domingo, 5 de enero de 2014

MICRORRELATOS


Siempre he sentido por el microrrelato una fervorosa  afición. En varias ocasiones he presentado varias muestras en este y otros blogs y concursado con ellos en certámenes nacionales. Esto viene a cuento porque acabo de leer uno de los libros regalos de estas Navidades que tiene que ver con el género: Más por menos, una Antología de microrrelatos hispánicos actuales editada por Ángeles Encinar y Carmen Valcárcel en Sial Narrativa (Madrid, 2011). 
Entre los autores seleccionados figuran nombres conocidos como cultivadores de la minificción y la narrativa más extensa, así como de la poesía algunos de ellos: Jiménez Lozano, Andrés Ibáñez, Eduardo Galeano, Juan Pedro Aparicio, José María Merino, Cristina Peri Rossi, Luis Mateo Díez, Juan José Millás, Ana María Shua, Julia Otxoa, Neus Aguado, Felipe Benítez Reyes, Ángel Zapata, Cristina Grande, David Roas, Óscar Esquivias, Luisa Valenzuela o Andrés Newman, por no hacer la lista excesivamente larga. 
Las muestras abarcan desde poco más de una página hasta tres líneas, y la mayoría de ellas respetan el concepto de microrrelato participante a medias de las teorías que defienden dos autoras presentes en la Antología, Ana María Shua y Luisa Valenzuela. La primera señala como límites de la minificción, al N, el poema en prosa; al S, el chiste; al E, el cuento corto, y al O, el aforismo, la reflexión o la sentencia moral. Y en cuanto a Luisa Valenzuela, defiende la permanencia del impacto con estas líneas: "Un microrrelato puede ser como el agua que se nos escurre entre los dedos. Mejor dicho, es lo que queda: esa humedad y el recuerdo que en ella late como un pasaje hacia lo intuido. Algo se pudo pescar al vuelo, y ese algo ya no está, pero queda en el vuelo."

He aquí un par de muestras del libro:

La primera de la propia Ana María Shua:
"La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de la gravedad." 

La segunda, de Andrés Ibáñez: 
"El dragón contempla el mundo desde lo alto de las nubes. El tigre duerme tranquilo a la sombra de una acacia. Un pájaro azul cruza los aires. ¿Es el sueño del dragón que desearía ser capaz de descender a la tierra, o el sueño del tigre, que desearía ser capaz de alcanzar los cielos?"

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