«océano pacífico»,
lo que me dejan.
Pido
la paz y la palabra.”

 
YO SOY AQUEL QUE AYER NO MAS DECÍA
“Dicen que estamos en el antedía,
yo diría: no sé ni dónde estamos.
Ramos de sombra por los pies, y ramos
de sombra en el balcón de la agonía.
Madera dulce de la luz: estría
triste del día que se va. Nos vamos.
Más que lavar el alba, sombreamos
el abanico de la noche fría.
Prefiero fabricar un alba bella
para mí solo. Para ti: de todos,
de todos modos no contéis con ella.
Otros vendrán. Verán lo que no vimos.
Yo ya ni sé, con sombra hasta los codos,
por qué nacemos, para qué vivimos.”
 

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Finalmente, de Cervantes, ¿qué podemos decir que ya no se haya dicho? El año anterior celebramos el cuarto centenario de la edición de la Segunda Parte de su inmortal Quijote. Ahora para celebrar el cuarto centenario de su muerte como se merece, lo mejor será recurrir a una mínima antología de sus principales obras:

“En esto, le vino al pensamiento cómo le haría, y fue que rasgó una gran tira de las faldas de la camisa, que andaban colgando, y diole once ñudos, el uno más gordo que los demás, y esto le sirvió de rosario el tiempo que allí estuvo, donde rezó un millón de avemarías. Y lo que le fatigaba mucho era no hallar por allí otro ermitaño que le confesase y con quien consolarse; y así, se entretenía paseándose por el pradecillo, escribiendo y grabando por las cortezas de los árboles y por la menuda arena muchos versos, todos acomodados a su tristeza, y algunos en alabanza de Dulcinea.”                         (De El Quijote)

 

“Aquel que tiene de escribir la llave,
con gracia y agudeza en tanto extremo,
que su igual en el orbe no se sabe
es don Luis de Góngora, a quien temo
agraviar en mis cortas alabanzas,
aunque las suba al grado más supremo.”                                  (De Viaje al Parnaso)

 

“Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte.
Una, pues, de esta nación, gitana vieja, que podía ser jubilada en la ciencia de Caco, crió una muchacha en nombre de nieta suya, a quien puso nombre Preciosa, y a quien enseñó todas sus gitanerías y modos de embelecos y trazas de hurtar. Salió la tal Preciosa la más única bailadora que se hallaba en todo el gitanismo, y la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama.”                    (De La gitanilla, Novelas Ejemplares)

 

“JUEZ. ¿Qué pendencia traéis, buena gente?
MARIANA. Señor, ¡divorcio, divorcio, y más divorcio, y otras mil veces divorcio!
   JUEZ. ¿De quién, o por qué, señora?
MARIANA. ¿De quién? De este viejo que está presente.
   JUEZ. ¿Por qué?
MARIANA. Porque no puedo sufrir sus impertinencias, ni estar siempre atenta a curar todas sus enfermedades, que son sin número; y no me criaron a mí mis padres para ser hospitalera ni enfermera. Muy buen dote llevé al poder de esta espuerta de huesos, que me tiene consumidos los días de la vida; cuando entré en su poder, me relumbraba la cara como un espejo, y agora la tengo con una vara de frisa encima. Vuesa merced, señor juez, me descase, si no quiere que me ahorque; mire, mire los surcos que tengo por este rostro, de las lágrimas que derramo cada día por verme casada con esta anatomía.”           
                                                                                               (De El juez de los divorcios, Entremeses)

 

“No pudo dejar de reírse Elicio de las razones de Erastro y del comedimiento con que la licencia de amar a Galatea le pedía; y así, le respondió:
-No me pesa a mí, Erastro, que tú ames a Galatea; pésame bien de entender de su condición que podrán poco para con ella tus verdaderas razones y no fingidas palabras; dete Dios tan buen suceso en tus deseos, cuanto merece la sinceridad de tus pensamientos; y de aquí adelante no dejes por mi respecto de querer a Galatea, que no soy de tan ruin condición que, ya que a mí me falte ventura, huelgue de que otros no la tengan: antes te ruego, por lo que debes a la voluntad que te muestro, que no me niegues tu conversación y amistad, pues de la mía puedes estar tan seguro como te he certificado; anden nuestros ganados juntos, pues andan nuestros pensamientos apareados; tú, al son de tu zampoña, publicarás el contento o pena que el alegre o triste rostro de Galatea te causare; yo, al de mi rabel, en el silencio de las sosegadas noches o en el calor de las ardientes siestas, a la fresca sombra de los verdes árboles de que esta nuestra ribera está tan adornada, te ayudaré a llevar la pesada carga de tus trabajos, dando noticia al cielo de los míos. Y, para señal de nuestro buen propósito y verdadera amistad, en tanto que se hacen mayores las sombras de estos árboles, y el sol hacia el occidente se declina, acordemos nuestros instrumentos y demos principio al ejercicio que de aquí adelante hemos de tener.”                                     (De La Galatea)