Zamora, siglo XI, durante el sitio de la ciudad por Sancho II.
PRIMER CUADRO
En el palacio del noble Arias Gonzalo, amigo personal de la infanta Urraca, reina de Zamora, el cual, alarmado por los rumores que corren por la ciudad de que el forastero Bellido Dolfos anda convenciendo a los habitantes para entregar a Zamora al rey sitiador sin derramar una gota de sangre, lo manda llamar al palacio.
ARIAS GONZALO
Hasta ahora no te he impedido que rondes por las calles de la ciudad pidiendo limosna y comida a sus habitantes, pero si es verdad que andas metiendo cizaña entre las gentes para que ayuden al rey Sancho a despojar a nuestra Reina, su hermana, de la ciudad que su padre el rey Fernando le cedió en el lecho de muerte, me veré obligado a expulsarte de la ciudad.
BELLIDO DOLFOS
No es verdad, mi señor Arias Gonzalo. Yo sólo voy rezando por la ciudad, rogando a Dios y a María su Santa Madre que haya paz para todo el mundo. Porque el que a hierro mata a hierro muere.
ARIAS GONZALO
Eso está muy bien, pero como sabes la ciudad está sitiada injustamente y los que vivimos en ella debemos defenderla con hierro si es necesario. Los sitiadores nos roban las reses para sus comidas, nos talan los árboles para hacer fuego. Porque, vamos a ver, ¿tú no te ves amenazado por las flechas que nos arrojan los sitiadores? ¿Por los insultos que nos dedican a cada momento, llamándonos ratas y cosas peores, hasta que estamos amancebados con nuestra reina Urraca?
BELLIDO DOLFOS
Yo no tengo nada que ver con eso. Me basta con vivir.
Pues no es suficiente. Por eso te acuso de sembrar el descontento y la traición entre la gente y de ir contra la voluntad sagrada del Emperador. Contra la de nuestra Reina y contra la mía, que es sacrificar la vida de todos los zamoranos y de mis cuatro hijos los primeros, si es preciso.
BELLIDO DOLFOS
Haz con tu casa y tu familia lo que quieras, que para eso son tuyas. Pero deja en paz a los zamoranos. Mira los ejércitos que esperan en el campo de la verdad a entrar a saco y fuego en la ciudad. Nos roban las reses para sus comidas, nos talan los árboles para hacer sus fuegos. Y esperan, esperan a que tu obcecación por defender lo indefendible haga caer en sus manos la ciudad como una fruta madura. Esos ejércitos han vencido ya al rey de León Alfonso y a García de Galicia. ¿No van a vencer a un viejo caduco como tú y a una débil infanta? ¿De cuánto armamento dispones comparado con el suyo? Y aunque las murallas de la ciudad sean inexpugnables, sólo nos servirán de tumba cuando los alimentos y el agua se acaben. Abre las puertas a Sancho y él te tratará como un cristiano. Si esperas a que él las derribe, entrará en la ciudad con la muerte en la mano. Ábrele las puertas, viejo obstinado, y haz salir por ellas una procesión con el Santo Sacramento, y verás cómo el rey Sancho te nombra a cambio alcalde de Zamora.
ARIAS GONZALO (Enfadado)
Sal de mi casa ahora mismo. Y como me entere de que sigues soliviantando a la gente con tus pérfidas palabras, te arrancaré la lengua y luego te colgaré de la muralla sobre el postigo que quieres abrir a tus amigos.
SEGUNDO CUADRO
En la ermita del abad del rey Sancho, extramuros de la ciudad, junto al campamento de los sitiadores.
ABAD
Mucho te juegas, Bellido, al andar de la ciudad aquí valiéndote del pasadizo y mucho nos jugamos todos si llegan a descubrirte.
BELLIDO DOLFOS
No hay cuidado. La entrada se halla en un lugar apartado y lleno de escombros que la gente evita. El caso es que estoy otra vez aquí.
ABAD
¿Qué, por fin te unes a nosotros?
BELLIDO DOLFOS
A eso vengo. Ya estoy harto de que allí me traten como a un apestado. Llévame a la tienda del rey Sancho, que quiero tratar con él de un asunto que le conviene en sumo grado.
ABAD
¿Es que al fin te has decidido a entregarle la ciudad de su hermana?
BELLIDO DOLFOS
Eso debo tratarlo exclusivamente con él. Llévame a su tienda.
ABAD
Mira que si es para una nimiedad, el Rey nos hará morder el polvo a los dos. Y yo quiero seguir al cargo de esta ermita, que mi seguridad me proporciona. Así que, si no me dices para qué quieres ver al Rey, no te conduciré hasta su tienda.
