lunes, 29 de septiembre de 2014

PINCELADAS LONDINENSES (I)

¡Cómo vuela el tiempo! ¡Ya  han pasado cuatro meses de nuestro viaje a Londres! Pero aún tengo presentes muchos buenos momentos pasados en la sorprendente capital del Reino Unido. Un buen ejemplo de ello son estas PINCELADAS impresionistas que fui escribiendo allí.





Comer al aire libre sobre el césped de St. James al amparo de un plátano centenario es vivir el tiempo sin que pase de largo a la vez que te sientes más joven y más libre, como las ardillas, que a su antojo se mueven vivarachas de aquí para allá sin miedo a los visitantes.

Al Victory’s Park le han robado momentáneamente los burgueses de Rodin.

En la Tate Gallery puedes encontrar desde puertas de automóvil tiradas sobre el parquet hasta restos sublimes del alma de William Blake.

Hay madera suficiente para abastecer mil hogueras de San Juan. Pero también un Rossetti que te levanta encendido del suelo.

Y un atleta luchando a muerte con una Pitón () apartando con su brazo derecho extendido las fauces abiertas de la serpiente.

Y un Grupo familiar, inseparable, de Moore.







Y un soberbio Autorretrato de Turner que te obliga con su mirada determinante a que te quedes en su sala para entrever el Castillo de Morttam entre la niebla amarillenta.

En casi todas las nieblas de Turner late el alma de las ciudades antiguas, Venecia entre ellas.

Sensación la que causa esta luz viajera, que amanece en las montañas y muere en el mar.

Sólo por regalar a la mirada esta Creación de Adán de Blake, la Tate merece figurar en el cuadro de honor de los museos del mundo.

O su Piedad, acompañada de estos dos magníficos corceles blancos que vuelan.

O en el colmo del estremecimiento, su Casa de la Muerte.

De pronto hay que sentarse unos segundos para evitar que los sueños del artista te arrastren con sus misterios arrebatadores.

Una forma relajada de vivir Londres es beber Londres en sus distintas cervezas.




Con sus cuatro ojos, permanentemente abiertos, el Big Ben lo ve todo.

Tumbado sobre la hierba de la Abadía de Westminster, cierro los ojos unos minutos para descansar de la abigarrada y abundante belleza que llevan acumulada en sus retinas, y cuando los abro de nuevo entreveo el cielo azul y limpio entre las ramas de los árboles, fuente de claridad que destaca todo principio de belleza.

Si St. Margaret Church tuviera pies (le sobra corazón para hacerlo), se iría a otro barrio antes de seguir apabullada su sencilla modestia (pese a ser lugar de casamiento de ilustres personajes  de la historia británica) por la exuberante arquitectura de la Abadía, que a su lado requiere toda atención.

Aún no he visto, cosa rara (y eso que Londres posee una fauna rica y variada), un solo perro por aquí (¡qué diferencia respecto a nuestro país!).

Al Mandela de bronce que ocupa un pilar de la plaza lo han retratado con la boca abierta y una mano extendida como si fuera un cantaor flamenco (bronce bien distinto del que esculpió Walters y que fue colocado delante del Royal Festival Hall en 1985, rostro serio que confirma su frase “La lucha es mi vida”).

Iniciar la visita de la Nacional Gallery por el magnífico dibujo de Leonardo da Vinci de la Virgen y el Niño con santa Ana y san Juan Bautista es entrar a corazón abierto en el misterio del arte. Es como asistir al nacimiento de la luz en la cueva de Platón.

Y continuar por Rafael es encontrarse de golpe rodeado por la misma claridad que alumbra los silencios del alma sobrecogida por la devoción.

Claro que enseguida La Mofa de Cristo (en vez de llamarse la Coronación de espinas) del Bosco nos conduce al otro arte, al del guiño de la ironía y el humor, haciendo así una especie de greguería de la belleza, con esos rostros cercanos al cómic de los cuatro sayones que se burlan de la figura del Salvador.

La Venus de Boticelli se ha vestido después de llegar a tierra desnuda a bordo de una concha gigante para velar la siesta de Marte (dicen que dios de la guerra, si bien en este cuadro cualquiera puede imaginarse a qué guerra se refiere). ¿En qué estarán pensando los risueños faunillos que se entretienen jugando con las armas de guerrero semejante?

