Siguiendo con la ronda de las poetisas y los poetas que conocí en la tertulia de Jurado Morales y cuya amistad me enriqueció, traigo aquí hoy a José García Sánchez, más conocido entre nosotros como Carreta, que nació en Huercal-Overa (Almería) en 1922 y murió en Cerdanyola del Vallés (Barcelona) en 1998. Poeta autodidacto como nuestro amigo Matea, compartió con nosotros momentos entrañables al crear el Premio de Poesía Viernes Culturales y formar parte del jurado del mismo, así como recitando poemas o presentando libros. Entre sus poemarios destacan Musas y sombras, el primero que publicó en Barcelona, y La voz que me habla, que vio la luz el mismo año de su muerte. A este último pertenecen los siguientes versos de El canto de mi jilguero, poema que tuve el honor de leer ante sus familiares el día en que sus amigos lo homenajeamos en Cerdanyola:
"...¡Qué alarde de ternura! Su cantata
solemne, prodigiosa;
mitad liturgia y mitad añoranza,
me parecía un canto tomado de la Biblia
a golpe de versículos y lágrimas.
Los dos éramos uno: él, reloj de mis sueños;
yo, trampolín de sus hazañas.
Pero una tarde gris me lo mataron.
A través de la valla
un cazador furtivo
con escopeta de oro y perdigón de plata
mató a mi fiel jilguero.
Lo vi caer del rosal. Oí las palmas,
las blasfemias siniestras del cazador maldito
mientras yo recorría las desgarradas
formas de mis fecundidades. Corrí hacia él.
Lo recogí del suelo para darle mortaja
y lo abrigué en mi mano.
¡Qué manojo de flechas, qué tristeza, qué lanza
de dolor me traspasó la sangre! Ingenuo de mí:
¿Por qué no lo aparté del mal que lo acechaba
y lo escondí en el pecho
que puebla la montaña,
donde no hubiese hombres,
ni escopetas, ni balas?"
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