domingo, 29 de diciembre de 2013

LOS POEMAS DE MIS AMIGOS

José Jurado Morales




Le toca el turno, por fin, al poeta maestro de poetas en torno al cual nos formamos quienes fuimos parte de la tertulia que él dirigía en su casa del Conde Borrell de Barcelona. José Jurado Morales (Linares, Jaén, 1900-Puente de la Reina, Navarra, 1991), aunque estudió Farmacia, su quehacer fundamental fue la creación literaria, en la que destacó como novelista (La hora de anclar, La vida juega su carta, Un hombre de la C.N.T...) y especialmente como poeta. Su obra lírica empezó cuando el gran Antonio Machado le publicó en la revista España uno de sus poemas tras leer su primer libro Canciones humildes (1923). Desde entonces no dejó de dar a conocer títulos de su honda y directa poesía: Hora morena, Manantial soleado, La pisada en el viento, Cuenco de arcilla, Sombras anilladas (Premio Ciudad de Barcelona, 1961), Aliento remansado, Poema de Linares, Acordes en la puesta de sol, Cuenco de soledades, Remansada armonía...

A su  muerte, unos cuantos fieles seguidores (entre otros, Amparo Cervantes, Pepe Membrive, Visi Beato, Milagros Martín, Encarna Fontanet, Esther Bartolomé, Vicente Rincón, Antonio Matea, José Carreta...), identificados como Grupo Azor (en recuerdo de la Tertulia y el Cuaderno que dirigía con sabia mano el propio Jurado) le rendimos un sentido homenaje enforma de libro, al que titulamos intencionadamente El eterno vuelo del azor, cuyo prólogo (me tocó el inmenso honor de escribirlo) empieza con estas palabras: "Para trazar la semblanza de Pepe Jurado nos basta recordar cualquier sábado de aquellos en que avanzaba la tertulia bajo su magisterio con otro ritmo diferente del tiempo que volaba al otro lado de los cristales...". El libro, además de nuestras sentidas participaciones, se enriquece con una breve antología poética del homenajeado.

He aquí una muestra de su buen hacer poético, el SONETO que encabeza el poemario Remansada armonía (Rondas, 1982), que resume perfectamente su estilo sereno y musical.


"Me llega en mi remanso la armonía
para quedarse en él ya aposentada
--calco de mi vivir-- huella dejada
en estos senderillos de poesía.

Si breve es este libro, es mi alcancía
que os ofrezco a vosotros bien colmada,
compendio de mis horas de alborada
y de mi atardecer, hora sombría.

Reflejo del pasado y del presente
de un hombre pechiabierto, sensitivo,
de corazón colmado de ternura,

que en su hora crucial, desvanescente,
se ahínca en el poético motivo
para espaciar el fin de su andadura."

jueves, 19 de diciembre de 2013

LOS POEMAS DE MIS AMIGOS

Esther Bartolomé







A  Esther Bartolomé Pons (Barcelona, 1952), le debo, además de una amistad sin condiciones, el hecho de haber entrado a formar parte de la tertulia Azor, después de haber enviado a la tertulia mi primer libro Cangilones de vida (Casals, Barcelona, 1978), pues Esther fue quien, en nombre de Jurado Morales y el resto de contertulios, respondió a la carta que incluí con el libro. Desde entonces hemos coincidido en numerosos actos poéticos, desde recitales hasta entrevistas en la radio, pasando por la Antología Breve de Veinte Poetas que Ediciones Rondas dio a la luz pública en 1980. Colega en la enseñanza y licenciada como yo en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona, es, además de una fina poetisa, una excelente crítica literaria pues ha colaborado en revistas especializadas con trabajos sobre Lope de Vega, Aldana, Bécquer y otros, y ha publicado el libro de ensayo Miguel Delibes y su guerra constante (Ámbito Literario, Barcelona, 1979). Como poetisa, destacan los sonetos que publicó en el periódico Campo Soriano y los poemas incluidos en la Antología ya mecionada.

He aquí el soneto de Campo Soriano titulado 


Mío 

Me sacaron del mar para quererte.
Te quise como sólo quiere un sueño.
Soñé que tú eras mío y tú mi dueño.
Amarte así, y soñarte, fue perderte.

Bajaste de los sueños. Pude verte.
Tomé de ti --ansioso pedigüeño--
el néctar venusiano del ensueño
que inyecta en la mirada conocerte.

Busqué en tus ojos la palabra "amada!;
y en tus brazos --edenes perfumados--,
mi YO perdido en TI (¡Ay, desdichada,

aún crees en paraísos recobrados!).
 Eres mío, por fin: eres mi nada
que emerge de tus besos sepultados.



lunes, 9 de diciembre de 2013

LOS POEMAS DE MIS AMIGOS

Vicente Rincón



















Fiel asistente y activo participante en la tertulia Azor, Vicente Rincón (Barcelona, 1930- 2002) me honró con su amistad desde 1979, año en que logró el Premio de Poesía Castellana con Nuevos Poemas, Nuevos Silencios, hasta el mismo año de su muerte, en que, durante una breve mejoría de la cruel enfermedad que padecía, pudimos asistir juntos a la tertulia Diálogos Literarios, continuación de la de Azor. En medio, participamos en las mismas actividades poéticas (recitales, publicaciones, premios...). Además del poemario mencionado, dio a conocer otros de altísima calidad, como Humana dimensión, Vírgenes y minotauros, Presencia de Argos o Memoria de la piedra, del que extraemos el siguiente poema:

"Dice el poeta
en la noche caída en desgracia:
soy torpe fémur,
omoplato hundido,
tibia de cadáver,
tronco fragmentado,
soy un despojo del paso del tiempo,
víctima del tribunal de la desolación,
imagen atroz, contaminada,
una cruz sin lápida que se levanta
en memoria de la inútil inteligencia.

Pero tú, piedra,
austera, sencilla y difícilmente geométrica,
me devuelves
el tacto, el sonido, el sabor,
la presencia, el bálsamo
de mi sustancia humana,
que tuvo para la hierba
manos encendidas y acariciantes,
para el pájaro
exquisita fiebre de enamorado,
para el agua
lágrimas afortunadas, sentimientos
que prodigaron claridades sublimes,
turbadoras quietudes,
mil años de felicidad en un instante.

