lunes, 8 de febrero de 2016

AVENTURA, DE CLAUDIO RODRÍGUEZ


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Incluyo a continuación  las últimas versiones de la edición facsimilar de Aventura realizada por García Jambrina.



UN DESLUMBRAMIENTO

 
¿Si ahora me llega lo que me esperaba
muy dentro de la luz cuando hay secreto
de la maduración, la elevación,
un temblor sin sentido,
certidumbre del alma, un viento seco
que va a traer lluvia bien mediado mayo,
casi al caer la tarde
en la honda sequía de llanura
y cuando el resplandor es como un rezo
al trasluz en ceguera que adivina
y da, y es pura entrega y nunca...?
¿Una ceguera o un misterio nuevo?
Cómo lavaba el agua
por la mañana.
La vendimia y la cúpula
de la mirada,
En destello y con música
que me alumbra, que daña.
No hay nada claro porque es infinito,
lejos del pensamiento y de mi cuerpo,
fruto y sol en el aire y cielo y aire.
Es el momento. Es la revelación
sin distancia ni tiempo,
la reverberación que me moldea
en horno y en taller, en plaza y ala.
¿Es que algo va a venir?
Muy a favor del viento del oeste
junto al blanco de nieve, azul violeta
y negro de humo y púrpura,
naranja vivo. Hay nubes sin espacio
ya sin noche ni alondra.
Cuánta oscura certeza
por encima del cielo.
Cómo lavaba el agua
por la mañana.
Ahora ya todo o nunca.
Nunca más. Tengo sed. Medinaceli.
 
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CORO EN MARZO

 
Cuando pasan los fríos
altos de soledad y llega el tiempo
de la siembra y la lluvia, el viento hondo
y la cadencia del amanecer,
en imaginación, en melodía
de viña joven.
Cuando despierta el año aún con recelo
muy prematuro y venidero apenas,
harina y sal y lobo y golondrina,
la arcilla fresca y la madera nueva
que alumbra y hiere en el primer verdor
y da como aleteo
de olor a infancia,
entonces, día a día
estoy oyendo siempre
aquellas voces.
¿Dónde el sonido,
dónde el sentido ahora
de la palabra en vilo
que me daña y alegra?
¿Quién no esperó la brisa
de la meditación dentro del canto
que se esconde y renueva?
Alza el alma a la voz que poco dura
y no se olvida, y más
cuando el coro está en danza,
en escena, no sólo
en melodía, en emoción de acordes,
en ceremonia musical. Y cómo
el cuerpo está sonando
como si fuera verdadero y nuevo
con ensayo y ofrenda,
con manantial y gracia,
con oración sin bruma,
alta marea.
Y la mirada lejos
de la modulación que no es salmodia,
figura sostenida ni aún arpegio:
como eterno del aire amanecido
para dar vida
como si ya el pulmón nunca llegara
a la laringe, a
la bóveda de la boca,
con saliva que ayuda
al polen de la lengua,
al temple de los labios. ¿Qué resina
dando misterio y fruto?
Y la voz suena en marzo
de otra manera, como más mecida,
íntima, muy de río,
con huella blanca de las catedrales,
los tallos del enebro,
el baile de las avellanas,
las nerviaciones de tanta armonía,
el telar y el taller
y la ilusión del tiempo
en la respiración
aún no en sazón sino en espera, en
promesa cierta.
Cuando el coro es imagen y destino
y movimiento y pauta.
¿Dónde el concierto de la voz humana?
Ama lo pasajero. Óyelo ahora
cuando suenan las voces,
la alegría que aclara
ya no sé qué germinación futura.

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SENSACIÓN DE SIMIENTE

 
Al salir a la calle a media tarde,
¿a qué me viene ahora tanta oscura
revelación que es nacimiento? Espera
al dolor y a la savia,
al oreo, al tempero,
a la inocencia de la claridad,
levadura de abril. Y hoy hay que herir
para que se abra y sane
la sutura temblando en armonía
de soledad y gracia,
la celda y el embrión,
el delicado estambre de ala en ala
y la membrana austera, aceite y yema,
la nerviación del cáliz y el estigma
desnudo en cima, en pino
albar, ovario
de grano de mostaza aún sin el polen,
la azucena silvestre a flor de abeja
en la tierra caliza.
Cuando las calles van perdiendo sombra
con desamparo y lluvia hay como un alba
y un fermento del cielo, un ansia a secas
con la maduración del viento ido,
de mi cuerpo ido y vano y las ventanas
sin ilusión. ¿Y cómo se está abriendo
el misterio fecundo?
Verdad que no se oye
pero está ahí, en el origen,
en el destino, en la emanación,
ya muy lejos del tiempo,
de la materia que comienza a ser.
Y no hay silencio y no hay cobardía
sino aliento y entrega,
llaga abierta en el aire,
en la mano, semilla que redime
pero no cura,
leche y trino en penumbra
de creación estremecida, llave
honda de cuna y miel,
de aquella infancia.
Hay un presentimiento entre agua y sol
porque algo no ha venido todavía.
Aunque ya sea tarde
hay que salir, hay que salir al mar.

