sábado, 22 de octubre de 2011

CARTA DE UN ABUELO A SU NIETO EN DOS TIEMPOS

              


1.

Querido Xavi:

Me dicen que voy a ser tu abuelo dentro de unos meses, un tiempo que pasará volando en la imaginación y lento en la espera, y ya empiezo a darle vueltas a la cabeza pensando si haré bien de abuelo. ¿Pero verdad que es mejor que vaya despacio hacia tu venida no sea que pierda el tren de la esperanza antes de coger el de la paciencia? Espero saber qué hacer cuando llegue ese momento y, si al principio me cuesta, prestaré mucha atención a la lección de la experiencia para aprender con acierto a ser un buen abuelo. Y todo eso lo sabré cuando a mi cansada luz de persona que cuenta ya con unos cuantos añitos venga a juntarse tu nueva luz de recién nacido. Será como si una luz de alba de primavera viniera a darle un brillo especial a mi otoño.



Aun antes de nacer, eres ya una dulce promesa, el nombre mago de un ser que desde el agua de la vida un día empezó a crecer en alma y esperanza hacia la luz del día. Aun antes de nacer, eres ya un mensaje de amor escrito con la letra más pura, un mágico dial del tiempo por donde avanza hacia su germinación la semilla del génesis. Aun antes de ser, eres ya como el fruto que en la rama madura del tiempo prepara las alas para volar hacia el almíbar de la luz. Estoy tan seguro de eso, que ya sé que cuando nazcas notaré en mis callosas manos de adulto la tierna y blanca caricia de las tuyas. Por eso ahora te animo a que en el agua de la vida, aun sin ver todavía el sol de la amapola, sigas sin pausa tejiendo el hilo de mis sueños mientras vuelas despacio por el cielo de la historia del hombre reflejada en tu forma de esfera tan querida. Así que para nacer y colmar mi alegría, sigue siendo promesa en mi esperanza.



2.

Querido Xavi:

Por fin estás aquí. Eres ya una rosita que huele a tiempo puro en el otoño; unas manos pequeñas, claveles diminutos, que se mueven en el aire querido de la cuna. Eres ya una presencia inabarcable para nuestros deseos. Como un sol que alumbra nuestros pasos, que marca el día que vamos a vivir. Ya estás aquí. Ya mueves los hilos de todas nuestras vidas. Tan chiquitito, y eres como un Dios para todos. Te despiertas, y vamos a adorarte. Abres los ojos, y corremos a ti para que vayas mirándonos y viendo nuestro asombro de verte alzar las manos cual si fueras el director de orquesta de toda nuestra música, esta música de amor que anda brizando nuestros sueños.

Ya estás aquí, y nosotros, de repente, nos hemos enriquecido con tu luz.




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