El gigantesco Gallo azul subido a un pilar de la Trafalgar Square, a pocos pasos de la columna donde Nelson sueña eternamente con su gloria, debe tener en vilo por las noches al dormido Almirante. ¡Como le dé por soltar repentinamente su enorme quiquiriquí!

El placer que proporciona, después de un día agotador de descubrir historia y arte por medio Londres, una suculenta hamburguesa de la tierra sólo es comparable a la visión de ver caer lentamente la noche sobre el Soho poco antes de coger la cama.

Lo peor de Londres por la noche es sin duda tener el apartamento encima mismo de un pub.

Las colas de gente en la capital del país son tan típicas como los teléfonos rojos plantados en mitad de las calles. Enternece ver a los ejecutivos formar colas inmensas para comprar la comida al mediodía minutos antes de refugiarse con las bolsas en un jardinillo delante de una iglesia o en las praderas de un parque para comer.

Pero asustan verdaderamente por las noches las colas que hacen los bebedores de cerveza en las aceras de los pubs.

La escalera del apartamento huele tanto a humedad y moho, que me entran ganas de rebautizar el barrio con el nombre de Moho, en lugar de Soho.

A Pórtland Place se ha venido a vivir todo el siglo XVIII en pleno (en arquitectura debo añadir): ménsulas, columnas, carneros, semicírculos en las puertas, ladrillo marrón, almohadillado, balconajes de hierro forjado, miradores blancos… Vamos, el estilo de los hermanos Adam omnipresente.

En el silencio y sosiego de Regent’s Park unos troncos muertos, alineados por la mano creadora del hombre, duermen sobre el césped.

Cantan cerca los chorros de las fuentes y los acompañan los ecos de nuestros pasos recorriendo los paseos.

Hay jarrones grandes que sirven de jardineras con tierra nueva para dar vida a plantas que adornarán en un futuro próximo esta callada belleza vegetal.

Y rápidas e inquietas ardillas solitarias que corretean en los parterres sin asustarse de nosotros, verdaderos intrusos en esta paz que a ellas les pertenece.

Cuatro leones alados que mantienen las fauces abiertas aguantan con sus lomos una jardinera de aire dieciochesco.

Al final del paseo una fuente habla en voz baja para no molestar a una solitaria lectora que ocupa el cenador cercano.

El pequeño jardín de St. John Lodge incita a dar un paseo romántico por sus rincones ya desde su entrada, enmarcada por arcos enredados por clemátides.

Una jardinera con trompetas de ángel subida a una columna parece cerrar nuestros primeros pasos en un arco de tejos como valla.

Pero al llegar, nuestros ojos descubren a la izquierda otro recinto del jardín, donde nos espera una ardilla solitaria con las manitas levantadas.

En el centro se levanta, sobre una pila de agua muda, el grupo escultórico dedicado a Hylas, el argonauta que cayó en manos de las sirenas y murió ahogado en  el río Ascanio, situado en sus dominios subterráneos. Aquí vemos al infortunado Hylas luchar en vano por librarse de la sirena que lo abraza por las piernas.

Me ve escribir estas notas un mirlo que salta sobre el césped llevando un frutito en su pico.

“A todos los defensores de los desvalidos”, leo en el monumento en el que la estatua de una pastora lleva un corderillo bajo el brazo. Con una vara en la otra mano, subida en su pedestal me mira con sus ojos compasivos. Debo parecerle un ser indefenso.

Éste sin duda es un jardín secreto, donde hasta un tronco seco duerme la paz de sus viejos recuerdos en un rincón escogido expresamente para él.

Donde los pétalos de las rosas (aún conservo uno entre las páginas de mi libreta) salpican de blanco, a modo de nieve vegetal, el césped del paseo.

Donde un banco de madera, dedicado a un personaje que visitó este jardín (en Londres es una costumbre generalizada clavetear una plaquita dedicada a una persona en los bancos de los parques, jardines, incluso grandes avenidas), nos invita a sentarnos y a meditar sobre lo que estamos viviendo.

Donde un grupo escultórico formado por dos rostros que se miran titulado “Despertad” recuerdan a una tal Ana Lydia Evans (1929-1999) que compartió el secreto de este jardín.