BELLIDO DOLFOS (Sacando un cuchillo de debajo de la ropa y apuntando la abultada barriga del Abad.)
Te he dicho, gordo seboso, que ese asunto sólo lo trataré con Sancho. Y si no me llevas ahora mismo ante él, date por muerto.
ABAD (Temblando de miedo)
Ese acero es la mejor de las razones. Te conduciré hasta el Rey.
TERCER CUADRO
En la tienda del rey Sancho, que, sentado a una mesa, está comiendo unas viandas.
ABAD
Perdonad, buen rey, esta impertinencia. Pero aquí hay un hombre que quiere deciros algo que tiene que ver con la ciudad sitiada.
REY (Sin dejar de comer, a BELLIDO)
¿Es eso cierto?
BELLIDO DOLFOS (Inclinándose ante el Rey)
Sí, mi señor.
REY (Al ABAD)
Déjanos solos.
ABAD
Como gustéis (Sale.)
REY
¿Quieres un pedazo de cecina? (Se lo ofrece con su propio cuchillo)
BELLIDO DOLFOS (Cogiéndolo). Gracias, mi señor. (Lo mastica despacio, como si quisiera degustarlo a sus anchas).
REY (Sonriendo)
¿Por qué comes tan despacio? En lo flaco que estás se ve que eres zamorano.
BELLIDO DOLFOS
No lo soy, y eso mismo tiene que ver con lo que he venido a deciros, mi señor. (Vuelve a inclinarse.)
REY
Pues te comportas como si fueras uno de ellos, débil y cobarde.
BELLIDO DOLFOS
En eso estáis más que equivocado. Si fueran cobardes, como decís, ya os hubieran entregado la ciudad.
REY
¡Bah!, un hombre viejo y una mujer acabarán cansándose pronto.
BELLIDO DOLFOS
De nuevo volvéis a equivocaros. Urraca, vuestra hermana, es apasionada y orgullosa, y antes de darse por vencida, daría su cuerpo de comida a los cuervos. Y en cuanto a Arias Gonzalo, no he visto hombre más tenaz y soberbio que él.
(Entra en la tienda un GUERRERO)
GUERRERO (al REY)
No escuchéis, señor, a este hombre (Señala a BELLIDO), que ha traicionado varias veces hasta a su propia gente. Incluso el propio Arias Gonzalo lo ha gritado desde las almenas en cuanto se ha enterado de que había huido. Y más cosas.
REY (Sorprendido)
¿Qué cosas?
GUERRERO
Que ni es zamorano ni nadie sabe de dónde ha salido, como no sea del mismísimo infierno, que lo han echado de la ciudad y que de cualquier mal que te venga de él, buen rey, ni Arias Gonzalo ni Urraca ni ningún zamorano se hará responsable.
BELLIDO DOLFOS
¿Y vos creéis eso? Mienten como bellacos. Y antes se coge a un embustero que a un cojo. Primero dicen que he huido, luego que me han echado de Zamora. Os diré, mi señor, que los zamoranos me han rechazado, como los judíos rechazaron a Nuestro Señor Jesucristo. Yo, señor, quiero que haya paz entre todos. Ni estoy a favor de unos ni de otros. Y si hacéis que hablemos a solas, os diré el modo de acabar con esta guerra que ya dura demasiado.
REY (Hace un gesto al GUERRERO para que abandone la tienda. Pausa. A solas de nuevo con BELLIDO)
Soy todo oídos.
BELLIDO DOLFOS
Es verdad que he salido de Zamora. Pero no huido, ni tampoco expulsado, sino guiado por Dios a través de un pasadizo que nadie conoce sino yo y que puede poner Zamora en tus manos.
REY (Levantándose de la mesa y acercándose a BELLIDO)
Descúbreme ese pasadizo y te llenaré de oro. Ocúltamelo y te sacaré los ojos.
BELLIDO DOLFOS
Si no quisiera mostrároslo, ¿habría venido hasta aquí? Yo os mostraré el pasadizo, y vos mismo comprobaréis si es fácil o no entrar en la ciudad. Pero os pongo una condición. Y es que una vez os halléis dentro de Zamora, ni vos ni nadie de vuestras huestes debe herir, matar, violar, robar o quemar a ningún zamorano.
REY (Enfadado)
¿Y quién eres tú para poner condiciones a todo un rey?
BELLIDO DOLFOS (Calmado)
Un siervo de Dios que antes se cortará la lengua con los dientes que hablar si no lo prometéis. Y si tenéis miedo, ponedme en el tormento para probar que ni por la fuerza bruta saldrá una palabra de mis labios para decir lo que sé.
REY (Con los ojos fuera de las órbitas y rojo de ira)
¿Yo miedo de ti, rata asquerosa?