Porque tú, piedra solitaria y adusta,
has recobrado para mí
el espíritu perdido del poeta,
su razón de ser en la palabra,
su circunstancia en la belleza,
su vértigo y su delirio.
Qué generoso legado el tuyo."

martes, 3 de diciembre de 2013

LOS POEMAS DE MIS AMIGOS

Encarna Fontanet





A Encarna Fontanet, nacida en Guardamar del Segura (Alicante), también la conocí en la tertulia de José Jurado Morales, como a todos los amigos anteriores, a finales de los setenta, y desde entonces hemos compartido momentos emotivos entorno a la poesía. Actualmente vive en Vinaroz y desde allí me sigue confesando que lo que la mantiene en vida es leyendo y escribiendo poesía. Exquisita y elegante poetisa, tiene en su haber numerosos poemarios, desde aquel primero En mitad del ahora que le publicó La isla de los ratones (Santander, 1980) hasta el último, Ante los tres peldaños, que consiguió el Premio de Poesía Almedina en 2011, pasando por Amaranto, Desde oscuros limos, Peramo o La sombra del tejo, algunos de los cuales tuve el honor de presentar en el Ateneo de Cerdanyola. Su poesía es honda y altamente espiritual y aparece vertida en poemas concisos  y versos cortos.
Al primer libro citado pertenece el siguiente poema, dedicado a su hijo:

"Hoy todavía,
muy pocas,
se ven cometas.
Algunos niños,
no todos,
saben hacerlas.
Y saben,
veloces 
jinetes
cabalgando en
el viento,
beber azul,
contar estrellas.
Y así vivir,
firmamento en 
sus ojos,
sobre la Tierra."

lunes, 25 de noviembre de 2013

LOS POEMAS DE MIS AMIGOS

José Antonio Espejo























José Antonio Espejo Ibáñez nació en Ciudad Real en 1953 y vivió en diversas comunidades autónomas hasta anclar en Cataluña, concretamente en Barcelona., donde murió prematuramente en 1992. Melómano incondicional y acérrimo viajero, compaginó a la perfección su tarea docente (fue profesor de Inglés en un Colegio del Vallés donde coincidió conmigo durante muchos años) con la de escribir versos. Asistió conmigo a la tertulia de Jurado Morales y juntos aparecimos en la I Antología poética de Azor junto al propio Jurado, Esther Bartolomé, Cristóbal Benítez, Carreta, Díaz Borges, Matea y Vicente Rincón, entre otros poetas. Espejo obtuvo una mención en el certamen poético Primera Línea de Chile y ganó el Premi de Poesia Divendres Culturals, en su 2ª convocatoria (1984), con Los cantos del guerrero vencido, al que pertenece el siguiente poema que se encabeza el libro:

"Tú ya eras cuerpo antes de tenerte en mi cuerpo,
antes de aparecer las primeras estrellas,
mucho antes de soñar en margaritas rojas,
eran siglos enteros sementera en la tierra,

perfil de un rostro anónimo, cangilón sin aliento,
lluvia eras tú sin charco.
                                        Tú, espejo de metal.
Mucho antes que la espina de rosal sin espinas
tú eras alma sin alas, ángel pagano en vuelo

perfilando tormentas y calmas silenciosas,
sufriendo compañías.
                                    Siendo tú soledades
icé hasta ti mis brazos, tormentas enfrentadas.

Mucho antes que tus manos mis manos estrechasen
se enfriaba mi cuerpo por tu ausencia invadido.
Mucho antes tú silencio, mucho antes eras viento."


miércoles, 20 de noviembre de 2013

LOS POEMAS DE MIS AMIGOS

Visi Beato





Visi Beato, también contertulia en las reuniones sabatinas en casa de Jurado Morales y amiga personal desde hace muchos años, nació en Aranda del Duero (Burgos) y muy joven se trasladó a Barcelona, en cuya ciudad reside. Poetisa hasta los huesos, hablar de poesía y escribir y leer versos son las actividades que más la llenan. Yo he tenido el privilegio de participar con ella en múltiples lecturas poéticas y en homenajes colectivos como el que llevamos a cabo en el Real Círculo Artístico de Barcelona en recuerdo del mencionado maestro de poetas José Jurado Morales. Su haber lírico cuenta con los poemarios Íntimo jardín, Abandonar el olvido y Las líneas esenciales, que obtuvo en 2001 el Premio de Poesía Divendres Culturals de Cercanyola y al que pertenece el poema


Desde la cima

No es una aventura. No es sólo
un recuerdo,
le vi subir hacia la cumbre
con luz de abril en el camino,
recogiendo en sus pies
todo el polvo del mundo.
Su terreno era árido.
Llegó con el aliento muy cansado,
ya sin fe y sin nadie
contempló su ambición.
Sólo el voraz espacio
le devuelve su mirada,
el dolor invariable,
la constante pregunta.

domingo, 17 de noviembre de 2013

LOS POEMAS DE MIS AMIGOS

José Carreta




Siguiendo con la ronda de las poetisas y los poetas que conocí en la tertulia de Jurado Morales y cuya amistad me enriqueció, traigo aquí hoy a José García Sánchez,  más conocido entre nosotros como Carreta, que nació en Huercal-Overa (Almería) en 1922 y murió en Cerdanyola del Vallés (Barcelona) en 1998. Poeta autodidacto como nuestro amigo Matea, compartió con nosotros momentos entrañables al crear el Premio de Poesía Viernes Culturales y formar parte del jurado del mismo, así como recitando poemas o presentando libros. Entre sus poemarios destacan Musas y sombras, el primero que publicó en Barcelona, y La voz que me habla, que vio la luz el mismo año de su muerte. A este último pertenecen los siguientes versos de El canto de mi jilguero, poema que tuve el honor de leer ante sus familiares el día en que sus amigos lo homenajeamos en Cerdanyola:
 
"...¡Qué alarde de ternura! Su cantata
solemne, prodigiosa;
mitad liturgia y mitad añoranza,
me parecía un canto tomado de la Biblia
a golpe de versículos y lágrimas.
 
Los dos éramos uno: él, reloj de mis sueños;
yo, trampolín de sus hazañas.
Pero una tarde gris me lo mataron.
A través de la valla
un cazador furtivo
con escopeta de oro y perdigón de plata
mató a mi fiel jilguero.
 
Lo vi caer del rosal. Oí las palmas,
las blasfemias siniestras del cazador maldito
mientras yo recorría las desgarradas
formas de mis fecundidades. Corrí hacia él.
Lo recogí del suelo para darle mortaja
y lo abrigué en mi mano.
 