Mientras iniciamos el camino de salida, siento pena dejar este puerto de paz ante la inminencia de verme otra vez en brazos del mar trepidante de Londres, que me espera ansioso.

lunes, 15 de septiembre de 2014

CON MIGUEL DELIBES





Durante este verano (queda poco ya de él y aún me falta la lectura de algunos libros que había planeado leer) me he dedicado a releer a los autores españoles que  más me dicen al corazón. Uno de ellos es sin duda Miguel Delibes de quien destaco  
LA LITERATURA EN UN AÑO DE MI VIDA

Un año de mi vida (Destino, 1972) es un libro muy peculiar de Miguel Delibes (1920-2010). Escrito a solicitud de su amigo y editor José Verges, recoge impresiones vividas durante un año casi justo, desde el 26 de junio de 1970 al 20 de junio de 1971, por el autor de, entre otros, El camino, Las ratas, Con la escopeta al hombro, USA y yo, Parábola de un náufrago o Cinco horas con Mario. Impresiones que van desde el mundo político hasta el deportivo pasando por asuntos ecológicos, que siempre preocuparon a Delibes, o literarios, que son los que le tuvieron ocupado la mayor parte de su vida.
Los asuntos literarios que aparecen en Un año de mi vida presentan un abanico muy amplio y van desde las meras lecturas del propio Delibes hasta comentarios sobre su obra, pasando por semblanzas de escritores conocidos y muchas veces amigos del autor y conferencias u opiniones sobre la narrativa en general. Siguiendo esta clasificación, un tanto cogida por los pelos, distribuiré este modesto trabajo en cuatro grandes apartados: 1, Lecturas de Delibes; 2, Comentarios sobre su obra, tanto referidos a sus contenidos como a su forma, técnica y estilo;  3, Semblanzas de escritores; y 4, Conferencias y opiniones ajenas y propias sobre la narrativa.

1. Entre las lecturas efectuadas por Delibes en ese año de su vida, destacan las siguientes:
“Relato de un náufrago”, de Gabriel García Márquez (14 de julio de 1970) “Hoy leí “Relato de un náufrago”, de Gabriel García Márquez. Estos cuadernos de Tusquets Editor son un acierto (el epistolario sentimental de Freud era una delicia). La narración del desastre marinero es tan viva y vigorosa que me mareé” (según Delibes eso de marearse le había ocurrido viendo una película pero nunca leyendo un libro).
“Olas sobre una roca desnuda”, de Terenci Moix  (29 de julio de 1970). “Oliveri, el protagonista, afirma que es el residuo de una sociedad burguesa que él no ha creado y, por tanto, no es responsable, pero yo pienso que es un cínico, ya que si la sociedad que nos ha engendrado no nos agrada, lo que hay que hacer es trabajar para cambiarla, no huir. A mí los ideales burgueses me deprimen, pero los del heredero de estos ideales, el joven Oliveri, sencillamente me revuelven las tripas. (…) Afortunadamente, Moix, con mucho talento, expone únicamente la actitud de un pequeño sector juvenil. El libro revela a un buen escritor. La mezcla del lenguaje culto con el taco (…) está aquí bien administrada. El epistolario de Oliveri es interesante. Se me ocurre que quizá por aquí puede encontrar una salida la novela moderna. La obra participa del relato, el ensayo e incluso la poesía, esto es, más o menos, como el “Nouveau roman”, pero el libro de Moix es mucho más enjundioso y penetrable que éste.”
 “Las memorias de Mosby”, de Saul Bellow  (22 de agosto de 1970). Después de afirmar que el libro está bien y que, según ha leído en “El Norte”, su última novela es un “best seller” en Norteamérica, de lo que se alegra mucho, añade: “A mí Bellow me parece un gran caracterizador de tipos: el más directo heredero de Steinbeck. Es duro pero tierno y, cosa importante, su sentido del humor está muy desarrollado. Cada día admiro más a los escritores con sentido del humor. Será porque escasean. Pero para exponer problemas graves no juzgo imprescindible la gravedad. El neorrealismo italiano nos mostró auténticas llagas con la sonrisa en los labios. Eso es el talento.”
“Los rusos de hoy”, de Leonid Vladimorov (4 de septiembre de 1970). “La lectura me ha interesado, aunque el libro, sin pretensiones filosóficas por supuesto, es demasiado esquemático e incompleto. De todos modos, después de lo visto en Checoslovaquia, lo de Rusia no me ha sorprendido. Los miembros del partido equivalen a los privilegiados en los sistemas capitalistas. Su dios también es la producción. El hombre sirve a las máquinas. Y los desheredados, como en Occidente, viven hacinados esperando ocho o diez años a que el Estado-padre les ceda un piso de treinta metros cuadrados. El capítulo referente al control de la Prensa lo podía haber escrito yo. Es la misma cosa.”
 “San Camilo”, de Cela (20), La antinovela, de Bernard Pingaud (21), Conversación en la Catedral, de Vargas Llosa (27), La sociedad del futuro en Pérez de Ayala, Huxley y Orwell, de María Teresa Font (29), El Giocondo, de Umbral (37), Jusep Torres Campalans, de Max Aub (40), Celtiberia, de Luis Carandell (43), Sobre la libertad, de Stuart Mill (44), Contrapunto, de A. Huxley (49), Almuerzo desnudo, de Williams Burroughs (54), Love Story, Eric Segal (57), 30 años de teatro de la derecha, de José Monleón (63), Galimatías y tomaduras de pelo, ensayo de J. Ferrater Mora (65), Retrato político de los USA, de Pierre Dommergues (71)

