martes, 9 de diciembre de 2014

CABEZA DE TORTILLA (1)



                                                             Para mis nietos Xavi y Martí


Supongo que ya debéis haber imaginado por qué se llama así el principal personaje de estas historias que hoy comienzo a escribir para vosotros. Sí, efectivamente, su cabeza no era como la nuestra: no tenía pelo, ni carne ni hueso; tenía… pues eso: lo que tienen las tortillas: huevos y patatas, nada más; bueno, a decir verdad, aunque era una tortilla su cabeza, Cabeza de Tortilla podía oír y oler y ver y andar y correr y hablar como nosotros, tal y como podréis comprobar enseguida. Y ya que os noto un poco impacientes por oír su historia, me pongo manos a la obra y empiezo por el principio, que es por donde empieza todo.
Cabeza de Tortilla nació una noche de horrible tormenta durante la cual cayeron varios rayos en el cobertizo de la granja del tío Mandarín, un chino muy simpático con fama de brujo entre los chicos del barrio, en el que se almacenaban sin orden ni concierto todo tipo de alimentos, cachivaches y herramientas y aperos de labranza, a saber, canastas con los huevos que habían puesto de día las gallinas, sacos de patatas y otras hortalizas, tinajas de aceite, de agua y de vino, tarros de mermelada de ciruela, melocotón y fresa, botes de conservas de tomates, pimientos, berenjenas y alubias blancas y pintas , cañas cortadas con las que el tío Mandarín andamiaba las plantas de la huerta, azadas, rastrillos, picos y palas, mangueras de regar, regaderas de mano, cubos y poleas desechadas del pozo de la finca, bicicletas viejas que habían pertenecido a sus sobrinos antes de que volvieran con sus padres a su país de extremo oriente, sillas y mesas desvencijadas y un largo etcétera que suprimo para no cansaros demasiado.
El caso es que uno de los rayos que cayeron en el interior del cobertizo lo hizo con tanto poder y fuerza que incendió gran parte de él mezclando en el fuego muchos elementos que allí había. El tío Mandarín que no pudo pegar ojo durante la noche, se levantó asustado al oír un gran trueno que estalló muy cerca de él y ver el resplandor que entraba por la ventana del dormitorio. Aún no había amanecido cuando bajó a ver qué pasaba. El espectáculo que se ofrecía ante él era terrible. Las llamas devoraban rápidamente cuanto se ponía delante y enseguida llegaron al tejado de madera del cobertizo, que deshicieron como si fuera de papel. Vamos, para que os hagáis una idea, el tío Mandarín no pudo hacer nada por apagar el incendio en el que se consumía todo por muchos cubos de agua que echara sobre él, aun a riesgo de perder la propia vida bajo las llamas. Finalmente, agotado y triste, se sentó fuera a esperar a que el fuego se fuera apagando poco a poco para poder entrar en el cobertizo y salvar lo que hubiera quedado sin quemarse.
Amaneció y el fuego se apagó, aunque aún seguía saliendo humo del cobertizo. Entonces el tío Mandarín se decidió a entrar en él, y con lágrimas en los ojos vio el desastre que el rayo había causado en sus pertenencias. Apenas pudo salvar un tercio de lo que había almacenado allí tras muchos años de trabajos y sacrificios. Y cuando ya, después de pasarse toda la mañana recogiendo lo que no había sido devorado por el fuego, se disponía a subir a casa para descansar, oyó un gemido que brotaba de un rincón del cobertizo. Se asustó nuevamente.
--¿Hay alguien ahí?
--Sí. Soy yo—contestó una voz que no sabría definir--. Ayúdeme a salir de aquí. Hay encima de mí una enorme tinaja de aceite que me impide realizar cualquier movimiento.
El tío Mandarín acudió hacia el lugar de donde provenía la voz, pero no vio a ningún ser humano a la vista; sólo la gran tinaja de aceite y debajo un artefacto extraño que no había visto nunca.
--¿Pero qué es esto?—se preguntó sorprendido el chino mientras apartaba la tinaja a un lado y dejaba libre al artilugio.
--Soy yo—contestó éste rodando hacia fuera.
El tío Mandarín no podía creerse lo que estaba viendo. ¿Acaso aquello era producto de una de sus viejas magias realizadas tiempo atrás en el cobertizo? Pero enseguida negó con la cabeza. Aquel extraño artefacto con voz humana había sido sin duda efecto de la tormenta de la noche pasada, del fuego que el extraordinario rayo había causado en el cobertizo. Porque allí, delante de él había una especie de artificio compuesto de varios elementos que reconocía haber tenido en el cobertizo.
Voy a ayudar al tío Mandarín a describir este nuevo ser que se va a convertir en protagonista de la primera historia que os estoy contando; de otro modo no os haríais una idea. Los miembros inferiores eran dos mangos de azadas que remataban en sendas ruedas de bicicleta sin cubierta ni neumático; sólo con la llanta y los radios de hierro. El tronco, dos canastas forradas con sacos y en su interior una bombilla que se encendía y se apagaba rítmicamente, como si fuera un corazón de luz. Los miembros superiores, uno era un pico y el otro una pala, ambos con sus correspondientes mangos de madera. El cuello, varios trozos de cañas, clavados en su extremo inferior a las canastas del tronco y en su extremo superior a una criba de tamaño mediano. Y sobre ella, incrustada en el aro, la cabeza más original que se haya visto nunca: una tortilla de patata. Pero con unos apéndices excepcionales de que suelen carecer las tortillas de patata, a saber, varias narices de melocotón en almíbar en su parte superior, varios ojos de mermelada de ciruela situados estratégicamente alrededor del borde de la tortilla, algunos de los cuales adornados con la virtud de ver en la oscuridad, y varias orejas de mermelada de fresa en la base que tocaba la criba; apéndices que, como podéis suponer, le daban a Cabeza de Tortilla clara superioridad sobre el resto de los seres vivos, que sólo tenemos una nariz que pierde el olfato cuando estamos resfriados y dos orejas y dos ojos que con el tiempo van perdiendo audición y vista.
El tío Mandarín no hizo más que ver unos segundos al mecanismo vivo que tenía delante, cuando, lejos de asustarse, se acercó a él y le dijo:
--Como has nacido en mi cobertizo, no puedo por menos de considerarte algo mío; así que puedes quedarte a vivir conmigo. Y te llamaré Cabeza de Tortilla.
--No me parece mal la segunda parte de tus palabras pues no habría nombre más exacto que el que le has puesto a esto que soy. Pero lo de quedarme a vivir contigo lo veo imposible.
--¿Por qué? Has nacido aquí. ¿Por qué no puedes seguir viviendo aquí. ¿Conmigo?
--No es que no quiera, tío Mandarín. ¿Es que el haber nacido del modo que he nacido no te hace pensar que mi destino es otro que el quedarme quieto en tu granja, sin hacer nada?
--¿Qué quieres decir?
--Simplemente que si alguien, superior a nosotros, mucho más poderoso que los dos, ha querido crearme así en una horrible noche de tormenta, ha sido por algún motivo, para hacerme caballero andante o algo así. Me lo dice esta luz que se enciende y se apaga constantemente en mi pecho. Me lo dicen el pico y la pala de mis manos y las ruedas de bicicleta de mis pies. Y sobre todo me lo dice con toda claridad mi cabeza de tortilla y la criba en la que se engarza. Hay mucha injusticia ahí fuera esperando que yo actúe en defensa de los más débiles. ¿Crees tú, tío Mandarín, que yo sería justo si me quedara aquí en tu granja? Te bastas tú sólo para cultivar la tierra y cuidar de las gallinas. Hasta ahora lo has hecho muy bien. Sigue así y deséame suerte en mis futuras hazañas.
El hombre se quedó sin argumentos para convencer a Cabeza de Tortilla para que se quedara con él ante las palabras lógicas y coherentes del humanitario artefacto.
--Vuelve cuando quieras—dijo al cabo de unos segundos--. Aquí siempre tendrás un sitio donde vivir.
Cabeza de Tortilla le dijo adiós con la mano de pala y salió rodando con las desnudas llantas de las ruedas de sus pies. Poco tiempo después, mientras el tío Mandarín, resignado a su suerte, entraba en casa a prepararse el almuerzo, Cabeza de Tortilla llegaba al claro de un pinar esperando encontrarse con la primera injusticia que reparar en su empresa de adalid defensor de seres desamparados.


