miércoles, 23 de abril de 2014

EL DÍA DEL LIBRO






Así es abril: ayer estuvo lloviendo todo el día y hoy, Día del Libro, el cielo está azul y brilla un sol espléndido, propio para recorrer los puestos de libros en busca de alguno que merezca la pena de pasar a la historia de los recuerdos de tal festividad, festividad que por otra parte conlleva muchos puntos negativos, el principal de los cuales es que llegue a convertirse en el único día del año en que se compra un libro; sí he dicho “se compra”, que no “se lee”. Dejando eso aparte, que cada uno tome el día como mejor le vaya.
Hoy se entrega el Premio Cervantes a Poniatowska, una escritora mejicana octogenaria poco conocida entre nosotros pero que sin duda es merecedora del premio como lo fueron sus predecesores y lo serán quienes vengan detrás de ella... para quienes forman parte del Jurado. En Cataluña se celebra también el Día de Sant Jordi, el vencedor del dragón de la ignorancia, en medio de tantos tontos contemporáneos que viven de la ilusión y el espejismo de la separación, y las rosas que, arrancadas de sus rosales, acabarán ajándose de aburrimiento en algún jarrón de casa cuando no entre las manos de los ociosos que preferirán lucirse entre las abarrotadas calles del centro de Barcelona a buscar la soledad amable de la lectura.
Entre tanto, medio mundo busca las cosquillas al otro medio intentando llegar a las manos “por un palmo más de tierra”.
Pinto a ratos. Doy una vuelta con la bici, leo y escribo un poco y, en cuanto pueda, me acercaré a algún puesto de libros del pueblo en busca de uno que valga la pena, un clásico tal vez, mejor que uno de estos bestsellers que antes de que te des cuenta han pasado al olvido. Precisamente estoy de acuerdo con la idea de que hoy se escribe y se publica tanto que en ello se halla el virus que acabará con la verdadera escritura, la que deleita y enseña a pensar y a sentir.



TRES LIBROS PARA EL DÍA DEL LIBRO


En vez de seguir la corriente de contribuir al negocio del libro como venta exclusiva de un producto más (según las estadísticas, en Barcelona se vende sólo en el Día de Libro la mitad de lo que se vende durante todo un año), adquiriendo el último título que ha parido Dios sabe qué cerebrito popular, prefiero darme una vuelta por los puestos sencillos de mi pueblo y comprar por el precio de uno de aquéllos unos cuantos que sirvan para recordar, volver a leer o leer por primera vez lo que me interesó siempre. En esta ocasión, me he traído a casa tres libros que guardan la nota común de abrir ventanas a la belleza y al conocimiento por medio del arte y la literatura. A esta última pertenecen dos de los volúmenes adquiridos: uno de Clásicos Planeta perteneciente a la colección dirigida por tres grandes de nuestras letras, José Manuel Blecua, Martín de Riquer (dos de mis mejores maestros universitarios) y José María Valverde; me refiero al Teatro Completo y Relatos, de Chéjov (Introducción imprescindible del mencionado Valverde), más de mil cien páginas con las obras teatrales de este ruso universal, entre las que destacan La gaviota, El tío Vania o El jardín de los cerezos, así como los Relatos escritos entre 1883 y 1885, algunos de cuyos títulos son: El espejo curvo (cuento de Navidad), La muerte de un funcionario, El actor trágico, La cerilla sueca (relato policiaco), La lectura, En el cementerio, Retahíla, El cuervo, El cadáver, El escritor o El empresario bajo el diván (historia de entre bastidores).
El otro libro es el poemario Cuadernos de Barlovento, del poeta Enrique Badosa, al que tuve ocasión de saludar hace poco en el Ateneo de Barcelona con motivo del homenaje que le hizo El laberinto de Ariadna. Publicado en Selecciones de poesía española de Plaza y Janés, Barcelona, 1996, reúne poemas escritos entre 1968 y 1985 durante los viajes que el autor de Epigramas confidenciales realizó por varios lugares del mundo, desde Cap Sa Sal, famoso cabo de la costa de Bagur (Gerona), hasta El Cuzco, ciudad del sureste del Perú donde se encuentra el corazón del imperio inca, pasando por Lanzarote, Sicilia o simplemente navegando en alta mar. Destacan en estos Cuadernos, cada uno dedicado a cantar lo visto y ensoñado en cada lugar, los poemas breves (combinaciones excelentes de heptasílabos y endecasílabos, a veces sólo de endecasílabos, siempre blancos), algunos de cuyos ejemplos son: Templo de Segesta, Teatro en Taormina, Tula, Libertad, Obsidiana, Kabah, Plaza de armas, Tampu Machay, Huaca o Cóndor, por no hacer más extensa la lista.
En cuanto al tercero de los libros adquiridos el Día del Libro, se trata de un repaso exhaustivo por el Modernismo barcelonés, si bien cuando la ruta se extiende fuera de la ciudad condal el libro, que se titula precisamente Ruta del Modernismo. Barcelona, editado lujosamente por el Institut Municipal del Paisatge Urbà i la Qualitat de Vida, del Ayuntamiento de Barcelona, se olvida lamentablemente de citar al menos entre sus más de doscientas cincuenta páginas un monumento modernista emblemático de mi ciudad, Cerdanyola del Vallés, a saber, el Museo de Arte Can Doménech, obra de los arquitectos Buidas y Balcells y construido en 1894. Pero seguimos. El libro en cuestión estudia y presenta 115 hitos modernistas situados en Barcelona, comenzando en la Casa Estapé (paseo de san Juan) y acabando en el Mosaico de la iglesia de san Paciano (calle Vallés), pasando por lugares tan señalados como el Palacio Güell (Nou de la Rambla), Mercado de la Boquería, Palacio de la Virreina (ambos en la Rambla), Ateneo barcelonés (la Canuda), Catalana de Gas (Portal del Ángel, Els Quatre gats (Montsió), Palacio de la Música catalana (San Francisco de Paula), Casa Amatller, Casa Batlló, La Pedrera (las tres en en paseo de Gracia), La Sagrada Familia (Mallorca), Hospital de Santa Paz y San Pablo (San Antonio María Claret), Casa de la Lactancia (Gran Vía), Museo Nacional de Arte de Cataluña (Montjuic), Caixa Forum, Fábrica Casa-Ramona (Marqués de Comillas), el Parque Güell y un largo, larguísimo etcétera que convierten a Barcelona en la ciudad europea modernista por excelencia. Luego la ruta se extiende por otros lugares de la provincia para mostrarnos monumentos que no van muy a la zaga de los descritos antes, como la Colonia Güell en Santa Coloma de Cervelló, Manresa, Reus, Mataró, Sitges, Villafranca del Panadés y otros. El libro, además de los conocimientos artísticos, históricos y biográficos que aporta, incluye un sinfín de ilustraciones que hacen más comprensivo el cúmulo de datos, un índice onomástico que favorece la búsqueda de los diversos monumentos en cuestión y unos imprescindibles planos de Barcelona con la ubicación exacta de los mismos. 