2. Entre los comentarios o estudios (tesis, tesinas, etcétera) de la figura de Delibes o de sus obras hechas por investigadores de todo el mundo o por él mismo, apuntan las siguientes:
“Las guerras de mis antepasados” (8 de julio de 1970). Estando una temporada en Sedano, localidad a la que Delibes iba mucho para encontrar la calma que necesitaba en medio de su ajetreo literario, se lleva allí las notas “para escribir una nueva novela – “Las guerras de mis antepasados”, aunque añade enseguida: “No creo que me meta con ella. Me encuentro cansado. Con la correspondencia, preparar un prólogo que me pide el “Reader’s Digest” para un libro de viajes, colaboraciones, visitas y viajes a Valladolid tengo bastante.”
“La mortaja” (25 de julio de 1970). Dos muchachos cineastas de Madrid van a verlo a su casa para proponerle hacer una película sobre “La mortaja”. Nos recuerda que también un mes antes otro cineasta le propuso hacer otra película sobre “Parábola de un náufrago”. Sobre la realización de una y otra, Delibes dice: “La mortaja” es un tema muy leve (si el espectador no se interesa por que el niño logre vestir a su padre muerto, el filme fracasará) y delicado. Más difícil aún me parece  la “Parábola”. Aquí, si los recursos empleados para comunicar al espectador la angustia del cerco son inadecuados, la película puede caer en lo grotesco y salir el tiro por la culata.” La película sobre “La mortaja” (con el mismo nombre y dirigida por José Antonio Páramo) salió en 1974.
 “Miguel Delibes: Development of a writer, de Edgar Pauk (10 de agosto de 1970). Se trata de un volumen de más de 500 folios que el propio Edgar Pauk muestra al autor en su casa. Allí, preguntado por el investigador “¿Qué tiene Viñó contra usted?”, Delibes le contestó que nada, y añadió: “Son dos maneras diferentes de entender la trascendencia. Para él llamar Pierre al protagonista de una novela, ambientarla en París y arrancar diciendo: “Hoy he roto con Dios” es muy trascendente. Para mí, la trascendencia depende de la carga humana de la novela, aunque el protagonista se llame Crescenciano.” Después de cenar charlaron un rato y Pauk le explicó el trabajo, “ya que yo no leo inglés”, y a Delibes le pareció bien orientado. De hecho, la tesis de Pauk acabó en el libro “Miguel Delibes: desarrollo de un escritor (1947-1974)”, que publicó la editorial Gredos en 1975. Tiene los siguientes apartados: 1, Introducción, con dos epígrafes, uno dedicado a la novela española desde 1860 hasta el momento en que Delibes apareció en el panorama narrativo, y el segundo, a la biografía del escritor vallisoletano. 2, Análisis de obras, a su vez estructurado en A) La formación del hombre (1947-1949), donde se analizan “La sombra del ciprés es alargada” y “Aún es de día”. B) El hombre en la sociedad (1950-1961), donde se analizan, entre otras,  “El camino”, “La partida”, “Diario de un cazador”, “Siestas con viento sur”, “Diario de un emigrante” y “La hoja roja”. C) El hombre y la sociedad (1962-1968), con los análisis de obras como “Las ratas”, “La mortaja”, “El libro de la caza menor”, “USA y yo”, “Cinco horas con Mario” y “La primavera de Praga”, entre otras. D) La sociedad y el hombre, donde se analizan, entre otras, “Parábola de un náufrago”, “Con la escopeta al hombro”, “Un año de mi vida” y “El príncipe destronado”. Y la última parte del libro se llama Temas, que tiene a su vez los siguientes apartados: Dios y la muerte, La naturaleza, El calor humano, La justicia social, Lenguaje y técnica narrativa y Humor e ironía. Una conclusión clarificadora sobre la significación de Delibes y una copiosa bibliografía cierran magistralmente el volumen.
 Tesis sobre su obra, de Ramona Trullols (20 de agosto de 1970). Esta profesora dominicana que ejerce en Nueva York y prepara una tesis sobre la obra de Delibes, durante una comida en Valladolid, habló con el escritor de la posición de éste respecto del progreso. “Yo le dije que mi punto de vista era claro: las máquinas deben ayudarnos, deben servirnos, pero no deben esclavizarnos (y la TV es para mí una máquina más). Por eso aquellos que juzgaron reaccionaria mi actitud frente al Daniel de “El camino”, deben reconsiderar sus juicios después de Marcuse, de la deshumanización creciente que nos envuelve.”
“Diario de un cazador”, “Diario de un emigrante” (6 de septiembre de 1970) Delibes nos confiesa que de la visión de una perdiz albina en el camino de Mazuelos y de la que tenían disecada en su casa Luis y Tati Herrero, amigos personales, escribió él un episodio de su “Diario de un cazador”. Y que de un tío de los Herrero tomó el personaje de don Juanito de su “Diario de un emigrante”, aquel que cuando le arriman a la cara una guindilla se pone a sudar la gota gorda. Y añade, a modo de conclusión, “es curioso, después de escribir una veintena de libros, analizar lo que hay en ellos de autobiográfico, de observado o de inventado. Creo que el novelista mezcla proporcionalmente lo que vive, lo que ve y lo que imagina. En sustancia pienso que el arte de novelar consiste en acertar a ensamblar estos materiales de distinta procedencia en una misma historia.”
 “Cinco horas con Mario”, tesis de Maria Elena G, de Jesús (7 de septiembre de 1970). La tesis de esta estudiosa brasileña se titula exactamente “Cinco horas con Mario: una problemática”, y en ella, según Delibes, logra hacer un análisis muy lúcido de su novela. “Ella hace ciencia o, por mejor decir, psicología, sociología y filología de lo que en uno no es más que intuición. María Elena analiza los caracteres de Carmen  y Mario a través de dos vertientes que ella considera claves en el libro: la erótica y la económica. Los métodos psicoanalíticos y estructuralistas que utiliza exceden mi capacidad de comprensión. Aunque al buen tuntún, me cabe la satisfacción de haber dado en el clavo al elegir los símbolos que tipifican a Menchu.”
 Evolución de su obra, tesis de Jean Tena (16), Permiso para incluir un cuento suyo en una antología para estudiantes americanos, de la Universidad de Florida (17), Psicología de Delibes a partir del estudio de su letra, de Santiago Álvarez (19), Parábola de un náufrago, de Vintila Horia (22), Evolución de su obra, de Jean Tena (23), (ver también 16), Parábola de un náufrago, de Josefa Rivas (24), (ver también 22), los Libros de Viajes (26), El libro de la caza menor (28), Parábola de un náufrago, de Jean Tena (30) (ver también 24 y 22), Sobre su estilística, de Isabelle Schousboë (34), USA y yo, edición americana (36), Con la escopeta al hombro (38), Novela española de nuestro tiempo, de Gonzalo Sobejano (41), La naturaleza en su obra, de Edith Lavrut (46), Su biografía, de Umbral (48), La evolución de la novela española de posguerra a través de cuatro autores: Aldecoa, Sueiro, Umbral y Delibes, de Ana María Navales (50), Parábola de un náufrago, de Luis A. Díez (51) (ver también 30, 24 y 22), Conversaciones con César Alonso de los Ríos (53), Viejas historias de Castilla la Vieja, de Hernán Rodríguez Castelo (55), Trabajo sobre su obra, de Juan Luis Guereña (56), Con la escopeta al hombro (58) (ver también 38), Parábola de un náufrago, de Ramiro Reig (59) (ver también 51, 30, 24 y 22), Con la escopeta al hombro, de Américo Castro (60) (ver también 58 y 38), La novelística española de los 60, de J. A. Hernández y E, Guillermo (62), Sobre la evolución de su forma, deAlfonso Rey Álvarez (64), Las ratas en USA (67), Los personajes de sus novelas, de Honesto Suárez de Vega (70), La técnica de la caracterización en Miguel Delibes, de Ramona Trullols (73) (ver también 9).