Y he aquí que dos urracas, que estaban posadas en la rama de un pino, lo descubrieron desde su natural atalaya. La sorpresa que se llevaron fue mayúscula.
--¿Qué es ese artefacto que acaba de aparecer ahí abajo?—se preguntó una.
--Parece una bicicleta que lleva una tortilla—dijo la otra.
--¡Qué maravilla! ¡Una bicicleta con una tortilla!—exclamaron las dos a la vez tocadas por la misma inspiración poética.
Y soltaron una carcajada de bruja que recorrió lúgubremente el pinar. Cabeza de Tortilla, que oyó con toda claridad la risa nerviosa de las urracas, se dijo en su interior: “Esos seres que se ríen así no son seres indefensos y, por lo tanto, no necesitan de mi ayuda; al contrario, si me quedo aquí por más tiempo, seré yo quien la necesite.” Y siguiendo al pensamiento la acción, salió rodando a toda prisa del claro del pinar.
Pero las dos urracas no estaban dispuestas a dejar escapar una ocasión así para darse un banquete a expensas de Cabeza de Tortilla. Y una dijo:
--Lancémonos en picado sobre esa tortilla rodante.
--Sea, hermana—le contestó la otra abriendo las alas--. Y que nos siente bien el festín.
Y dicho y hecho. Bueno lo del festín, ya hubieran querido dárselo. El hecho sólo fue lanzarse en picado sobre Cabeza de Tortilla. Una de ellas lo máximo que hizo fue rozar con su pico el borde de la tortilla; se quedó con las ganas de probarla y con el cuerpo aplastado contra una piedra del camino, pues la mano pala de nuestro caballero rodante la recibió de tal modo que, en vez de dedicarle un saludo amistoso, la despidió definitivamente. La otra urraca, viendo lo que le había pasado a su hermana, remontó el vuelo y desapareció en lo más frondoso del bosque para contar al resto de las urracas cómo y a manos de quién había muerto su hermana.
 

Mientras tanto, Cabeza de Tortilla, dando gracias al fuego del rayo que lo había hecho así, por un lado frágil y apetitoso para los demás, pero por otro bien preparado para atacar y defenderse, siguió su camino rodante en busca de alguna aventura en la que tuviera que defender a un ser más desvalido que él. Sin embargo, el destino le tenía reservados nuevos contratiempos y enemigos de los que debía seguir defendiéndose, pues al al pasar por las afueras de un pueblo abandonado, fue descubierto por un par de perros famélicos y sin amo que, sorprendidos, exclamaron a la vez:
--¡Qué portento; una bicicleta con alimento!
Y satisfechos de su inspiración poética, pero no del hambre que tenían, lanzaron al aire dos largos aullidos y salieron en persecución de Cabeza de Tortilla sin dejar de ladrar.
--Tú rodéale por la derecha—dijo uno--, que yo lo haré por la izquierda.
--De acuerdo, hermano—contestó el otro--; y así antes de que sus ruedas lleguen al asfalto de la calle mayor, la alcanzaremos y nos comeremos la tortilla que lleva.