BELLIDO DOLFOS (Sin inmutarse)
Puede que de mí no, pero sí de tu hermana Urraca, que podría haberte preparado una emboscada para acabar con tu vida.
REY (Algo más calmado)
Me has convencido. ¿Qué debo hacer?
BELLIDO DOLFOS
Primero acompañadme hasta la ermita del abad con varios de los vuestros para jurar que nada haréis a los zamoranos cuando entréis en Zamora. Luego iremos los dos solos hasta el pasadizo. Vos podéis ir armado y matarme si os traiciono.
REY
Sea. No perdamos más tiempo.
CUARTO CUADRO
En la ermita del ABAD. El REY y sus acompañantes están de rodillas ante el altar. A un lado el ABAD y apoyado en una columna adosada del ábside BELLIDO DOLFOS.
ABAD (Al REY y a sus acompañantes)
Según lo convenido, debéis jurar que respetaréis a los zamoranos una vez dentro de la ciudad. ¿Estáis de acuerdo?
REY (Molesto)
Formulad el juramento, que nosotros haremos lo demás. No perdamos más tiempo.
ABAD
Por Nuestro Señor Jesucristo y su Madre la Virgen María, ¿juráis respetar la vida y las pertenencias de los zamoranos en cuanto os halléis dentro de Zamora?
REY
Venga, sí, juramos. ¿Y ahora qué? (Poniéndose en pie e imitándole sus acompañantes)
BELLIDO DOLFOS
Ahora, vuestros guerreros deben salir de la ermita y volver al campamento. Y también el abad. Y una vez estemos los dos solos, hablaremos.
REY (A los aludidos)
Haced lo que dice.
(Salen los acompañantes del REY y sus acompañantes)
BELLIDO DOLFOS (Oyendo voces en la puerta)
He dicho que deben volver al campamento.
REY (Voceando a los que charlan fuera)
Marchaos. (Se oyen pasos alejándose, luego silencio. A BELLIDO). Ya se han ido. Volvamos a lo nuestro.
BELLIDO DOLFOS (Persignándose)
Dios nos dejó ordenado que nos amáramos los unos a los otros como hermanos. ¿Qué significa eso para vos, que odiáis, perseguís, matáis y encarceláis a vuestros propios hermanos? Cristo nos mandó proteger a las viudas y a los huérfanos. ¿Y qué es Urraca, sino una viuda de toda protección y huérfana de vuestro mismo padre?
REY
Yo sólo cumplo con mi deber de rey al reunir los reinos que separó mi padre en el lecho de muerte.
BELLIDO DOLFOS
¿Decís que cumplís con vuestro deber? También lo cumple Urraca, que es obedecer la última voluntad de vuestro padre el emperador Fernando. Y otra cuestión. Jurar en falso es uno de los más grandes pecados contra Dios, y vos lo habéis hecho. ¿Hasta dónde llegará vuestra perversidad?
REY (Esgrimiendo una daga)
Basta de sermones. He venido aquí para que me muestres el pasadizo que me lleve al interior de Zamora. Y si no lo haces al momento, juro, maldita sabandija, que acabaré contigo aquí mismo en la casa del Señor.
BELLIDO DOLFOS
Juramentos, juramentos y maldad, sólo maldad. ¿Qué súbdito acudirá a vos en busca de ayuda contra su agresor? ¿Qué hombre, mujer o niño os pedirá justicia contra quien los ofenda o engañe?
REY (Furioso y acercando la daga a la cara de BELLIDO )
He dicho que basta de sermones, rata asquerosa, que estabas dispuesto hasta hace un momento a traicionar a los zamoranos. Indícame dónde está ese pasadizo y te dejaré libre. No me lo digas y acabaré contigo en un santiamén con mi daga.
BELLIDO DOLFOS (Temiendo por su vida)
Está aquí mismo (Se aparta de la columna). Presionando fuertemente esta columna adosada se mueve un resorte que dejará abierta una puerta. Al otro lado se halla el pasadizo que conduce hasta el interior de Zamora.
REY (Riendo)
Al fin. (Le entrega la daga.) Aguántame la daga mientras yo mismo hago saltar ese resorte. (Se pone a empujar con todas sus fuerzas la columna adosada del ábside)
BELLIDO DOLFOS (Se aproxima por detrás al Rey y le clava el arma en la espalda)
Muere, rey fratricida, y con tu muerte que Zamora se salve.
(El REY cae muerto en el suelo de la ermita. Luego BELLIDO acaba de abrir la puerta del pasadizo y desaparece al otro lado. Finalmente el trozo de muro, con la columna adosada, recobra su posición.
FIN