 
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MEDITACIÓN A LA DERIVA

 

Ya bien templado el viento del Oeste
aún no hay maduración y no hay misterio
y no hay siquiera ni recuerdo en vano
con la perfidia del pensar tardío
sino nueva salud. ¿Y cómo ahora
el fervor, el oficio y el placer,
una visión que nunca es certidumbre,
una palpitación que suena lejos
de los sentidos, y este olor a lluvia
en soledad y audacia, al primer sol,
me dan como traición, una alegría
que no debo entender? Ya la fe a oscuras,
¿qué es lo que quiero, cómo puedo hablar?
Es la ilusión de la contemplación,
el nacimiento del dolor, la música
de las molduras del asombro, el daño
de la sal, del mercurio, del azufre,
de la reliquia de alta mar, del horno
de leña y de retama que me alienta
y espera. Y así, cómo hila en fino
la golondrina a flor de alma. Así,
con un peligro que es virtud y sana
llega el silencio de la profecía
que me ilumina pero no da amor.
Es la imaginación, es la intuición
muy por encima del conocimiento.
Y no hay verdad ni realidad siquiera.
Y no sabía que la vida es vida.
Y nada hay si no hay revelación.
Cómo echo de menos las heladas
nocturnas, aquel frío transparente
que me dio infancia y casa, estudio y calle
con el candor de la sagacidad,
con la armonía de promesa clara
del invierno que quiero. Abre la cama
y dame la medalla. Y no me mires
con mala cara. herencia y rebeldía,
el mal que crece a solas, la piedad,
el aceite de almendras, la ola viva
en melodía de los pensamientos
que mueren en palabras y en deseo
y aquella puerta adonde nunca pude
llamar, y es maldición en sombra y gracia
temblando de aventura, y el altar
del cuerpo de Ana. Ángelus. Pero ahora
espera un poco. Y no me vengas más
con la cara apagada, con la cara
de ayer. Hay que salir sin darte agua.
Ya no hay meditación y no hay destino.
Ya nada hay si no es revelación
algunas veces, cuando el sol salía
muy bien templado el viento del Oeste.

¡Y se rompió el cristal! ¿Dónde la harina
de la oración? ¿Y quién tendrá alegría
sin su ayuda que hiere. sin el friso
de una sorpresa sin espacio y su hondo
relieve en fondo oscuro levemente
dorado? Ahora la vida es vida.
Llega el secreto, lo sagrado. Llega
la aventura, la obra, como en danza
desnuda. Es el origen. No me vengas
con sombra y aleteos, ni siquiera
con el temblor del alma. No me vengas
con el misterio de la cobardía,
que nunca hubo en mi cuerpo que no sabe
y da. sal. Toca el tejido en trama
de lino, la hebra cruda. Toca y oye.
Río o puente de salmo. Oye sin huellas
la ceremonia de los horizontes,
el cáliz de los valles, la aridez
encendida y amarga, a cielo abierto,
de tu tierra, la espuma del Cantábrico.
Oye lo que ahora viene, está llegando.
Ya no hay contemplación sino aventura,
quietud y riesgo. Y no me llegues tarde.
es cuando el pensamiento se hace canto
porque es amor. es hora de alabanza.
Hora de ofrenda. Hora de entrega. Hora
de levadura viva. Y a saber
qué libertad, qué pido. Ahora hay que hacer
obra en mano, no en manos en escorzo
de humo de incienso, entre liturgia y dogma.
Ahora hay castigo y delicadeza,
una emoción que salva. ¿Qué distancia
entre necesidad y rezo, entre el amén
y los labios! Se va, se va y no es mía,
no es de nadie, entra y sale a su manera
sin presencia ni ausencia, sin edad,
sin claridad, como el amor del aire.
La oración hace al hombre y no he tenido
una muerte temprana. Qué más da.
¿Dónde aquel bien, aquel fervor en alba?
Abre la cama y dame la medalla.
Antes de que huya el viento del Oeste
hay que salir, hay que salir al mar.