Cabeza de Tortilla, alertado por los ladridos de los perros, apretó el rodar de sus ruedas para entrar en el pueblo antes que ellos y de este modo esconderse en algún zaguán que encontrara en su huida. Pero los canes le cerraron el paso justo antes de llegar a la primera casa. Se vio perdido. Aquellos furiosos animales daban grandes saltos y abrían la boca mostrando sus fuertes colmillos. Podría deshacerse de uno de ellos usando su mano pico o su mano pala o las dos a la vez, pero mientras tanto el otro ya le habría hincado el diente en su suculenta cabeza tortilla. A todo esto, una bandada de gorriones, que desde hacía rato habían venido siguiendo el rodar de Cabeza de Tortilla para hacer lo mismo que los canes, no perdían detalle de la escena que ocurría a poca distancia del chopo donde se habían posado. El jefe de la bandada dijo a los demás:
--Si esperamos a que los perros inmovilicen ese artefacto con ruedas, nos quedaremos sin comida. Así que lo mejor es que actuemos y rápido.
--¿Qué hacemos entonces aquí posados?—preguntó otro gorrión.
--Vamos a atacar a los perros—dijo el primero.
--¿A los perros?—preguntó sorprendido un gorrión inexperto.
--Sí, a los perros—asintió el anterior--. Si los atacamos principalmente apuntando a los ojos y a los flancos, enseguida comprenderán que nuestros picotazos pueden dejarlos sin visión y abrir numerosas heridas en sus cuerpos, y saldrán aullando con el rabo entre las patas. Y entonces esa suculenta tortilla quedará a nuestra merced y sin extraños comensales. ¿Estáis de acuerdo con mi plan?
--Todos piaron y agitaron sus alas indicando con ello que aceptaban la estratagema del jefe de la bandada.
--Pues al ataque—gritó éste abandonando el primero la rama del chopo.
Los demás gorriones, hasta un total de veinte, lo imitaron y en segundos habían cubierto volando la distancia que los separaba de lugar donde Cabeza de Tortilla sufría el asedio de los perros y todos empezaron, de manera sistemática y contundente, a lazar picotazos a los ojos y los costados de los sabuesos. Era mucha el hambre que tenían los perros, pero era mucho mayor y peligroso aquel ataque intempestivo de picos que se multiplicaban y turnaban con orden y concierto para clavarse sin piedad en sus párpados y en sus costillas. Los ladridos de alegría del principio se transformaron en aullidos de insoportable dolor. Hasta que, no pudiendo aguantar más el sufrimiento que les producían las heridas que habían abierto en sus carnes los picotazos incansables de los gorriones, optaron por salir huyendo con el rabo entre las patas tal y como había augurado el jefe de la bandada.
Cabeza de Tortilla, al verse libre del acoso de los perros, empezó a dar las gracias a los gorriones con muestras de alegría. Pero enseguida las ocultó cuando se dio cuenta de las verdaderas intenciones de los pájaros, que, revoloteando sobre él, preparaban su ofensiva. Así que, cubriendo su cabeza con sus manos de pico y pala respectivamente, a modo de escudo movedizo, rompió rodar velozmente hacia la calle del pueblo ante la sorpresa de los gorriones, que reaccionaron bastante tarde, cuando ya Cabeza de Tortilla se había refugiado en el oscuro zaguán de una de las primeras casas. Allí no entrarían los gorriones. Y tendría tiempo suficiente de idear una fuga segura. Con la luz de su corazón y algunos de sus ojos, que podían ver en la oscuridad, se hizo una idea bastante clara del lugar donde se encontraba y de la situación que ocupaban las puertas que daban al interior de la vivienda, por si tenía que salir huyendo por una de ellas, y especialmente la de la calle, que era el único sitio que de momento le serviría para salir rodando de nuevo una vez que el exterior, dominado por la amenaza de los gorriones, no indicara ningún peligro para él. Aguardó así el tiempo que le pareció prudente y, cuando de fuera sólo le llegaba silencio y tranquilidad, abandonó su escondrijo. Pero no había hecho más que pisar con sus pies ruedas el asfalto de la calle cuando una pequeña nube de picotazos cayó sobre él. Apenas tuvo tiempo de cubrirse con sus manos de pico y pala antes de que los gorriones le dejaran la cabeza de tortilla agujereada por varios sitios.
Más tarde, tras una larga carrera y lejos ya del lugar del banquete que se habían dado los astutos pájaros a su costa, al abrigo de una iglesia en ruinas, Cabeza de Tortilla repasó los daños sufridos en su cabeza. Dejando aparte los trozos de tortilla que se habían llevado al vuelo los gorriones, gracias a la fortuna, sólo había perdido un par de narices de melocotón en almíbar. Los demás apéndices sensitivos seguían en su sitio. De todos modos, necesitaba urgentemente una reparación antes de que la lluvia y  otras inclemencias del tiempo estropearan más la tortilla de su cabeza. Así que decidió volver a la granja del tío Mandarín para pedirle ayuda y perdón por haberse ido de casa a buscar aventuras sin escuchar sus sabios consejos.
                                                                                   (Continuará)

viernes, 21 de noviembre de 2014

ALBERT CASALS, 40 AÑOS DE PINTURA





El pasado miércoles 19 de noviembre tuvo lugar en el Espacio Europeo de Estudios Avanzados de Barcelona (ESEEA) la inauguración de la Exposición retrospectiva de la obra pictórica del pintor barcelonés Albert Casals (permanecerá a la vista de quienes deseen visitarla hasta el próximo 19 de diciembre). Los cuadros expuestos abarcan desde 1974 a 2014, y en ellos puede verse perfectamente la evolución que ha experimentado la pintura de mi amigo. Me siento orgulloso de haber asistido a dicha evolución, y aun antes lo vi pintar, pues desde 1964, cincuenta años nada menos, fecha en la que tuve la suerte de conocerlo, cuento con su amistad.
A través de la obra expuesta, la mayoría realizada en técnica mixta sobre lienzo, el visitante podrá asistir a los sueños, sentimientos e ideas del artista sobre el mundo que lo rodea, con sus avatares diarios conmovidos por aspectos sociales y políticos, pero sobre todo, por los personales y más cercanos a él, no en vano Casals repite a menudo que se siente hijo de su tiempo. Iconos, testimonios, series de nieblas, sueños... poesía pintada o pintura poética, donde la infancia y la familia juegan un papel muy importante. La expresión plástica de Albert Casals invita a la reflexión muchas veces, pero siempre a soñar, a tener fe en un mundo mejor. Conozco muy bien al artista y sé que seguirá abriéndonos nuevas ventanas a los sueños, a la imaginación, y también a la libertad y a la esperanza.


                                            Albert Casals y Esteban Conde Choya

jueves, 13 de noviembre de 2014

¡VIVIR PARA VER!

¡Vivir para ver! Anoche Antena 3, una de las cadenas de televisión más "culturales" de España, confundía la catedral de Palencia, que también es muy hermosa, con la de mi querida Zamora en su concurso "¡ Boom!", toda una explosión de "cultura". Para que se enteren los que dirigen el programa, incluyo a continuación una imagen de la catedral de Zamora, y debajo otra de la catedral de Palencia. A cada cual lo suyo, y a los de Antena 3, un poco más de rigor.