¡Qué manojo de flechas, qué tristeza, qué lanza
de dolor me traspasó la sangre! Ingenuo de mí:
¿Por qué no lo aparté del mal que lo acechaba
y lo escondí en el pecho
que puebla la montaña,
donde no hubiese hombres,
ni escopetas, ni balas?"

sábado, 16 de noviembre de 2013

LOS POEMAS DE MIS AMIGOS

Milagros Martín Carreras



También a Milagros Martín (Salillas, Huesca) la conocí en la tertulia de Jurado Morales en los años setenta, y luego ya no he dejado de compartir con ella nuevos encuentros literarios, lecturas poéticas y presentaciones de libros. Milagros es una poetisa enamorada de la naturaleza y las cosas familiares y sencillas, las que llegan más rápidamente al corazón. Entre sus poemarios, donde se aprecia todo lo dicho, destacan Hablo con mi amigo el mar, Trenzados de viento, Descubriendo mi tiempo o Silencios de cristal, al que pertenece los siguientes versos:
 
"La transparencia de la lágrima
vaciló al apoyar su cuerpo de cristal
sobre la blanca losa.
Tomó forma de pájaro,
de naranja,
de ciprés...
Cubrió la tierra con su aliento
olvidando los aires
desecar su destino.
Ni un adiós
quedó olvidado ni en penumbra.
Ni un aposento lúgubre,
ni una tapia sin cal almidonada.
El amor
de aquella lágrima caída
abrió las puertas
a todo lo soñado."
 
 

jueves, 14 de noviembre de 2013

LOS POEMAS DE MIS AMIGOS

Antonio Matea




Antonio Matea Calderón (Albacete, 1931 - Cerdanyola del Vallés, 2009) es un poeta autodidacto al que conocí en la tertulia de José Jurado Morales en 1978 y desde entonces hasta el día de su última jubilación me honró con su amistad. Juntos creamos el Premio de Poesía Viernes Culturales que patrocina el Ayuntamiento de Cerdanyola y, vecinos desde 1981, vivimos momentos entrañables hablando sobre poesía y escribiéndola. Es autor de numerosos poemarios, entre los que destacan Sonetos en gris mayor (Premio Ciudad de Albacete), Cándalo, Retratos de mi ruta, Concreta orfebrería, Solo ante el mar o Desterrados, al que corresponde el poema siguiente:
 
 
La tremenda noticia
 
Yo camino de noche en la calle
buscando un sendero
y todo el horizonte se llena
de caballos negros;
yo me miro de dentro hacia afuera
una vez... y ciento...
y me palpo por pecho y espalda
caracoles muertos
y me tumbo, cansado en la arena,
sin saber si acierto,
esperando la tremenda noticia:
Ha muerto.
"En el alda de Santa María
ha muerto un barbero".
"De rodillas",
con el puño cerrado
ha muerto:
lo hirieron
esos hombres que forman estadio
con horas y precios,
esos hombres que ignoran, sin duda,
que en la cruz de los muertos
se pasean de noche las sombras
por los cruces sin forma del tiempo...
y vendrá la tremenda noticia:
"Ha muerto".
Y esto es lo tremendo.

martes, 12 de noviembre de 2013

LOS POEMAS DE MIS AMIGOS

Amparo Cervantes

 
 
Amparo Cervantes Deckler  nació en Cartagena y vive en Barcelona desde los veinte años. Posee estudios de Música y Pintura. Pero lo suyo es la Poesía y es en 1974 cuando se da a conocer con Ecos de sentir. Cuatro años más tarde tengo el honor de conocerla en la tertulia de José Jurado Morales. En 1982 publica Sonetos de amor y desamor, para mí uno de sus mejores poemarios. Desde entonces no deja de asombrarnos a sus amigos con nuevos libros, que no tiene nada que envidiar a los anteriores; por ejemplo, Quejumbres, aparecido en 1995 y al que pertenecen los siguientes versos:
 
"Rojo de fuego,
rojo de Amor,
ojo de puesta de sol.
Verde de campos,
verde de Mar,
verde de dulce esperar...
Azul de nube,
azul de luz,
azul de cielo eres tú...
Blanco de almendro,
blanco mi afán,
blanca la espuma del Mar."

martes, 29 de octubre de 2013

EL LIBRO DE LOS SERES IMAGINARIOS

 


 
 
De vez en cuando me gusta releer libros al azar. Subo a la biblioteca y en semipenumbra saco un libro de uno de sus estantes para entrar de nuevo en el mundo mágico de sus páginas. Esta vez he tenido más suerte que en otras ocasiones pues me ha tocado un libro de Borges, escrito con la colaboración de Margarita Guerrero, por el que siento verdadera devoción: EL LIBRO DE LOS SERES IMAGINARIOS, que, como reza el prólogo, se trata de "un manual de los extraños entes que ha engendrado, a lo largo del tiempo y del espacio, la fantasía de los hombres".
He vuelto a recordar algunos de esos entes fantásticos, especialmente los animales soñados por Kafka, Lewis y Poe; sin embargo, hoy me quedo con esos dos peces iguales, Abtu y Anet, que en la mitología egipcia nadan delante de la embarcación de Ra, dios del sol, advirtiéndole de los peligros que pudieran salirle al encuentro, de día viajando por el cielo de este a oeste, y de noche, bajo tierra, en sentido contrario.
Es un libro lleno de sorpresas que me hace pasar momentos inolvidables.
Lo recomiendo.

sábado, 19 de octubre de 2013

PARA VENCER AL INSOMNIO

                  Hay libros de esos que están escritos para acompañar a los insomnes con confesiones y
confidencias relacionadas con el mundo de la música, la literatura el cine o la poesía, un mundo que recrea los sueños y los deseos más peregrinos. Hoy recojo en estas páginas un ejemplo de ese tipo de libros: se titula CUADERNO DE MADRUGADAS y es obra de José Costero (Corona del Sur, 2010), viejo amigo de encuentros literarios en el Ateneo de Barcelona.

            En resumen, se trata de un libro nostálgico, a veces triste, pero siempre ameno, con notables rasgos líricos y bien escrito, con la pluma y el corazón de un pensador y poeta experimentado que evoca momentos y experiencias dolorosas casi siempre de personajes que por mérito propio han pasado a la historia y cuyas obras aguardan impacientes en nuestras bibliotecas y en nuestras cadenas musicales.

 
 
 
            José Costero ha reunido en 180 páginas a ilustres músicos, cantantes, poetas, novelistas, dramaturgos, estrellas de cine, psicoanalistas…, de la talla de Mozart, Allan Poe, Baudelaire, Chejov, Freud, Stevenson, Buster Keaton, Silvia Plath, Blas de Otero, Dylan Thomas, Camus y un largo etcétera, con la intención de acercárnoslos a nuestra vida cotidiana, ajetreada y llena de altibajos, y entre ellos el insomnio. Porque este libro está escrito por un insomne, que llena esas horas larguísimas y duras de la madrugada con audiciones de música y lecturas diversas para sobrellevarlas mejor y dejar constancia, a través de las evocaciones de esos personajes españoles y universales en situaciones muchas veces extremas, de sus propias inquietudes y confesarnos sus propias manías y obsesiones.