MAREA EN ZARAUTZ

 

¿A qué me llamas tú, esclavo en rebeldía,
si he perdido contigo
mi juventud?
Ahora hay pleamar y el azul verde oscuro
del oleaje en nidos, la honda marejada,
el espacio del alma, el esplendor en curva
de la gravitación,
la lunación y la bonanza al Sur,
la espuma en girasol, el nervio en música
de la estela del cielo,
el no querido amor... ¿A qué me llamas
desde este monte de ladera fértil
con el clima de octubre, como entonces?
El abeto y el roble, el zorzal y la liebre,
el castaño, el laurel,
el tordo pardo, el búho, los hayedos en bruma,
la piedra en sal con huellas,
la mañana y el heno en el establo,
el laboreo de los caseríos...
¿Pero qué hemos perdido?
¿A qué me llamas si ya no hay destino,
si eres testigo de mis años, si eres
testigo olvidadizo? ¿Dónde aquel tiempo ido?
¡Que el viento venidero
sea propicio!
Calma la pleamar y el jadeo, el gemido,
la herida costa a costa, el reflujo muy suave,
casi se van. Como ahora te vas yendo
y no me dejas nunca, vas de vuelo conmigo,
sin rendición, con bienaventuranza,
entre suplicio y fiesta, preso y libre en el canto.
La cruz. La lira.
 
 
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GALERNA EN GUETARIA

                         Para Ismael y Flor Aguirre
Cuando buscaba la serenidad
a estas alturas de la vida, desde
las viejas aventuras del espíritu,
sus mareas en lo hondo, de repente
llega este viento duro del Noroeste
y su velocidad en remolinos,
su violencia y su turbulencia,
peligro y asombro y casi ciega,
sin rumbo y giro a giro,
en área de tormenta,
con ruido sordo se oye el temporal
que poco a poco amaina.

Todo se queda como sorprendido,
recién amanecido, en desconcierto,
como si fuera la primera vez.
Y están sonando las campanas ahora
en flor de historia viva.
Y la ropa tendida por las calles
ofrecida y lavada para siempre,
y en cada pliegue, en cada mecimiento
hay emoción de casa.
Y en cada piedra la erosión que da alma
con salitre y con musgo, arena y yodo.
La orfandad sin adiós de las gaviotas
y las alondras de la Eucaristía,
las escamas, las branquias del diablo,
su mirada en la torre. ¿Cómo está sitiada
por el mar, con defensa,
arrecife, escollera;
y las troneras y los calabozos,
el contrabando y la piratería
y el agua de la fuente dando canto
y niñez. ¿Qué es destino?
¿Qué es lo nativo, el cultivo,
con rebeldía y fundación?
Calle arriba y abajo
por cuestas y entre esquinas,
ya en el muelle del puerto,
la lonja en siglos de mercadería
y el olor a cordaje, a brea, a ancla,
piedra a piedra, ola a ola
ahora en la noche clara estoy bebiendo,
estoy cantando con los pescadores.

 

EL CANTO DE LOS

               “But Los dispers’d the clouds...”  William Blake

Esperad un momento. Están llegando
la última vendimia y el comienzo
de la forja. Ya a mediados de otoño
cuando el rocío de la soledad
trastorna mis pisadas, mis sentidos,
y ahora ando con mis pies cojos cuando antes
eran ágiles, casi alegres, sin camino,
muy cerca de los ríos. Y mi canto es como agua
ciega de llama.
El horno del hogar, el caldeo del aire,
el buril, el crisol,
el recocido, fundición, vaciado
del metal, y en el fuego
una revelación dentro del hierro
que se depura y se abre;
la mirada del cobre, las espigas de acero,
los carbones de brezo con temblor de armonía,
la canción de la fragua,
las campanas aquellas de la infancia
y la cintura astuta de las llaves.
Hondo oficio sagrado. Ya no hay hombre con hombre,
cosa con cosa. Yendo de madrugada
olí la flor de viña
entre el nudo y la yema y el sarmiento
muy antes del reposo
invernal. ¿Dónde el vuelo a ala abierta
de la alondra y el mirlo
en la viña recién amanecida?
¿Dónde la cepa ardida y nueva cuando
hay un destello dentro de la uva,
primera luz que salva? Es la alegría,
el baile de vendimia,
el racimo estelar y el cielo entero
en la viña nocturna.

Llego de Luza,
ciudad maldita y vil, muy soleada,
cercana al mar, tan bella, de aire limpio;
ciudad que no merece que la habiten sus hombres
cobardes y traidores, de mirada
temblando de codicia
donde no juegan niños,
las casas secas, las ventanas solas
y las calles sin fe y sin aventura.
Cuando llega el otoño y la luz se estremece
porque espera y va a dar,
se ensimisma y se asombra
en el futuro de lo oscuro, en vivo
fruto. Aunque apenas vea canto ahora
al amor de la lumbre.
Cómo iba fugitivo,
sin destino y sin tiempo
buscando un nuevo nacimiento en vano.
¡Qué blancura infinita! ¿Dónde la primavera?
Ahora me salen las palabras solas,
como respiración. Mi canto es como agua
ciega de llama donde nunca hay muerte
porque él es muerte. Pero yo os convido
al vino de tiniebla, a abrir la puerta
de bronce, de hojas grandes, por la que se entra al día
donde ya no hay ayer.