 
 Catedral de Zamora











Catedral de Palencia



jueves, 23 de octubre de 2014

CURSOS.- LA LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX (1)



TEXTOS DE INTRODUCCIÓN

"Magnífica definición la que Antonio Machado dio de la poesía --más mirando a la suya que a la ajena--: "Lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo que dice, si es que algo dice, con voz propia, en respuesta al contacto del mundo." Precisamente lo que hizo que él se apartara en seguida de Rubén fue creer que éste buscaba nada más el colorido, la sensación, la sonoridad, el tema exótico, cuando él creía nada más que "en la honda palpitación del espíritu", desnuda en la más desnuda expresividad (...). Y él lo confiesa: "Me siento algo en desacuerdo con los poetas del día. Ellos propenden a una destemporalización de la lírica, no sólo por el desuso de los artificios del ritmo sino, sobre todo, por el empleo de las imágenes en función más conceptual que emotiva."
                                        (Nota preliminar firmada por F. S. M. a
                                        Poesías escogidas de A.    Machado, Aguilar, Madrid, 1958)

"Eran jóvenes que irrumpieron en el mundo literario español(...) con una proclamada conciencia innovadora y con un gran bagaje intelectual que no procedía sólo de la pasión autodidacta por la lectura sino también de la formación recibida en las aulas universitarias y del contacto con los círculos culturalmente más dinámicos del momento. Familiarizados con los clásicos españoles, tan valorados por noventayochistas e institucionistas, y con la poesía del "Fin de siglo" francés, realzada por la obra de Juan Ramón Jiménez, padre espiritual de todos ellos, muchos de estos jóvenes llegarán a ser también verdaderos profesionales de la docencia y de la crítica literaria. Tal es el caso de los llamados "poetas-profesores", entre los que se cuentan, entre otros, Salinas, Guillén, Dámaso Alonso y Gerardo Diego."                                        
                                R. Reyes Cano (Sevilla en la Generación del 27)

 "En cuanto a las promociones que han ido sucediéndose, cabría distinguir la que aparecía alrededor de 1935, es decir, poco antes de la guerra civil, alcanza su madurez en la década siguiente, y la que hacia 1945, o sea, al fin de la guerra mundial, acusa el influjo de la atroz crisis espiritual del momento, para evolucionar más tarde hacia lo que constituirá la nota más significativa de una tercera promoción en la década de 1950: el afán de realismo y el interés por el destino de la colectividad. Generalizando mucho, podríamos asignar un tono de serena confianza a la primera, de sombrío desasosiego a la segunda, y de áspera protesta, matizada de esperanza, a la tercera."
                                           J. García López (Historia de la Literatura)




 I. GENERACIÓN DEL 98 Y  MODERNISMO


Introducción

La Generación del 98 está formada por un grupo de escritores intelectuales nacidos entre 1860 y 1875 que tienen en común preocupaciones filosóficas, éticas y literarias cuya aspiración máxima es lograr la regeneración de España, y sienten profundamente la crisis nacional producida por el desastre del 98 en el que se perdieron las colonias de Ultramar. Adoptan como sistema de pensamiento el existencialismo y lo que éste conlleva: la angustia vital, la intuición o la voluntad de vivir y en el plano literario reaccionan contra el realismo y  naturalismo anteriores. Entre sus máximos representantes destacan Antonio Machado, Miguel de Unamuno o Pío Baroja.
El Modernismo, que es tanto una actitud de vida como un movimiento literario, representa una reacción contra el prosaísmo del mundo burgués, y sus miembros, cuyo mayor exponente es Rubén Darío, proponen como postulado esencial la exaltación de la belleza.
Siguiendo a Pedro Salinas, la Generación del 98 es un movimiento sobre todo español, analiza la realidad nacional y escribe una literatura de la vida preferentemente. Mientras que el Modernismo es cosmopolita, sintetiza elementos románticos, simbolistas y parnasianos y rinde culto al arte y los sentidos.
Los escritores de la Generación del 98 cultivan prácticamente todos los géneros literarios, desde el ensayo hasta la poesía, pasando por la novela y el teatro. Mientras que los representantes del Modernismo se inclinan por el cultivo de una poesía llena de musicalidad, elementos sensoriales, escapismo hacia lugares exóticos o referencias mitológicas




Galería de autores destacados (I)
 

Miguel de Unamuno (1864-1936) nació en Bilbao. Estudió Filosofía y Letras en Madrid. Fue catedrático de Griego y rector de la Universidad de Salamanca, ciudad donde residió hasta su muerte. Por sus ideas políticas fue desterrado a Fuerteventura por la Dictadura de Primo de Rivera. Recorrió España de cabo a rabo y viajó también por Italia, Suiza y Portugal.
Fue un gran poeta  como demostró en obras tan importantes como El Cristo de Velásquez, Rosario de sonetos líricos o Teresa, poemario dedicado a su esposa, del que entresacamos los siguientes versos:
“Te recitaba Bécquer; golondrinas
Refrescaban tus sienes al volar;
Las misma que piadosas hoy, Teresa,
Sobre tu tierra vuelan sin cesar.
Las mismas que al Señor, de la corona,
Espinas le quitaron al azar;
Las mismas que me arrancaron las espinas
Del corazón que se me va a apagar.
Golondrinas que vienen de tu campo
Trayéndome recuerdos al pasar,
Y cuya sombra acarició la hierba
Bajo que has ido al fin a descansar.”

Unamuno destacó también en la novela, entre cuyos ejemplos más importantes sobresalen San Manuel Bueno, mártir, que narra el problema de fe que tiene un cura de pueblo al que sus feligreses consideran un santo, o Niebla, a la que llamó el autor “nivola” y cuyo protagonista Augusto Pérez es el otro yo de Unamuno, el cual, ante la angustia que le produce saber que el novelista ha decido darle muerte, se rebela contra él y le dice:
“Pues bien, mi señor creador don Miguel, también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de la que salió. ¡Dios dejará de soñarle! Se morirá usted, sí, se morirá aunque no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos, sin dejar uno. ¡Entes de ficción como yo, lo mismo que yo.”

Asimismo escribió un teatro esquemático y esencial (Fedra) y numerosos libros de ensayos en los que expresa con profundidad sus ideas sobre la raza, la inmortalidad, el sentimiento trágico de la vida o la existencia de Dios. Y también sus impresiones sobre el paisaje castellano intemporal (Andanzas y visiones españolas), artículos de crítica literaria (Vida de Don Quijote y Sancho), o  puramente filosóficos, como en Del sentimiento trágico de la vida, del que extraemos el siguiente párrafo:
La mente busca lo muerto pues lo vivo se le escapa; quiere cuajar en témpanos la corriente fugitiva, quiere fijarla. Para analizar un cuerpo, hay que menguarlo o destruirlo. Para comprender algo hay que matarlo, enrigidecerlo en la mente. La ciencia es un cementerio de ideas muertas, aunque de ellas salga vida. También los gusanos se alimentan de cadáveres. Mis propios pensamientos tumultuosos y agitados en los senos de mi mente, desgajados de su raíz cordial, vertidos a este papel y fijados en él en formas inalterables, son ya cadáveres de pensamientos. ¿Cómo pues, va a abrirse la razón a la revelación de la vida? Es un trágico combate, es el fondo de la tragedia, el combate de la vida con la razón. "

Su estilo es fuerte, atrevido, lírico a veces, áspero otras, dramático en ocasiones, pero siempre llamativo, un estilo de los que no caen en saco roto. Además su expresión está llena de paradojas, ironías, con resonancias etimológicas y palabras terruñeras, castizas.