             En dosis de cuatro hojas (pocas veces sobrepasa esa cantidad) andamia toda una vida a partir de un momento clave de cada uno de los 20 personajes que aparecen en el CUADERNO, una borrachera, una enfermedad, una manía…, para desnudarnos no sólo el alma de esas figuras de fama universal, sino la suya propia. En estos veinte microensayos, José Costero, pinta con breves y certeros trazos la fulgurante vida del personaje en cuestión, que recibe en el título de entrada diversos epítetos y reflexiones, y así Faulkner es el Shakespeare del Missisipi, Bartra, la raíz que camina, Camus el cancerbero de la conciencia, Stevenson el que cuenta cuentos, Blas de Otero es fieramente humano, Artaud un corazón de naufragios,  mientras que a otros ilustres acompañantes de la madrugada los sitúa en situaciones vitales extremas: a Poe en el fondo de la botella, a Scout Fitzgerald atado al bourbon, con hielo, para el fracaso, o a Dylan Thomas en la última cogorza, y es que una nota común une a muchos de estos preclaros  personajes: el consumo excesivo de alcohol, drogas y otras sustancias parecidas.
 
           Le doy las gracias a José Costero desde mi rincón de Tossa, donde estoy saboreando las páginas de su CUADERNO, por este regalo de observaciones biográficas, reflexiones y opiniones sobre la aventura vital de las 20 figuras que lo habitan, reflexiones y opiniones que muchas veces son verdaderas confidencias de este acérrimo melómano castigado (casi diría yo premiado: a la vista está el resultado literario conseguido) por su insomnio recalcitrante, y alguna vez un merecido homenaje de cariño y admiración dedicado a un amigo suyo, como el caso de Agusti Bartra.

          He aquí un fragmento de uno de sus microensayos, éste dedicado al poeta español Blas de Otero:

“En esta madrugada insomne, como tantas otras, deambulo por el piso y busco en el anaquel de la biblioteca un libro para leer e inducir así a que el sueño de apodere de mí. Escojo una antología de Blas de Otero y me reprocho ese semiclandestino olvido en que tengo al poeta.

Escribo como escupo. Esta lacónica expresión puede resumir muy bien cómo concebía Otero la misión o posible destino de la poesía. Y explaya también su pesar porque él era el primero en ser consciente de que la voz del poeta, de los poetas, no llegaba con toda la necesaria y palpitante eficacia a las gentes del pueblo. Es la eterna disonancia. Si un poeta se siente solidario y desea ser escuchado, se ve obligado a utilizar un lenguaje en ocasiones distante de lo estrictamente poético. Y el pueblo suele escoger y aplaudir más lo que hay de panfletario que de genuino. Es el inevitable debate que se plantea entre los partidarios de que el escritor debe esforzarse para hacerse entender y que sus frutos sean compartidos, a fin de anular el divorcio que existe entre él y la ciudadanía, y los que afirman, en cambio, que no debe supeditarse a nadie, que el poema no es como una carta con un destinatario conocido, y no debe sacrificar la autenticidad de su obra por la comprensión primaria de un público culturalmente limitado” (páginas 169 y 170)

miércoles, 16 de octubre de 2013

FRANCISCO BRINES ENTRE EL CANTO Y LA ELEGÍA


 

 

Cuando Antonio Machín Romero, autor del ensayo cuyo título coincide con el de la presente entrada, me pidió que le presentara su libro sobre Brines, acepté gustosamente por amistad y admiración, hacia el crítico y hacia el poeta; a Antonio lo conozco desde que en 2003 me mandó una carta solicitando vernos para hablar de Claudio Rodríguez, poeta paisano cuya obra frecuento a menudo, y sobre el cual acababa de publicar un magnífico estudio; y a Francisco Brines, desde que en 1997, año muy importante para mí por muchas razones, me entregó, en nombre del jurado del Premio de Poesía Taurina de Valencia, del que él era Presidente, el galardón del certamen por Toro de la noche; en dicha ocasión, mientras la ciudad disfrutaba de sus famosas Fallas, y en la sede de la Peña situada en la calle Convento de Jerusalén de la ciudad del Turia, hablamos de poesía y del mencionado Claudio Rodríguez, con quien Brines había coincidido algunos años atrás en Inglaterra, donde ambos ejercieron de Lectores de Español.

 

Una vez aceptado el compromiso de la presentación del libro, me metí en la piel de un lector cualquiera para analizarlo con la máxima objetividad posible.

En la mitad superior de la cubierta, encima del título Francisco Brines. Entre el canto y la elegía, una fotografía muestra a tres niñas, nietas de Antonio, jugando a la orilla del mar, clara alusión a ese Canto  y a esa Elegía del título: por un lado, la infancia, el juego, la inocencia feliz, el canto a la vida en su primera etapa; y, por otro, el mar, símbolo de la meta de la vida, de la muerte, último e irreversible destino del hombre, elegía a la fugacidad de la existencia y al paso inexorable del tiempo y sus insalvables consecuencias.

 

 

Y fue junto al mar de mi Tossa donde concluí la lectura del libro, lectura guiada sabiamente en todo momento por Antonio Machín Romero, soriano por más señas y dueño de un castellano sereno y castizo, profesor de Lengua y Literatura española jubilado y autor también de los estudios dedicados a los poetas Dionisio Ridruejo  y el citado Claudio Rodríguez, y al filósofo, jurista y pedagogo Julián Sanz del Río y al político y ensayista Tierno Galván.

 

En cuanto al libro presente, puedo afirmar que desde una postura objetiva, rigurosa y didáctica ha resultado un trabajo completísimo e imprescindible sobre Francisco Brines, no sólo sobre su vida y obra, que es lo habitual en este tipo de estudios, sino también sobre la actitud ética de compromiso del poeta con su propia vida y con la de los demás así como el modo de concebir la poesía y su propio proceso creador, incluyendo abundantes conocimientos sobre el estilo del poeta y sus principales recursos.

De todo ello se deduce el objetivo que ha buscado el autor con su exhaustivo trabajo, y es, como dice en el Prólogo, hacer más cercana al lector la obra poética de Brines y su mundo, estudiando su circunstancia particular y analizando, tras la lectura sosegada y atenta de todos y cada uno de los poemarios del poeta, las características centrales de su obra.