3. Entre las semblanzas de escritores realizadas por Delibes, sobresalen las siguientes:
Francisco Antón (hecha el 23 de junio de 1970). A raíz de la muerte de este buen amigo suyo, Delibes dice de Paco Antón que era un “gran escritor y experto en arte (…) Armonizaba la inteligencia con la modestia (…) Zamorano de nacimiento, fue en su juventud amigo de Unamuno, con quien mantuvo copiosa correspondencia. Después de muchos tira y afloja conseguí publicar estas cartas en el “Norte de Castilla” (…) La prosa de Antón era rica, tersa y matizada”.
François Mauriac (1 de septiembre de 1970). La muerte del escritor francés le afecta mucho aunque es una noticia que ya esperaba. “Estos grandes cerebros cristianos estimulan mi fe. No importa que la lectura de Mauriac, cuyas novelas, tal vez por seguir el consejo de Gide, su contradictor (“es con los buenos sentimientos con los que se hace mala literatura”), estaban cargadas de pecado, me desconcertara. Me bastaba su fe. En uno de sus libros más íntimos afirma que a menudo le producía repugnancia acercarse a comulgar junto a ciertas personas. Yo he notado a veces la misma sensación, tan poco cristiana. Tenía un gran talento, Mauriac, aunque el momento no sea muy propicio para reconocerlo.”
 P. Martín Descalzo (18), Vizcaíno Casas (32), Ana María Matute (33), Solzhennitsyn (35), Jesús Fernández Santos (39), Jiménez Lozano (42), Buero Vallejo (45), Sánchez Silva (47), Jorge Luis Borges (52), Gloria Fuertes (61), Vargas Llosa (69), Rosa Chacel (72).