 ***


José Martínez Ruiz “Azorín” (1874-1967) nació en Monóvar (Alicante). Cursó Derecho en Valencia, Granada y Salamanca. Se trasladó a Madrid, donde  trabajó de periodista.. Fue miembro de la R.A.E. y al llegar la guerra civil se marchó a  Francia. Transcurrida la contienda, regresó a Madrid, donde permanecería hasta su muerte.
Hizo incursiones en la novela, como lo demuestran los siguientes títulos: La voluntad, Antonio Azorín o Las cofesiones de un pequeño folósofo, de carácter autobiográfico y de la que copiamos las líneas siguientes: María Rosario, tú tenías entonces quince años; llevabas un traje negro y un delantal blanco; tus zapatos eran pequeñitos y nuevos.
“María Rosario, tú te ponías a coser en el patio, en un patio con un toldo y grandes
María Rosario, yo pienso a ratos, después de tanto tiempo, en tus manos blancas, en tus pies pequeños, en tu busto suavemente henchido; yo quisiera volver a aquellos años y oír el ruido de la máquina en ese patio, y ver tus ojos claros, y tocar con las dos manos muy blandamente tus cabellos largos. Y esto no puede ser, María Rosario; tú vivirás en una casa oscura; te habrás casado con un hombre que redacte terribles escritos para el juzgado; acaso te hayas puesto gruesa, como todas las muchachas de pueblo cuando se casan; tal vez encima de la mesa del comedor haya unos pañales....”
También cultivó el teatro de tipo fantástico (caso de Brandy, mucho brandy) y el ensayo, género en el que destacó con obras como Castilla, donde presenta temas comunes a otros compañeros de la Generación del 98, como la relación España-Europa, la idea de intrahistoria,  la del eterno retorno o la del paso inexorable del tiempo, que lo destruye todo. O La ruta del don Quijote, en la que el autor explica sus viajes por la Mancha, visitando en especial los lugares que sirven de marco a la obra de Cervantes. He aquí un breve fragmento:
“Ya llevamos caminando cuatro horas; son las once; hemos salido a las siete de la mañana. Atrás, casi invisible, ha quedado el pueblo de Argamasilla; sólo nuestros ojos, al ras de la llanura, columbran el ramaje negro, fino, sutil, aéreo de la arboleda que exorna el río, delante destaca siempre, inevitable, en lo hondo, el azul, ya más intenso, ya más sombrío, de la cordillera lejana. Por este camino, a través de estos llanos, a estas horas precisamente, caminaba una mañana ardorosa de julio el gran caballero de la Triste Figura; sólo recorriendo estas llanuras, empapándose de este silencio, gozando de la austeridad de este paisaje, es como se acaba de amar del todo, íntimamente, profundamente, esta figura dolorosa.”


 ***
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Antonio Machado (1875-1939) nació en Sevilla. Estudió en Madrid en la Institución Libre de Enseñanza. Viajó a París, donde conoció a Rubén Darío. Fue catedrático de francés en Soria; allí conoció a Leonor Izquierdo y se casó con ella; pero la muerte de su esposa sumió al poeta en un dolor profundo. Luego enseñó en Baeza, Segovia y Madrid. Republicano, al estallar la guerra civil, huyó a Valencia, después a Barcelona y, finalmente, a Collioure, donde murió a poco de llegar.

Escribió abundante obra en prosa, de la que destaca Juan de Mairena, que trata temas de carácter literario y filosófico. También, en colaboración con su hermano Manuel, escribió teatro, uno de cuyos títulos más representativos es: La Lola se va a los puertos, donde su protagonista, una agraciada bailaora, representa el alma popular española, eligiendo como marido a su guitarrista en vez de los señoritos que la cortejaban.
Pero es en la poesía donde se consagró. Su primer libro, Soledades, contiene rasgos modernistas, así como el simbolismo del paso del tiempo, el amor, el agua, la tarde o los caminos..., que se repetirán después. En muchos de sus poemas aparecen la tristeza, la monotonía o el canto de lo cotidiano y de las pequeñas cosas, que son motivos constantes en su poesía. He aquí una muestra:
Yo voy soñando caminos
de la tarde, ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero…
-la tarde cayendo está-.
“En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón.”
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se obscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
“Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada.”

Después apareció Campos de Castilla, su mejor obra, en la que se muestra, como sus compañeros de Generación, preocupado por el tema de España,  a la vez que canta el paisaje castellano, como en el apartado Campos de Soria o expresa su experiencia amorosa con Leonor, su joven esposa, que moriría al poco tiempo de casarse.
El siguiente libro, Nuevas canciones, expresa, adoptando las formas breves de la lírica tradicional española, los más profundos pensamientos con la menor sonoridad posible: temores, deseos, sentencias y reflexiones sobre la existencia humana.
Cierran su producción poética un Cancionero apócrifo, del poeta filósofo Abel Martín inventado por él, y Poesías de guerra, entre las que destaca la emotiva elegía al asesinato del poeta Federico García Lorca.
Más que los temas (el paso del tiempo, los recuerdos personales, el amor, el paisaje castellano, España...) lo que importa en Machado es la emoción profunda y austera que impregna su expresión. Sus versos, sentidos y sobrios, son muchos asonantados y octosílabos, aunque también emplea las combinaciones de heptasílabos y endecasílabos, los endecasílabos de sus sonetos y en ocasiones los alejandrinos. Además de los citados sonetos, sus estrofas más corrientes son las coplas, los romances y las silvas arromanzadas. Mucha de la poesía contemporánea española se siente hereditaria de la de Antonio Machado por su austera y sincera humildad y sencillez de forma métrica.

                              

        TEXTO COMENTADO
        POEMA DE ANTONIO MACHADO



"¿Por qué, decidme, hacia los altos llanos
huye mi corazón de esta ribera,
y en tierra labradora y marinera
suspiro por los yermos castellanos?
Nadie elige su amor. Llevóme un día    5
mi destino a los grises calvijares
donde ahuyenta al caer la nieve fría
las sombras de los muertos encinares.
De aquel trozo de España, alto y roquero,
hoy traigo a ti, Guadalquivir florido,    10
una mata del áspero romero.
Mi corazón está donde ha nacido,
no a la vida, al amor, cerca del Duero...
¡El muro blanco y el ciprés erguido!"