 
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A VECES

Y el manantial del arrepentimiento,
leche y alba en secreto que ahora nace
con desventura y gracia, a la intemperie,
cuando el destino, cuando la inocencia,
una sorpresa viva, una promesa
en las orillas de aquel cuerpo ido.
Cómo un momento es la vida entera.
Este momento que no será mío
ni de nadie. Huele a sombra y a heno.
la melodía y la alegría suave
del tacto de castaña en el invierno
que me dan como fruto malherido.
Cuánta distancia y cuánta cercanía.
¡Si el pensamiento fuera lo que se ama!
Para qué recordar aquellos tiempos
cuando la luz no era de puesta nunca
y la vida era vida y no sabía
porque no había nada que saber
sino el temblor del alma sin sentido.
Temblor de manantial algunas veces,
de soledad y entrega, del rocío
y del delirio del cristal nocturno
y del perdón, verdad que no se oye
pero está ahí, en el momento mismo
del cuerpo que se alza y lava y cura
cuando ahora oscurece y se va el día.



Y YA NO HAY VIENTO NI SIQUIERA AIRE

Y ya no hay viento ni siquiera aire.
Alto es el día, más alta la noche,
y hay como esperanza y hay peligro,
la sombra del naranjo que da suerte,
la ilusión que da vida antes del sueño.
Es el sueño traidor y verdadero.
Y vivo el día que ya no es mi día
con un silencio oscuro
y nunca es soledad sino armonía,
con la miseria de cualquier momento,
un amor sin dolor, que poco dura
y la alegría que no tiene tiempo,
el cuerpo sin adiós como ola en cúpula
en los pliegues de sábanas sin muerte.
Y nadie ve los tallos del enebro,
manos de sal y frío y una música
noche adentro muy mía que se abre
y nunca llega. Cuándo. Cuándo. ¿Ahora?
Y ya no hay viento ni siquiera aire.
La lluvia, un pensamiento generoso.

 


SORPRESA

Si ya la sensación no es alegría
sino dolor que desfigura el rostro,
no sólo el alma que va de vacío.
Es cuando el pensamiento se hace canto.
Y si no hay sueño, ¿qué va a haber ahora?
Si yo supiera lo que nunca es mío.
Y cómo luce cualquier cosa, y cómo
se oscurece y se apaga,
casi desaparece
y se vuelve a encender en plaza y vena,
tan cercana y remota al mismo tiempo.
Es la ilusión de la contemplación
siempre en renuevo, primavera y cúpula,
lirio del valle.
Cuando el recuerdo pierde transparencia
y me da compañía y me da herida.
Y a saber qué es vislumbre y qué es certeza.
Las espigas de abril y con qué gracia,
con qué donaire y qué delicadeza
maduran, tiemblan, tan remediadoras.
Va cayendo la tarde y presurosas
se van las nubes sin ocaso, en himno.
¿Dónde la amanecida,
el caballo alazán en las riberas
del río, y los tejados
sin aquellas palomas?
 

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CUANDO LA VEJEZ

¿Y quién iba a decir que hoy está clara
la vida, tan en claro que no puede
decirse ni siquiera
mirarla a media luz, a medio viento,
con la tersura de la soledad
y el hilo repentino del recuerdo
cuando los años se hacen pesadumbre
y aquellos días de ilusión temprana
ya sin cadencia en lluvia?

Y se alza la verdad de la mañana
sin edad, sin destino,
mientras la calle ya es el son del sueño,
mientras tiembla el andar muy poco a poco
con servidumbre entre música y fe,
las arrugas del agua y la traición del cuerpo
muy lejos ya del pensamiento en vano,
muy lejos de los días y la casa,
la confidencia de la noche dura
entre sábana y alma
y la luz malherida,
alta en la intimidad del frío seco,
la caverna de la desconfianza.

¿Y la calcinación del nogal dulce,
la cera blanca y el membrillo aquel
de juventud? Quién sabe.
¿Dónde la infancia y dónde el mediodía?
Es la revelación de la inocencia,
la rebeldía y la miseria, a oscuras,
el perdón y el olvido
donde aún hay deseo
y desprecio y piedad, un amor nuevo
y una caricia que ya llega y muere:
el desamparo azul. ¿Y qué promesa
ahora?

 

BIBLIOGRAFÍA

Claudio Rodríguez, Aventura, Ed. Facsímil de I. García Jambrina. Tropismos. Salamanca, 2005.