4. Entre las conferencias y opiniones ajenas y del propio Delibes sobre la narrativa, descuellan las siguientes:
“Novela de la posguerra civil” y “Aportación española a la nueva narrativa” (14 de agosto de 1970). Son dos charlas que dio Delibes en el Curso de Extranjeros, de Valladolid. Dice que los asistentes, de edades y procedencias diferentes, parecían interesados.
Aportación española a la narrativa mundial en los últimos decenios (18 de agosto de 1970), tema del que habló también en el Curso de Extranjeros, éste de Burgos. En la charla contrapuso la opinión del hispanista italiano Carlo Bo a la de Ramón Buckley. El primero había dicho que “la nueva novela española no merecía un comentario porque sus tentativas de exploración en la narrativa de vanguardia eran prácticamente nulas. Tal afirmación (…) equivaldría a prescindir de Moravia, Bellow, Böll, etc., al valorar la novela actual”.
El Boom de la novela hispanoamericana (24 de agosto de 1970). A petición de Tola, estudioso peruano, Delibes opina sobre el “boom” de la novela hispanoamericana y la situación de la española, aunque lo hace ante el micrófono de un magnetófono, aparato que detesta (de ahí que lo que dijo ante el micrófono lo haya tenido que rehacer por escrito). “Lo del “boom” es muy complejo y muy confuso. Dentro del “boom” hay unos señores como Vargas Llosa, Márquez y Rulfo que me gustan mucho y otros que no me gustan nada, que son meros retóricos en busca de la eufonía. Para mí la novela no es la eufonía. Pero esto se dice en dos palabras y yo he tenido que llenar diecisiete folios. Hablamos demasiado.”
 El novelista crítico de su tiempo y profeta de los venideros, de Vintila Horia (25), Reunión de novelistas portugueses y españoles (31), La novela en Hispanoameérica, Undurraga (68)...
(Continuará)