SITUACIÓN
Antonio Machado en Campos de Castilla incorpora los tres grandes temas de la Generación del 98: la preocupación histórica, el paisaje y el amor. Aquí aparecen los dos paisajes del poeta: el de su tierra natal, Andalucía, y el de Soria, donde se enamoró. El texto es el segundo soneto del grupo titulado Los sueños dialogados .


CONTENIDO
El poeta añora la meseta castellana en su tierra natal. El destino un día lo llevó a Soria para sentir el amor como nunca. De ahí que lleve a su Guadalquivir florido una mata de romero de las tierras sorianas. Confiesa que su corazón está donde conoció a su mujer y donde yacen sus restos. El contenido queda distribuido así: en la 1ª estrofa el poeta añora en su tierra natal los yermos castellanos; en la 2ª, el destino le lleva un día a enamorarse allí; en la 3ª, el poeta trae al Guadalquivir florido una mata de romero soriano; y en la 4ª, su corazón se encuentra donde conoció el amor y lo perdió.

  ANÁLISIS
Es un soneto poco común (cuarteto, serventesio, terceto, terceto); así que su esquema métrico es 11A 11B  11B  11A;  11C 11D 11C 11D; 11E 11F 11E;  11F 11E 11F. Los encabalgamientos se dan en los ocho primeros versos (el serventesio todo él es un encabalgamiento). Respecto de los recursos expresivos más destacables, el cuarteto constituye una interrogación retórica (afirma que su corazón huye de su tierra natal a la desnuda meseta castellana). El "huye" intensifica su nostalgia y constituye una personificación ("huye mi corazón"). En "Nadie elige su amor" el amor es una metáfora del destino.  Con sendas perífrasis se alude a los dos paisajes queridos por el poeta (Andalucía: esta ribera, tierra labradora y marinera; Soria: altos llanos, yermos castellanos, grises calvijares, nieve fría, encinares, aquel trozo de España alto y roquero...). En los tercetos leemos por fin  los nombres de los ríos de ambos paisajes. Léxico de Machado: altos llanos, mi corazón, tierra labradora, grises calvijares, nieve fría, sombras, muertos encinares, romero...; en "Mi corazón está donde ha nacido, no a la vida, al amor, cerca del Duero" se resume el tema y la afirmación-negación es un prodigio de asíndeton. Finalmente, los puntos suspensivos del verso 13 preparan la emoción expresada en el último verso, "¡El muro blanco y el ciprés erguido!", sentida metáfora que alude al cementerio soriano donde yace su joven esposa Leonor.

CONCLUSIÓN
Se trata, en resumen, de un soneto donde expresa Machado su amor por las tierras sorianas donde, ya mayor,  nació al amor y a la vida al conocer a la mujer que sería su esposa en una tierra y un paisaje, el de la meseta regada por el Duero, que siempre estaría presente en su poesía, pese a que allí también sufriera la terrible desaparición de su mujer. El amor y el paisaje, dos temas del  98, aparecen, pues en el poema que acabamos de analizar.

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Galería de autores destacados (II)

Pío Baroja (1872-1956) nació en San Sebastián. Durante su juventud residió en Pamplona y Madrid, donde estudió Medicina. Ejerció esta profesión en Cestona. Después se instaló definitivamente en Madrid (los veranos, en su casa de Vera de Bidasoa). Abrió una panadería y se dedicó al periodismo y a la literatura. Viajó por Europa. Fue miembro de la R.A.E. Solitario y de espíritu independiente, mostró siempre su desprecio por las convenciones humanas.
Escribió poesía, una colección de narraciones históricas, cuyo protagonista fue Eugenio Aviraneta, un libro de memorias y muchas novelas, entre las cuales destacan las siguientes: Zalacaín el aventurero, perteneciente a la trilogía Tierra vasca, refleja como ninguna otra el ideal del escritor: la acción frente a la reflexión, pues Martín Zalacaín, aventurero convencido e involucrado en la segunda guerra carlista, representa el hombre al que Baroja, tranquilo y pacífico, le hubiera gustado ser. Camino de perfección (de La vida fantástica) relata el camino de destrucción (al contrario del seguido por Santa Teresa de Jesús en su libro de mismo título) que sigue Fernando Osorio, personaje contradictorio, como Baroja, entre revolucionario y abúlico. La busca, perteneciente a la trilogía social La lucha por la vida, junto con otras novelas como Mala hierba, narra las vicisitudes del protagonista Manuel Alcázar en el Madrid de finales del siglo XIX, en un ambiente de pícaros, prostitutas y proletarios, por llegar a conseguir un trabajo y una vida de bienestar. O El árbol de la ciencia (de La raza), acaso la novela más representativa de Baroja pues, además de incluir rasgos autobiográficos del autor, muestra las inquietudes de la Generación del 98. En ella el protagonista, Andrés Hurtado se hace médico y ejerce durante un tiempo; sin embargo, decepcionado por las costumbres de la sociedad que le rodea, regresa a Madrid, donde tampoco encuentra descanso para su escéptico modo de ver la vida; cree, finalmente, hallar la solución en el amor y el matrimonio, pero primero la muerte de su esposa Lulú y luego la de su hijo, lo llevan al suicidio. He aquí un fragmento de la novela:
“La Venancia era una de esas viejas secas, limpias y trabajadoras; se pasaba el día sin descansar un momento.Tenía una vida curiosa. De joven había estado de doncella en varias casas, hasta que murió su última señora y dejó de servir. La idea del mundo de la Venancia era un poco caprichosa. Para ella, el rico, sobre todo el aristócrata, pertenecía a una clase superior a la humana. Un aristócrata tenía derecho a todo: al vicio, a la inmoralidad, al egoísmo; estaba como por encima de la moral corriente. Una pobre como ella, voluble, egoísta o adultera, le parecía una cosa monstruosa; pero esto mismo en una señorona lo encontraba disculpable.
A Andrés le asombraba una filosofía tan extraña por la cual el que posee salud, fuerza, belleza y privilegios tiene más derecho a otras ventajas que el que no conoce más que la enfermedad, la debilidad, lo feo y lo sucio. Aunque no se sabe la garantía científica que tenga, hay en el cielo católico, según la gente, un santo, San Pascual Bailón, que baila delante del Altísimo, y que dice siempre: “más, más, más”. Si uno tiene suerte le da más, más, más; si tiene desgracias, le da también más, más, más. Esta filosofía bailonesca era la de la señora Venancia.
La Venancia conocía toda la vida íntima del mundo aristocrático de su época; los sarpullidos en los brazos y el furor erótico de Isabel II; la impotencia de su marido; los vicios, las enfermedades, las costumbres de los aristócratas las sabía por detalles vistos por sus ojos.”