 

Y manejando con destreza de profesor y ensayista experimentado la extensa bibliografía que sobre el poeta incluye en el trabajo, comienza definiendo la obra poética de Brines como “una aventura vital” o “una biografía poética” que tiene como “espacio mítico” Elca, término del campo de Oliva donde nació el poeta, transcurrió lo mejor de su vida y descubrió la realidad física de su persona.

A lo largo de la obra de Brines hay, como no podía ser de otra manera, abundantes referencias a Elca. He escogido, sin embargo, como muy significativa, la que aparece en Palabras a la oscuridad (1966), libro donde se da una de las antítesis favoritas del poeta: la luz, representada por la palabra, en este caso la poesía, frente a la oscuridad o el fracaso de la vida, considerada como un ejercicio inútil. Es el poema Elca, que significativamente dedica a Juan Bautista Bertrán, su primer profesor de Literatura: “Ya todo es flor: las rosas / aroman el camino. / Y allí pasea el aire, / se estaciona la luz, / y roza mi mirada / la luz, la flor, el aire. / Porque todo va al mar: / y larga sombra cae / de los montes de plata, / pisa los breves huertos, / ciega los pozos, llega/ con su frío hasta el mar. / Ya todo es paz: la yedra / desborda en el tejado / con rumor de jardín: / jazmines, alas. Suben, / por el azul del cielo, / las ramas del ciprés. / Porque todo va al mar: / y el oscuro naranjo / ha enviudado su flor / para volar al viento, / cruzar hondas alcobas, / ir adentro del mar…” (Selección Propia, 92).

 

La llamada de la poesía la sintió Brines a los 14 ó 15 años en el colegio de los jesuitas donde estudió Bachillerato. Allí, aconsejado por su profesor de Literatura, el citado padre Bertrán, se inició en ella a través de la lectura de Juan Ramón Jiménez, a quien permanecerá fiel hasta el final. Fue la poesía la que le sirvió de consuelo y refugio tras la crisis religiosa que sufrió por entonces, junto al amor a la vida que mostró siempre.

También leyó a Garcilaso, Quevedo, Bécquer, Antonio Machado, Rubén Darío y otros poetas españoles contemporáneos suyos, como José Hierro, quien facilitó su primera lectura poética en el Aula de Poesía del Ateneo de Madrid, que dirigía, cuando Brines estudiaba Filología Románica en la Universidad Complutense. También en Madrid entró en contacto con otros poetas como Vicente Aleixandre o Carlos Sahagún. Precisamente fueron estos dos últimos poetas quienes tuvieron mucho que ver con que Brines presentara al Adonais de 1959 su libro Las brasas (Aleixandre le ayudó en la ordenación del libro y Sahagún a mecanografiar el texto). Brines ganó el premio.

El título dice claramente el contenido del libro: “lo que arde sin llamas, en proceso de extinción”, lo que fue fuego abrasador y ahora se halla en el camino de ser ceniza, de ser nada. El paso del tiempo será ya una de las constantes de la poesía de Brines, que para el ensayista es el poeta metafísico de su generación.

La aprobación del libro fue rápida, y uno de los lectores preferidos fue Luis Cernuda, que sería ya siempre su mejor maestro  y a quien le había mandado un ejemplar. A Cernuda lo había descubierto Brines en una Antología colectiva de Alfonso Moreno y enseguida quedó deslumbrado por la autenticidad del poeta del 27. A partir de ese momento le siguió la pista en otras antologías y revistas hasta localizar en Madrid en la librería Abril, que vendía libros prohibidos, Como quien espera el alba, poemario de Cernuda, de 1947, que fue un verdadero tesoro para Brines y para sus amigos valencianos, a quienes lo dio a conocer.

Fruto de esa devoción que creó en todos ellos el libro de Cernuda, fue el homenaje que le rindieron en otoño de 1962, a un año de la muerte del poeta, que vivía exiliado en México, en un número extraordinario de La caña gris, revista que dirigía Jacobo Muñoz, uno de esos amigos. La colaboración de Brines, una de las más extensas, junto con la de José Olivio Jiménez, gran conocedor de la obra poética de ambos, es un sincero reconocimiento de admiración al poeta sevillano y una declaración de principios de su propia poesía identificada en muchos aspectos con la de Luis Cernuda.

Desde entonces Brines ya no dejó de cultivar la poesía, aunque lo hacía sin prisas y con estudiada meditación.

 

Y llegaron nuevos libros y nuevos premios:

Palabras a la oscuridad (1966), que mereció ese año el Nacional de la Crítica y al año siguiente el de las Letras Valencianas; hasta lograr en 1987 el Nacional de Literatura por El otoño de las rosas, dedicado significativamente a sus grandes maestros, Juan Ramón Jiménez y Luis Cernuda, libro donde aparece de nuevo la antítesis entre la vida y la muerte, entre la rosa, símbolo de belleza y plenitud, y el otoño, que representa la cercanía de la muerte. Paralelamente, el poeta acepta con serenidad que su vida sufra el paso inexorable del tiempo.

Y no olvidemos La última costa, que mereció el Premio Fastenrath del Ministerio de Cultura en 1998, y en el que la vida es comparada con una embarcación que, tras navegar entre la niebla y sufrir arriesgados accidentes, llega  a la última costa, fin de su navegación. Sin embargo, paradójicamente el poeta canta a la vida aunque sepa que se encamina a su inevitable final. Al año siguiente recibió el Premio Nacional de las Letras por la totalidad de su obra.

 

Su brillante carrera poética y profesional obtuvo el broche de oro en 2001 al ser elegido académico de la RAE para ocupar el sillón X, vacante desde el fallecimiento de Buero Vallejo. Sin embargo, debido a un infarto que sufrió dos años más tarde, no leyó su discurso de ingreso hasta 2006, cuyo título deja a las claras la admiración y el reconocimiento que siempre había sentido por Cernuda: Unidad y cercanía personal en la poesía de Luis Cernuda.

En él afirma entre otras cosas del poeta sevillano que lo que más le importó siempre fue desvelar en su poesía la verdad del hombre que era él y reconocerse a sí mismo en cada poema, y “que tal vez no haya en nuestra época contemporánea un poeta en España que equilibre con tanta intensidad los dos componentes esenciales del hombre: cuerpo y espíritu. El mundo racional (pensamiento meditado, que es fruto directo del espíritu), el mundo sensorial (tan agudo, intenso y delicado que se expande del cuerpo) y el mundo afectivo (que es el impulso de abrazo o rechazo hacia lo que queremos ser, dependiente de los mundos racional y sensorial, que en Cernuda aparece con fuerza desusada). Estamos ante una obra cimera por la plenitud con que se presentan en ella los tres posibles componentes de la poesía.” Mundo racional, sensorial y afectivo presentes en la propia poesía de Francisco Brines.