miércoles, 2 de abril de 2014

LA EDUCACIÓN A DEBATE




En este país todos sabemos de todo y creemos tener derecho a manifestar nuestra opinión. No pretendo criticar esa condición inherente al españolito medio, pero sé que si lo pensáramos un poco y leyéramos más, los problemas de todo tiempo, desde los personales y familiares hasta los profesionales, pasando por los económicos, sanitarios y educacionales, por citar unos pocos, esos problemas que nos acucian a diario a todos por igual, no lo serían tanto. En cuanto a los problemas educacionales, los más de cuarenta años que estuve en la brega docente me avalan para afirmar que se deben principalmente a los siguientes factores: en primer lugar, al cambio constante de las Leyes de Educación, uno cada vez que cambia el partido del gobierno (creo que desde que los dos partidos mayoritarios se alternan en el poder, llevamos más de treinta Leyes de Educación); y lo que es peor, no hay en ninguno de los dos la menor intención de sentarse alrededor de una mesa para procurar acercar posiciones y llegar a un acuerdo viable. 
En segundo lugar, está la ley del mínimo esfuerzo de la mayoría de los alumnos, acostumbrados a conformarse con realizar los deberes en casa (quienes los hacen) y aprobar por la mínima los controles evaluadores; los que van más allá de ese conformismo, aprenden de memoria los contenidos y se olvidan de reflexionar sobre su alcance significativo y práctico, haciendo válido así el argumento de las autoridades académicas, que, por otra parte, en nuestro país, han pisado muy poco el aula y desconocen los pros y los contras de la aventura que representa una sola clase, sujeta a varios elementos que deben estar debidamente preparados y coordinados alrededor de constantes explicaciones y aclaraciones de conceptos y términos propios de la asignatura impartida y de exactas y meditadas correcciones para garantizar el ritmo adecuado de aprendizaje de cada alumno, sin bajar la guardia un solo instante en lo que se refiere a mantener la atención y la actitud disciplinar de los educandos. 
En tercer lugar, a la escasa exigencia de muchos de nosotros los profesores y de las volubles tablas de medir el aprendizaje de nuestros discípulos, por no hablar de la nula colaboración con el resto de los colegas en unificar criterios de evaluación, con lo que se suele acabar sembrando dudas en los propios alumnos sobre qué objetivos cognitivos y actitudinales deben conseguir. 
En cuarto lugar, a los padres de los alumnos que critican la capacidad de los docentes delante de sus hijos…Y no olvidemos, el último escalón que pretenden bajar para acabar de una vez con la educación de sus propios hijos: salir a la calle para exigir a grito pelado y a pancarta con faltas de ortografía que se supriman los deberes escolares para hacer en casa.