Baroja sacrificó lo académico y las normas gramaticales a cambio de lograr la exactitud, precisión, claridad y rapidez en sus novelas. Buen escritor del 98, mostró aborrecimiento por la grandilocuencia de la literatura del siglo XIX. Prefiere el habla corriente de la calle, el de la gente de acción y valiente del país Vasco o el de los habitantes de los barrios bajos de Madrid. Sus novelas reflejan fielmente el mundo que lo rodea. Y como lo que observa le parece negativo, por sus páginas desfila un hondo pesimismo, que no escatimó siempre que lo consideró necesario.


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Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) nació en Villanueva de Arosa. Estudió el bachillerato en Pontevedra y Derecho en Santiago. Dejó los estudios y se fue a México, donde trabajó de periodista. Luego volvió a Galicia. En 1895 apareció en Madrid con sus típicos quevedos, melenas y barbas largas. Llevó una vida de bohemia y constantes disputas con otros escritores. Se casó con la actriz Josefina Blanco y viajó por América del Sur dirigiendo la compañía teatral de María Guerrero. Después alternó su vivienda entre Madrid y su tierra natal. Fue carlista, atacó a la Dictadura y sufrió cárcel varias veces. Fue director de la Academia Española de Roma. Finalmente, a consecuencia de un cáncer murió en Santiago de Compostela.
Escribió poesía de rasgos modernistas como Aromas de leyenda, y otra de marcado tono caricaturesco, muy cercano a lo que él llamó "esperpento", en el caso de La pipa de Kif. Sin embargo, supo mezclar ambos estilos en libros como El pasajero, del que entresacamos el peculiar soneto siguiente:
“¡Tengo rota la vida! En el combate
de tantos años ya mi aliento cede,
y al orgulloso pensamiento abate
la idea de la muerte, que lo obsede.

Quisiera entrar en mí, vivir conmigo,
poder hacer la cruz sobre mi frente,
y sin saber de amigo ni enemigo,
apartado, vivir devotamente.

¿Dónde la verde quiebra de la altura
con rebaños y músicos pastores?
¿Dónde gozar de la visión tan pura
que hace hermanas las almas y las flores?
¿Dónde cavar en paz la sepultura
y hacer místico pan con mis dolores?”


También cultivó el cuento, una de cuyas colecciones más conocidas es Jardín umbrío, donde se dan la mano historias de santos, ladrones, almas en pena, amores y asuntos mágicos y terroríficos como los titulados Juan Quinto o El miedo.
Y la novela, algunos de cuyos títulos más conocidos fueron las cuatro Sonatas, donde relata las aventuras del marqués de Bradomín en un ambiente refinado y sensual. En el grupo de novelas llamado El ruedo Ibérico trató de pintar la sociedad española desde finales del reinado de Isabel II hasta la llegada al trono de su hijo Alfonso XII, en una especie de crónicas novelescas documentadísimas en la historia y empleando rasgos esperpénticos. Mencionaremos también Tirano Banderas, que para muchos fue la primera novela esperpéntica del autor y donde mezcla sabiamente la temática ambiental, la acción y la crónica narrativa; la figura del tirano Santos Banderas fue precedente de El señor presidente, del guatemalteco Miguel Ángel Asturias.
Dentro del teatro cultivado por Valle-Inclán sobresale la tragicomedia esperpéntica Divinas palabras que, situada en la Galicia rural y mágica llena de feriantes y hechiceros, tiene como eje a Laureaniño el Idiota, un enano hidrocéfalo, que va en un carretón por ferias y romerías y cuya deformidad es explotada por los hermanos de su madre Juana la Reina, una vez fallecida ésta. Y Luces de bohemia, para muchos la mejor obra dramática de Valle-Inclán, explica la teoría del esperpento en boca del poeta ciego Max Estrella que, acompañado de Don Latino, personaje hipócrita y egoísta que le sirve de guía, adquiere altura clásica en medio de una sociedad degradada e innoble.  Leamos este breve fragmento:
“MÁXIMO  ESTRELLA se tiende en el umbral de su puerta. Cruza la costanilla un perro golfo que corre en zigzag. En el centro, encoge la pata y se orina: El ojo legañoso, como un poeta, levantado al azul de la última estrella.
MAX.- Latino, entona la canción.
DON LATINO.- Si continúas con esa broma macabra, te abandono.
MAX.- Yo soy el que se va para siempre.
DON LATINO.- Incorpórate, Max . Vamos a caminar.
MAX.- Estoy muerto.
DON LATINO.-¡Que me estás asustando' MAX.- , vamos a caminar. Incorpórate.¡No tuerzas la boca, condenado!¡MAX.- !¡MAX.- !¡Condenado, responde!
MAX.- Los muertos no hablan.
DON LATINO.- Definitivamente, te dejo.
MAX.-¡Buenas noches!”

 El estilo de Valle-Inclán empieza siendo modernista, musical y hecho para disfrute de los sentidos y acaba empapándose de ironía que lo transforma todo, paisaje, personajes y tema, en caricatura, dando paso así a lo que él denominó la teoría del esperpento, deformación sistemática de la realidad por medio de la mezcla de lo trágico y lo cómico y la búsqueda insistente de los contrastes y las disonancias.

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Rubén Darío (1867-1916), máximo representante del Modernismo, nació en Metapa (Nicaragua) en el seno de una familia criolla. Estudió con los jesuitas y estuvo empleado en la Biblioteca Nacional. Cosmopolita y viajero, visitó América y Europa. En España introdujo el Modernismo y se relacionó con los escritores del  98. Ejerció el periodismo. Muy enfermo, volvió a su tierra para morir.