 

Antonio Machín Romero afirma certeramente que Brines es un poeta total que ha hecho de la poesía su razón de ser y a la que se ha entregado en cuerpo y alma; y que por todo ello es motivo permanente de su reflexión. Y nos recuerda al respecto las palabras del poeta: “Estimo particularmente, como poeta y lector, aquella poesía que se ejercita con afán de conocimiento, y aquella que hace revivir la pasión de la vida. La primera nos hace más lúcidos, la segunda más intensos.”

Son muchos los poemas donde insiste en ello, pero prefiero destacar el poema Cuando yo aún soy la vida, perteneciente a Aún no, 1971, libro que aumenta la visión negativa del vivir, pesimista a lo Quevedo y lleno de los contrastes del Barroco: vida-muerte, luz-sombra, amor-soledad, olvido-recuerdo, juventud-vejez, eternidad-vacío, realidad-apariencia…

He aquí dicho poema: “La vida me rodea, como en aquellos años / ya perdidos, con el mismo esplendor / de un mundo eterno. La rosa cuchillada / de la mar, las derribadas luces / de los huertos, fragor de las palomas / en el aire, la vida entorno a mí, / cuando yo aún soy la vida. / Con el mismo esplendor, y envejecidos ojos, / y un amor fatigado. / ¿Cuál será la esperanza? Vivir aún; / y amar, mientras se agota el corazón, / un mundo fiel, aunque perecedero. / Amar el sueño roto de la vida / y, aunque no pudo ser, no maldecir / aquel antiguo engaño de lo eterno. / Y el pecho se consuela, porque sabe / que el mundo pudo ser una bella verdad.” (Selección Propia,161)

 

Y de este modo, con la desenvoltura y amenidad que proporciona el dominio del idioma castellano y el rigor científico y profesional de quien conoce a la perfección el terreno literario que pisa, Machín Romero hace avanzar su ensayo sobre los pilares que lo sostienen hasta el estudio pormenorizado de cada uno de los libros del poeta.

Pilares que reciben títulos como: Generación (la de Claudio Rodríguez, Valente, Sahagún, Biedma, Goytisolo y González, entre otros, que establece un equilibrio entre la poesía de denuncia y la poesía imaginativa, y además la búsqueda de la dignificación del lenguaje y la belleza para transmitir una emoción intensa); La poesía no es comunicación (sino medio de conocimiento de lo que el poeta experimenta mientras crea el poema); La poesía es moral (“te permite asentir al que tú no eres, y esa es su moral, la moral de la tolerancia”); Visión del mundo (el destino de todo lo humano es el olvido y que sólo la poesía misma y el amor inmenso a la vida puede salvar al poeta, aunque suene paradójico); Sentimiento o compromiso trágico (“fundado en el rechazo de la moral cristiana de resignación ante la muerte y en un sentido materialista y trágico de la vida”); Distanciamiento (sólo tiene de íntimo aquello que es común a todos los mortales)  y Temas.

 

Ya adelantamos que Machín Romero acierta al calificar a Brines de poeta metafísico, porque sin duda el tema fundamental de su poesía es el tiempo, acompañado de la infancia, el amor, la vejez y la naturaleza, que, paradójicamente, es la única que se renueva cíclicamente y por lo tanto no se acaba nunca.

 Somos tiempo, el tiempo que gastamos, el tiempo que nos gasta y el que finalmente nos quitará el ser.

Efectivamente, el paso destructor del tiempo, aunque va haciendo al hombre más reflexivo, también lo hace más pobre en su relación con la vida. No en balde Brines justifica su quehacer poético así: “Una de las motivaciones más frecuentes en mí es la necesidad de ese intento desvalido de fijar el tiempo que se nos escapa, de salvar esos momentos de dicha o de dolor que tan precariamente nos pertenecen y que, en definitiva, somos nosotros mismos”.

Relacionado con el tiempo, está el tema de la infancia, pues para Brines es el tiempo de la dicha absoluta, de la vida en plenitud, de la inocencia, de ahí que vuelva una y otra vez a ella cuando aparece en él el sabor amargo de la vida. En esto reside el canto y la elegía que modulan el significado de su poesía.

Y el del amor, en cuanto es el acto más intenso de la vida pero se transforma en el acto en que la desposesión, el vacío, se hace más evidente. Pues considerado desde la pasión, se transforma en símbolo de la carencia última, “es el ardor apagado”, es el que anuncia cómo se va apagando la vida.

Y el de la vejez, que nos anuncia la muerte, la irrealidad, la sombra, la nada. Deduce muy bien Machín Romero que la aceptación de la vida, el amor y la propia poesía como un engaño es la consecuencia de la vejez.

Finalmente, está la naturaleza que, frente al hombre que es mortal por definición, permanece inmortal en sus ciclos constantes, del morir y renacer con el otoño y la primavera. Es además testigo inexorable del apagamiento del ser humano. La naturaleza es para Brines, junto con la poesía, el principal referente de permanencia frente a su propia transitoriedad.

Donde mejor se ve lo que estamos diciendo es en el poema Continuidad de las rosas, perteneciente al libro Insistencias en Luzbel, 1977, en el que la experiencia de la nada (tema presente en la primera parte) y la experiencia de la vida (tema de la segunda) son irreconciliables; aun así, el poeta se aferra desesperadamente a la poesía, porque componer poesía, dice, es “insistir en esa dimensión esencialmente engañosa de la existencia”. He aquí el poema anunciado: “Donde viste la luz, sigue la luz, / y allí donde los cuerpos estuvieron / siguen las olas mojando las arenas; / donde oliste la flor, zumban abejas / nuevas, y otros veleros tiene el mar. / En el lugar donde absorto viviste / el engaño del mundo: tu inocencia, / los mismos astros permanecen…” (Selección Propia, 189)

 

Concluyendo ya, hemos podido advertir en los poemas leídos lo esencial de la poesía de Brines en cuanto a su vestidura. Son poemas que adoptan la forma clásica y serena, de contención, sin altisonancias ni quejas, aunque muchas veces no faltan los tonos elegíacos, como buen discípulo de Quevedo y de Cernuda. Los versos, heptasílabos y endecasílabos la mayoría, avanzan con elegantes encabalgamientos y sin agruparse en estrofas, hasta formar el poema, donde las evocaciones tienen un lugar predominante y la claridad expresiva priva sobre cualquier otro aspecto. Respecto al sujeto lírico de cada poema, que suele arrancar casi siempre de una anécdota personal, Brines se vale indistintamente de las tres personas gramaticales, y así, aunque domina el empleo de la primera persona (caso de los dos primeros poemas leídos), a veces para evitar exceso de subjetivismo aparece un identificado con el poeta (como en el poema tercero), o un él con el mismo valor (los ejemplos más abundantes se hallan en Las Brasas, su primer libro).