Aunque fue un gran prosista (La caravana pasa, Los raros, España Contemporánea…), fue la poesía la que le dio fama y reconocimiento. Su obra poética comienza con Azul, libro en el que hay prosa poética, cuentos, romances, silvas y sonetos alejandrinos como el titulado Caupolicán. Con Prosas profanas alcanza su máxima altura (colorido, musicalidad, alusiones mitológicas, palacios, princesas, cisnes…). La Sonatina es uno de sus poemas más representativos, escrito en sextinas y con rimas agudas y esdrújulas. También es memorable el Responso dedicado a su admirado Verlaine y escrito en alejandrinos y eneasílabos.
En  Cantos de vida y esperanza canta Darío a España y a Hispanoamérica con fe y optimismo. A este libro pertenecen algunos de los poemas más celebrados del autor, como Letanía de Nuestro Señor don Quijote, La marcha triunfal o La canción de otoño en primavera, que a continuación se copia:
 “Juventud, divino tesoro,
 ¡ya te vas para no volver!
 Cuando quiero llorar, no lloro...
 y a veces lloro sin querer...
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.
Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.
Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.
Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...
En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...
Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.
Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;
y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.
¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.
En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!
Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

¡Mas es mía el Alba de oro!

***
Entre los poetas españoles adscritos al Modernismo, destacan entre otros Salvador Rueda y Manuel Machado. Salvador Rueda, malagueño (1857 -1933),  se adelantó a Rubén Darío como modernista y fue coronado en Cuba después de triunfar en América y Filipinas. De su obra poética recordamos los siguientes poemarios: En tropel, Cantos de la vendimia, Cuadros de Andalucía o Fuentes de salud, al que corresponde el famoso soneto dedicado a La sandía:
“Cual si de pronto se entreabriera el día
despidiendo una intensa llamarada,
por el acero fúlgido rasgada
mostró su carne roja la sandía.

Carmín incandescente parecía
la larga y deslumbrante cuchillada,
como boca encendida y desatada
en frescos borbotones de alegría.

Tajada tras tajada, señalando
las fue el hábil cuchillo separando,
vivas a la ilusión como ningunas.

Las separó la mano de repente,
y de improviso decoró la fuente
un círculo de rojas medias lunas.”


 

Manuel Machado (Sevilla, 1874-Madrid, 1947), hermano del autor de Campos de Castilla, marcha con él a Francia para hacer ambos de traductores de una editorial y en París traban amistad con Rubén Darío. A su vuelta a Madrid, Manuel es bibliotecario del Ayuntamiento y académico de la Lengua. Aunque destaca en el teatro que escribió en colaboración con Antonio (Desdichas de la Fortuna o Julianillo Valcárcel, La Lola se va a los puertos o La duquesa de Benamejí), su verdadera vocación es la poesía, cuyo cultivo empieza ya en 1900 con el libro Alma, el mejor sin duda, al que siguen otros de alta calidad como La fiesta nacional, El mal poema, Cante hondo, Ars moriendi o Apolo. He aquí una muestra perteneciente a Alma:


Felipe IV

Nadie más cortesano ni pulido
que nuestro Rey Felipe, que Dios guarde,
siempre de negro hasta los pies vestido.

Es pálida su tez como la tarde,
cansado el oro de su pelo undoso,
y de sus ojos, el azul, cobarde.

Sobre su augusto pecho generoso,
ni joyeles perturban ni cadenas
el negro terciopelo silencioso.

Y, en vez de cetro real, sostiene apenas
con desmayo galán un guante de ante
la blanca mano de azuladas venas.

***

                         TEXTO COMNTADO
                          Fragmento de Mala hierba, de Pío Baroja.


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“La superioridad del espíritu de Langairiños no le permitían suponer que un hombre que no fuera él valiese más que otro.
Su obra maestra era un artículo titulado “Todos golfos”. Se trataba de una conversación entre un maestro del periodismo –él—y un aprendiz de periodista.
Aquel derroche de sal ática terminaba con este rasgo de humor:
El aprendiz.- Hay que tener principios.
El maestro.- En la mesa.
El aprendiz.- Hay que decir con verdadera crudeza al país.
El maestro.- Se le van a indigestar. Acuérdese usted de los  garbanzos de la casa de huésped.
El Superhombre escribía siempre así, de un modo terrible, shakesperiano.
A consecuencia del desgaste cerebral producido por sus trabajos intelectuales, el Súper se encontraba neurasténico, y para curar su enfermedad tomaba glicerofosfato de cal en las comidas y hacía gimnasia.”

SITUACIÓN
Pío Baroja es el novelista por excelencia de la Generación del 98. Entre sus novelas destaca Mala hierba, perteneciente a la trilogía La lucha por la vida, donde Manuel Alcázar, el protagonista, lucha en un Madrid difícil por salir adelante. En su camino se encuentra a personajes curiosos como el Langairiños del texto.

CONTENIDO
El texto en su concisión, exactitud y brevedad se limita a retratar al periodista Langairiños en dos apartados: en el primero se alude a sus aires de superioridad, ironía, ocurrencia, y con estilo shakesperiano... Conviene citar el título de su obra maestra, Todos golfos, por lo que aporta; en el segundo apartado se habla de su enfermedad y sus causas ( está neurasténico por el desgaste cerebral que implica su trabajo; por ello se ve obligado a medicarse y hacer gimnasia.

ANÁLISIS
El narrador, omnisciente, habla de Langairiños en tercera persona y en pretérito imperfecto (propio de la descripción: no le permitían suponer, era, terminaba, escribía, se encontraba, tomaba...), excepto en el diálogo (perífrasis obligativas en presente). Hay dos lenguajes diferentes: el del retrato de Langairiños (que se hace de dos maneras: por lo que dice de él el narrador omnisciente y por lo que dice de él el maestro de periodismo, que es el propio Langairiños en el texto teatral) y el del diálogo. Nótese la perífrasis del primer párrafo para decir que no había nadie superior a él) o la ironía en sus réplicas al aprendiz; la primera, "en la mesa"( a la afirmación de  "hay que tener principios"); y la segunda, respecto a criticar duramente al país, con la referencia a la indigestión de los garbanzos de la pensión. Que no es otra cosa que una metáfora (crítica dura al país=indigestión alimenticia). Asimismo, conviene destacar la presencia del narrador omnisciente en el juego que hace con los apodos del maestro periodista y su superioridad (Superhombre, Súper). también emplea el narrador el tono de zumba en el último párrafo del texto ("desgaste cerebral producido por sus trabajos intelectuales"). No podían faltar las referencias médicas tan abundantes en la novelística de Baroja (desgaste cerebral, neurasténico, enfermedad, glicerofosfato de cal...)

CONCLUSIÓN
Este texto es un ejemplo de la eficacia de expresión del autor vasco. Con las menos palabras posibles, la exactitud, la claridad y la rapidez que le caracterizan, retrata el modo de ser, de hacer y decir del periodista Langairiños.