Y en cuanto al fondo, él mismo nos lo resume así: “En mi poesía hay un centro que lo devora todo, que lo arrastra, y que tiene que ver con una idea: la del mundo como pérdida.” Pero lo canta. El poeta tiene así muy presente lo que dijo Machado: “Se canta lo que se pierde.”

Y esto es algo de lo mucho que dice el ensayista en su magnífico libro. Ahora sólo falta que el seguidor de Brines entre en sus páginas y aproveche el regalo que nos hace el autor al proporcionarnos tantos y tan bien coordinados conocimientos sobre la vida y la obra del poeta de Oliva.

 

                             

                                                      Ateneo barcelonés, 14 de octubre de 2013

martes, 18 de junio de 2013

CURSO DE LITERATURA COTEMPORÁNEA ESPAÑOLA E HISPANOAMERICANA

Generación del 27 (y II)


Vicente Aleixandre (1898-1984) nació en Sevilla pero su infancia transcurrió en Málaga, donde empezó sus primeros estudios. En Madrid acabó la segunda enseñanza. Terminó Derecho y Comercio y trabajó en una compañía ferroviaria. Cayó enfermo y se fue al campo para curarse. De vuelta a Madrid, dedicó su vida a escribir y logró el Premio Nacional de Literatura. Viajó por varios países de Europa. Fue miembro de la Real Academia y recibió el Premio Nobel en 1977.
 
Al principio le influyó Juan Ramón Jiménez. Pero, inmerso en los postulados del surrealismo, dio a conocer libros como La destrucción o el amor, donde la muerte se fusiona con la pasión amorosa, o  Sombra del paraíso, en el que Málaga se convierte en un edén perdido en el recuerdo del poeta y cobran presencia sus emociones e inquietudes personales. Finalmente, en Historia del corazón, entre otros, aparece también el nosotros, la solidaridad con los demás, sin que por ello desaparezca el amor o la intimidad del propio poeta.

 
 
 
 
 
Federico García Lorca (1898-1936) nació en Fuentevaqueros (Granada) en el seno de una familia rica. Estudió Derecho y Filosofía y Letras en Granada y Madrid. Aquí se instaló en la Residencia de Estudiantes, donde conoció a importantes figuras de las artes y las letras. Viajó a Nueva York como becario y volvió vivamente impresionado por la experiencia allí vivida. A su regreso a Madrid, se hizo cargo del teatro universitario La Barraca y recorrió España representando obras de nuestro teatro clásico. Pianista virtuoso y apasionado del floklore, dio conferencias y recitales de piano. Dramaturgo excepcional, obtuvo triunfos memorables en Buenos Aires. Fundó la revista literaria Gallo y colaboró en muchas de ellas. Murió asesinado al principio de la Guerra Civil.
 
Con Yerma o La casa de Bernarda Alba destacó como dramaturgo. Y como poeta se dio a conocer con Libro de poemas, influido por Bécquer y Rubén Darío. Le siguieron otros más personales entre los que destacan el Poema del Cante Jondo, que es una fusión entre lo popular y lo culto, el Romancero gitano, un canto dramático a la raza perseguida, convertida en mito, o Poeta en Nueva York, donde habla en verso libre y multitud de rasgos surrealistas del hombre condenado a formar parte del engranaje del progreso que lo aniquila.

 
 
Rafael Alberti (1902-1999) nació en el Puerto de Santa María (Cádiz). Estudió bachillerato en el Colegio de los Jesuitas. Se trasladó a Madrid para dedicarse a la pintura. Cayó enfermo y se retiró a la sierra de Guadarrama, donde empezó a escribir poesía. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía. Viajó por Europa y permaneció un tiempo en Rusia. Se afilió al Partido Comunista. Al acabar la Guerra se exilió a París, Buenos Aires y Roma. De vuelta a España, recibió el Premio Cervantes y otras distinciones antes de morir.
 
De su obra poética destacan, entre otros, los siguientes títulos: Marinero en tierra, rico muestrario de formas populares aprendidas en los cancioneros y romanceros tradicionales españoles; Cal y canto, donde el humor y los influjos gongorinos se dan la mano para tratar temas e imágenes modernas propias del Ultraísmo; o Sobre los ángeles, obra perteneciente a su etapa surrealista en la que expresa la angustia interior del hombre ante un mundo amenazante y sin sentido donde impera la crueldad, la ira, la guerra o la muerte.

 
 
 



 
 
Luis Cernuda (1902-1963) nació en Sevilla. Vivió en Madrid. Fue lector de español en la Universidad de Toulouse. Apoyó la causa republicana, lo que, con la Guerra, le obligó a exiliarse a Inglaterra y  EEUU, donde siguió ejerciendo la docencia. Finalmente, se trasladó a Méjico, donde murió.
 
Toda su poesía está transida de un romanticismo y desarrolla su temática entre el deseo del poeta de realizarse plenamente como persona y la realidad limitadora que lo envuelve. De ahí que reuniera su producción poética bajo el título La realidad y el deseo. Varios son los libros incluidos en él (Un río, un amor, por ejemplo, es de temática muy íntima), Donde habite el olvido (inspirado en Bécquer y cuyo título proviene de un verso del poeta de las Rimas), o Las nubes , que contiene algunas notas religiosas. También escribió un precioso libro de prosa poética, Ocnos, donde echa de menos a su tierra andaluza, y libros de crítica literaria, como Poesía y literatura.

 
 
Miguel Hernández (1910-1942) nació en Orihuela (Alicante) en el seno de una familia humilde. De niño fue pastor de cabras, pero su afición por la lectura le ayudó a formarse. Su vocación poética, temprana, le llevó a participar en las tertulias de su amigo Ramón Sijé. Luego se trasladó a Madrid, donde con la ayuda de su amigo Pablo Neruda, se abrió camino en el mundo de las letras y la política. Cuando estalló la Guerra se alistó en las filas de la República y se casó. Pero detenido por el bando nacional, fue conducido a la cárcel de Alicante, donde murió de tuberculosis, después de haber sufrido la muerte de su primer hijo. 
 
Siguiendo la moda gongorina de la Generación, escribió Perito en lunas, en el que emplea octavas reales para hablar metafóricamente de objetos cotidianos. Su primer libro personal fue El rayo que no cesa, donde trata sus temas más recurrentes: la pasión  amorosa, la fuerza de la vida y la desolación de la muerte; los sonetos que contiene son de una hechura perfecta, pero los tercetos encadenados de la Elegía a Ramón Sijé no les van a la zaga, pues forman además de un llanto lírico, un canto bellísimo a la amistad. De temática muy distinta son otros libros como Viento del pueblo, donde la solidaridad humana o el dolor de la guerra adquieren poderosa presencia. Finalmente, el Cancionero y romancero de ausencias, con estrofas de la lírica tradicional española, nos habla de la soledad de la cárcel o del amor a su esposa y a su hijo.

 
 
Dámaso Alonso (1898-1990), nació en Madrid, fue catedrático de Lengua y Literatura españolas y director de la R.A.E. Además de crítico literario (editó las Soledades, de Góngora, entre otros trabajos), se distinguió como excelente poeta en obras como Oscura noticia y, sobre todo, Hijos de la ira, libro que fue un punto de partida para la poesía desarraigada de la posguerra por sus poemas de inspiración religiosa y tonos duros y angustiosos que reflejan la situación del hombre que expresa su soledad ante un Dios que se muestra ausente.

 
 
Son también poetas destacados del Grupo del 27 Manuel Altolaguirre (1905- 1959) y Emilio Prados (1899-1962), fundadores de la revista Litoral y ambos exiliados tras la Guerra Civil. El primero es autor de Las islas invitadas y el segundo, de Jardín cerrado.


Lectura y actividades
 
1. Lee los textos siguientes y contesta a las preguntas que los acompañan:





1.
"Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
 
Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
 
Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
 
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.
(Versos humanos, de G. Diego)
 
2.
"Basta, tristeza, basta, basta, basta.
No pienses más en esos ojos que te duelen,
en esa frente pura encerrada en sus muros,
en ese pelo rubio, que una noche ondulara.
¡Una noche! Una vida, todo un pensar,
todo un amor, toda una dulce sangre.
Toda una luz que bebí de unas venas,
en medio de la noche y en los días radiantes.
Te amé... No sé. No sé qué es el amor.
Te padecí gloriosamente como a la sangre misma.
Como el doloroso martillo que hace vivir y mata.
Sentí diariamente que la vida es la muerte.
Supe lo que es amar porque morí a diario.
Pero no morí nunca. No se muere. Se muere...
Se muere sobre un aire, sobre un hombro no amante.
Sobre una tierra indiferente para los mismos besos.
Eras tan tierna; eras allí, remotamente, hace mucho,
eras tan dulce como el viento en las hojas,
como un montón de rosas para los labios fijos..."
(Mundo a solas, de V. Aleixandre)
 
3.
"Empieza el llanto
de la guitarra.
Se rompen las copas
de la madrugada.
Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil callarla.
Es imposible
callarla.
Llora monótona
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
Es imposible
callarla.
Llora por cosas
lejanas.
Arena del Sur caliente
que pide camelias blancas.
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin mañana,
y el primer pájaro muerto
sobre la rama.
¡Oh guitarra!
Corazón malherido
por cinco espadas."
(Poema del Cante Jondo, de Lorca)




a) Enuncia el tema de cada poema. Búscales un título adecuado. Razona tu respuesta.
b) ¿Qué clase de composición es la de Gerardo Diego? Escribe su esquema métrico.
c) Analiza la métrica del texto de Aleixandre (versos, rima, encabalgamientos...)
d) Haz lo mismo con los versos de Lorca. ¿Hay estribillos, versos que se repiten? Explica por qué.
e) Enumera todas metáforas del poema de Diego. Y luego cita el término real al que se refieren todas.
f) Localiza las anáforas, las paradojas y las comparaciones presentes en el texto de Aleixandre.
g) Analiza las metáforas, las comparaciones, las anáforas y las personificaciones del poema de Lorca.
h) ¿Qué tipos de personas hablan en los tres textos? ¿Son descripciones, diálogos o narraciones?

 


 
  


TEXTO COMENTADO.

 Un poema de El rayo que no cesa,
de M. Hernández

 

"Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por el hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.

Como el toro lo encuentra diminuto    5
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.
 
Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada          10
y llevo al cuello un vendaval sonoro.

Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.

 


SITUACIÓN

A Miguel Hernández se le considera un epígono del Grupo del 27. Dentro de su apasionada obra poética destaca El rayo que no cesa, un poemario de una fuerza irresistible cuyos temas recurrentes son la pasión de amor, el dolor, el destino trágico del hombre y la muerte. En el poema que estudiamos está presente el destino triste del poeta, nacido para el luto y el dolor.


 CONTENIDO

El poeta afirma que ha nacido, como el toro, varón, y para sufrir (primera parte, primera estrofa). Que posee un corazón enorme para amar y lucha por lo que quiere con la fuerza del toro (segunda parte, segunda estrofa). Como el toro acepta su destino de castigo y lo expresa con toda su pasión (tercera, parte, tercera estrofa). Finalmente, declara su amor aunque sabe que quedará reducido al deseo y burlado como el toro (cuarta parte, cuarta estrofa). 

 
ANÁLISIS

La estructura externa del poema forma un soneto, catorce endecasílabos agrupados en dos cuartetos y dos tercetos; por lo que su esquema métrico es 11A 11B 11B 11A 11A 11B 11B 11A 11C 11D 11E 11C 11D 11E.  Los encabalgamientos se dan, sobre todo en el primer cuarteto y en los versos 5-6 y 10-11. La comparación con el toro viene ya indicada desde el primer verso del poema y se va repitiendo al principio de cada estrofa ("como el toro..."), formando de paso una anáfora que insiste en el tema. Deben notarse las metáforas del corazón ("el hierro infernal en el costado"), los atributos masculinos ("por varón en la ingle con un fruto"), la lengua apasionada y cantarina ("la lengua en corazón tengo bañada", "llevo al cuello un vendaval sonoro"). Las aliteraciones son frecuentes ("como el toro estoy marcado...", "hierro infernal...", "por varón en la ingle con un...", "Como el toro lo encuentra diminuto...", etc.). Y repeticiones de sílabas de palabras diferentes ("...diminuto todo...") y de formas verbales con lexemas comunes ("...te sigo y te persigo..."). Y antítesis que muestran la fuerza de su contradictorio destino ("diminuto-desmesurado"). Nótese, finalmente, que la comparación con el toro parece no terminar o, simplemente, dar la vuelta para comenzar sus quejas (ver el último verso).

 
CONCLUSIÓN

El hecho de compararse el poeta con el toro muestra el tono impetuoso y arrebatador de la poesía de Miguel Hernández. Varón, nacido en el castigo, nacido para amar la vida apasionadamente y para morir. Parece mentira que en un soneto (jaula para encerrar las palabras) se haya podido decir tanto.